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Ver día anteriorDomingo 10 de marzo de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Evolución energética mundial: la cuarta
E

n México, las necesidades de energía final se resuelven básicamente con hidrocarburos. Lamentablemente. Casi 70 por ciento de esa energía necesaria para acceder a formas útiles: movimiento, iluminación, calor, refrigeración, aire acondicionado y cocción de alimentos, entre otras.

Gasolinas, diésel y otros destilados resuelven la mitad de esos requerimientos de energía final. Permiten, en este caso, la movilidad de personas y mercancías. Sólo para transporte, en México utilizamos poco más de 40 por ciento de la energía final disponible. Más de un millón de barriles equivalentes de petróleo al día. La mayor parte proviene de los hidrocarburos. Justamente, gasolinas, diésel, gas licuado de petróleo (gas LP) y un poco de gas natural.

Marginalmente –muy marginalmente–, electricidad, con menos de uno por ciento. Para mover los Metros de Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey. Pese a este uso limitadísimo en el transporte, globalmente la electricidad satisface cerca de 18 por ciento de las necesidades finales. En hogares, industria y comercio, servicios públicos, riego agrícola.

Es la segunda en importancia. A pesar de las significativas pérdidas de transformación y distribución que suponen. Los datos más recientes de México muestran que para tener disposición de fluido eléctrico en los millones de centros de carga se pierde poco más de 60 por ciento de la energía primaria consumida. ¿Bajo qué formas? Pues como gas natural, combustóleo, carbón, coque de petróleo, uranio enriquecido, bagazo de caña.

Y cerca de 12 por ciento en transmitirla y distribuirla. Parte son robos. Y, sin embargo, su eficiencia contrasta con la de otros procesos. Los automóviles tienen una eficiencia de 25 por ciento, las lámparas fluorescentes 20 por ciento y las incandescentes 5 por ciento. Pero este no es el único inconveniente de una electricidad que, por lo demás, tiene la maravilla de la triple transformación: 1) energía química a energía térmica (caldera); 2) energía térmica a energía mecánica (turbina); 3) energía mecánica a energía eléctrica (generador).

El otro –también presente en otros casos– es la emisión de gases de efecto invernadero (GEI). En estos momentos, en nuestro país se emiten alrededor de 500 gramos de CO2 equivalente por kilovatio-hora (kWh) generado. Tenemos el compromiso de llegar pronto a 350 gramos. Con renovables, sin duda. La maravilla de las renovables es, precisamente, evitar alguna de las transformaciones. Pasar de la energía mecánica –del viento, por ejemplo– a energía eléctrica, y de la térmica –del Sol, también por ejemplo– a la eléctrica Y evitar la emisión de gases de efecto invernadero.

Pero no todo es maravilla. Para empezar, son intermitentes. Deben ser respaldadas con fuentes firmes. Tienen, además, algunos efectos ambientales perversos. Los comentaremos. Concluyamos con algunos datos internacionales. ¿Cuánto representa la electricidad en la energía final en otros países? Nuestros vecinos, por ejemplo, resuelven cerca de 20 por ciento con electricidad. Los europeos, 25 por ciento. En Reino Unido, sólo 23 por ciento, y en España, 29 por ciento.

En Francia –¡admírese!–, 33 por ciento. Finalmente –¡admírese aún más!–, en la Suecia de mi nieta alrededor de 40 por ciento. Bueno. Veremos pronto las fuentes de su generación de electricidad y otras tendencias internacionales. Sin duda.