Domingo 9 de diciembre de 2018, p. 5
En 2003, en plena invasión del ejército estadunidense a Irak, el director Mohamed Al-Daradji decidió filmar una película en su natal Bagdad, donde estuvo a punto de ser asesinado y tres miembros de su equipo de filmación fueron secuestrados.
El realizador comentó en una ocasión a La Jornada que cuando filmaba en la capital de Irak decía moverse con dos armas: una AK-47 (cuerno de chivo) y una cámara.
No se sabe si es realidad lo del rifle de alto poder, pero a decir de él, la cámara era la que le daba fuerza y protección... magia
.
Decía que en Irak, en ese tiempo, la gente, evidentemente, no iba al cine. “No hay tiempo. ¿Quién quiere ir si tiene temor de ser asesinado o miedo de que en algún edificio estalle una bomba del ejército de Estados Unidos o de las milicias insurgentes? Además, las pocas salas que hay en el país –cerca de 18– ya no sirven, tienen proyectores viejos y sus edificios están derruidos”.
Rodó Ahlaam con actores no profesionales bajo el ataque del ejército de Estados Unidos y de las milicias. La cinta fue propuesta por Irak para ser postulada como mejor película extranjera en los premios Óscar. Por razones obvias, no fue elegida, pero hizo un gran recorrido en festivales.
–¿Cómo se hace una cinta en un país convulsionado, ocupado, destruido? –le preguntó este medio en un festival de cine.
Se filmaba bajo terror y tristeza. Me sentía sacudido. La cámara me daba poder. Cuando la llevaba por las calles de Bagdad siempre me detenían militares de Estados Unidos y de las guerrillas; sin embargo me sentía seguro
, respondió.
El realizador, egresado de la Escuela de Bellas Artes de Irak y de un colegio de artes visuales en Hilversum (Holanda), en ese tiempo no sólo encontró restricciones por parte del ejército estadunidense para filmar, sino también del gobierno de su país y de las milicias (de forma no oficial).
Narró que algunos miembros de su equipo sufrieron tortura y encarcelamiento. Uno de los policías iraquíes que protegía la locación fue asesinado misteriosamente, mientras a su sonidista le dispararon en una pierna.
Aseguraba que en esos años Irak estaba triste, se derrumbaba, lloraba, porque cada día morían 50 personas. Son seres humanos asesinados, por eso necesitamos contar historias sobre mi gente; requerimos artistas que al menos tengan función catártica. El futuro es incierto para el cine. Tuvimos propaganda gubernamental durante 20 años por lo menos, por eso ahora es importante hacer trabajos que sean vistos por personas de otras partes del mundo
, afirmaba.
Mohamed decía que no pretendía hacer un filme político, sino responder algunas preguntas para salvar a Irak. Sólo soy un cineasta que vive entre Londres y Bagdad, que tiene dos pasaportes; las cosas se me facilitan, pero cuando voy a mi país no utilizo ambos porque me verían como extranjero
.