En artículos anteriores me he referido a los desastrosos resultados que la supuesta reforma educativa de la administracción actual deja como herencia al próximo gobierno, dando razones suficientes a Andrés Manuel López Obrador para afirmar que cancelará dicha reforma. En una gráfica construida con los resultados publicados cada año por la Secretaría de Educación Pública (SEP) a partir de las pruebas de Enlace y Planea aplicadas a los estudiantes del tercer grado de educación media superior, para el caso de las matemáticas –en virtud de ser éste el indicador más significativo del estado de la educación nacional– siendo necesario aclarar que la SEP ha sido cuidadosa en no poner todos estos datos juntos con el propósito de ocultar la magnitud del desastre.
Los datos por si solos y sin mayor explicación muestran el nivel de ignorancia o de cinismo de un Presidente que se ha atrevido a afirmar que su reforma es motivo de orgullo para nuestro país y para su gobierno, cuando ahora se habrán de requerir varios años para recuperar el retroceso que se observa en una gráfica elaborada por la propia SEP y que de manera resumida muestra que al terminar el ciclo escolar 2016-2017, 89.5 por ciento de los estudiantes de bachillerato de todo el país no contaban con los conocimientos mínimos para ingresar a una institución de educación superior. Resultados de esta naturaleza serían inconcebibles en la mayor parte de las naciones del mundo, y en una buena parte de ellos, sería motivo suficiente para juzgar a sus gobernantes por irresponsables e ineptos. ¿Cuánto le ha costado a nuestra nación este retroceso causado por la reforma educativa? Llama la atención adicionalmente, que los dos secretarios de Educación Pública responsables del fracaso hablarán de educación de calidad
, aunque ninguno de los dos haya podido explicar el significado de ese término, el cual fue añadido por el Congreso (ante las exigencias del Presidente) al artículo 3º de nuestra Constitución política, con la clara intención de privatizar la educación para convertirla en una nueva área de negocios, similar a las realizadas con la energía, y con otros elementos del patrimonio nacional.
¿Cuál es la relación entre la supuesta privatización de la educación, la reforma educativa y la educación de calidad
? Esta pregunta que se hacen muchos mexicanos y mexicanas requiere una respuesta clara y concisa: la calidad es un término utilizado en la promoción y venta de todo tipo de productos y servicios comerciales con el fin de atraer y convencer a los clientes potenciales, hablándoles de autos de calidad, de camisas de calidad o de alimentos de calidad para sus hijos, el término tiene significados diferentes para cada caso, pero en términos generales los hace atractivos de manera general, sin que sea necesario hacer más especificaciones, por lo que el término calidad
queda asociado a todo lo que es bueno, limpio, seguro y sin defectos aun cuando en la realidad ello no sea cierto. La calidad ha sido asociada sin reparos a la educación por gobiernos de orientación neoliberal, aunque algunos hayan preferido no tocar el tema, en virtud de que la Constitución mexicana es muy clara al declarar que la educación es un derecho universal y que corresponde al gobierno proporcionarla de manera gratuita.
¿Por qué debemos rechazar el término calidad
cuando éste es asociado a la educación? Porque la educación no es un producto, ni un servicio, sino un proceso social, por el que cada generación de nuestra sociedad le transmite a la siguiente los conocimientos y valores recibidos de sus ancestros, enriquecidos con sus propios descubrimientos, desarrollos científicos, tecnológicos y culturales, así como con nuevos conceptos y valores, no para que algunos individuos se beneficien materialmente, sino para que la sociedad toda pueda seguirse beneficiando y desarrollando. Imagínemos una escuela que ofrezca la mejor preparación a sus estudiantes, utilizando los maestros más experimentados, con los mejores laboratorios y la tecnología más avanzada, con el de formar los ladrones más exitosos de la región. En ese caso, el modelo neoliberal podría certificar la capacidad formativa de esa escuela y afirmar que se trata de una escuela de la más alta calidad.
Sin embargo, tal escuela sería socialmente inaceptable, porque lo que nosotros como sociedad buscamos no es que alguien en particular se beneficie de nuestro trabajo, lo que nos interesa es el beneficio de la sociedad en su conjunto, siendo inadmisible que quienes han gobernado estos seis años piensen, no en la sociedad, sino en el beneficio individual, siendo esos funcionarios el claro ejemplo de los logros de las escuelas de calidad. Por ello me atrevo a proponer que dejemos de utilizar la palabra calidad referida a la educación, introduciendo mejor el término de excelencia
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