Las dos caras de Johannesburgo
n el centro de Johannesburgo hay un pequeño barrio llamado Maboneng, que significa lugar de la luz. Precisamente en este sitio se ven más claros que en ningún otro lugar los contrastes de la capital sudafricana. Aquí, a 100 metros de un hotel de lujo se halla un edificio en ruinas en el que viven familias con siete hijos en unos pocos metros cuadrados, mientras en la habitación de al lado los traficantes producen droga.
Johannesburgo tiene dos caras: una pobre y otra adinerada
, dice Bonnie Nnyandu, de 30 años, quien trabaja como guía turístico.
Johannesburgo fue mucho tiempo considerada como la ciudad más peligrosa del mundo, debido a la pobreza y la elevada tasa de criminalidad. Incluso dar un paseo por la ciudad era casi imposible. “Pero desde que varios inversionista están activos, ha cambiado, asegura Nnyandu.
En Johannesburgo viven oficialmente 4 millones de personas, pero si se cuenta a la gente de los alrededores, la población alcanza 11 millones.
La decadencia del centro es considerada como una consecuencia del régimen racista del apartheid. En 1950, el gobierno comenzó a expulsar de manera sistemática a la gente negra del centro de la ciudad y el denominado central business district (distrito financiero) se convirtió en el núcleo de la ciudad blanca
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Pero la utopía de los racistas era difícil de mantener. En los 80 comenzaron a mudarse los negros de nuevo al centro y más tarde muchas empresas se refugiaron en el norte, a las afueras, dejando atrás numerosos edificios vacíos que fueron siendo ocupados poco a poco de forma ilegal. Los habitantes carentes de medios, los denominados hijackers, viven allí hoy día, a menudo en condiciones indignas.
La mayoría de los hijackers proceden de las condiciones más pobres, muchos son migrantes, explica Michael Sun, responsable de la seguridad pública, y, admite, no existen las viviendas sociales que necesitan.
En general, la situación en la ciudad cambia lentamente. Lugares como Maboneng son faros que iluminan la imagen de la ciudad, pero debido a la elevada criminalidad muchos prefieren vivir en barrios de alta seguridad. Allí viven tras altos muros protegidos con alambre de espino, vallas electrificadas, cámaras de seguridad y personal de seguridad privada.
Dpa