uando se acercaba el día de que el PRI postulara su candidato a la Presidencia de la República, no fuimos pocos en Jalisco quienes pensamos que José Narro Robles, a la sazón secretario de Salud, era quien tenía mejores credenciales.
Pero la suerte estaba echada. Con pésimo criterio se sacrificó a un ya probado espléndido secretario de Hacienda y un posible magnífico gobernador del Banco de México, para lanzarlo a una palestra para la cual no estaba hecho.
El resultado de la mala decisión quedó claramente a la vista. Ahora Narro levanta la mano para presidir al PRI… oteamos el panorama y llegamos a la conclusión de que sería una espléndida decisión para emprender la recuperación de un cuerpo político que a nadie conviene que esté en la lona.
De hecho, al menos en Jalisco, la sola posibilidad de que el próximo jefe de los priístas mexicanos sea Narro se dejó sentir en la numerosa concurrencia que se acercó a las instalaciones tricolores para celebrar el XC aniversario del partido.
Pasemos por alto lo que cualquiera puede constatar de su gestión como autoridad de la Universidad Nacional Autónoma de México, llevando la fiesta en paz y mejorando ostensiblemente la calidad académica. Pensemos un poco más en su pulcro manejo de los dineros públicos y subrayemos, al menos así lo vemos en Jalisco, su férreo compromiso con la educación pública y, por el mismo camino, su fuerte mexicanidad.
No debemos olvidar, quienes estamos de alguna manera ligados a la Universidad de Guadalajara, aquella intervención eficiente y oportuna que le paró los tacos con singular firmeza a un gobernador de Jalisco, del PAN, claro está, que desató una fuerte campaña llena de suciedad en contra de mi alma mater.
Llegó a tal cinismo que incluso sus esbirros en las áreas económicas y culturales arremetieron con dureza contra la Feria Internacional del Libro y el esfuerzo que entonces se hacía para dotar de instalaciones decorosas a la Biblioteca Pública del Estado de Jalisco, que depende de la casa de estudios desde hace nueve décadas. Aunque parezca mentira, el señor secretario de Cultura proclamó que era tirar el dinero porque tales instituciones ya no servían…
Entre improperios y falsas acusaciones, el panorama se había caldeado cuando Narro, siendo rector de la UNAM, frente a más de mil lectores de la Feria del Libro de 2011, cuando envuelto en un discurso perfectamente estructurado sobre el valor de la educación pública superior, con el puño en alto, lanzó aquella frase: Quien agreda a una universidad pública mexicana se las tendrá que ver con todas las demás
.
Entre los goyas
y los aplausos de la multitud alcancé a ver a varias orejas
del gobernador escurriéndose por las puertas laterales, ya con la oreja pegada al celular.
Parafraseando a mi general Ignacio Zaragoza, podríamos decir que aquella tarde, en Guadalajara, con Narro al frente, las armas de la educación pública se cubrieron de gloria
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Los ataques ya no aparecieron más y también supimos que incluso el jefe del Ejecutivo en persona procuró las paces.
Mi deuda con Narro se mantiene, y la de muchos otros jaliscienses, priístas o no, también.