l ejido es un producto específico de la Revolución Mexicana. Sus rasgos centrales se resumen en la combinación de un aparato de control político y una instancia de representación campesina, que es la consecuencia del injerto de una superestructura político-estatal sobre la sociedad rural. Hoy, ha perdido esas características. No es ya un órgano de control político del Estado y tampoco, salvo en circunstancias muy específicas, un órgano de representación campesina.
Segundo, los propósitos del Estado revolucionario que dieron origen al ejido y que eran recuperar el territorio nacional, redistribuir la tierra, convertir a los campesinos en ciudadanos, producir alimentos suficientes y establecer una nueva gobernabilidad en el campo que sustituyera a la del porfiriato, se cumplieron con creces. Desde ese punto de vista, el ejido y la reforma agraria fueron un éxito.
Tercero, a partir de los años 70, resultado de transformaciones sociodemográficas, modificaciones en las políticas públicas al campo, tránsito de una economía cerrada dependiente de la iniciativa del Estado a una economía abierta impulsada por el sector privado y de una transición de un régimen autoritario supeditado a la supremacía presidencial a uno semidemocrático dependiente de pactos entre partidos, el ejido perdió sus propósitos originales.
Cuarta, las reformas rurales en los 90 enfrentaron la crisis del ejido desde tres ángulos: que los mercados resolverían el tema productivo depurando a los campesinos ineficientes
, que el tema alimentario era uno de ventajas comparativas –comprar granos baratos
en el mercado externo y vender frutas y legumbres caras
– y que el tema de gobernabilidad se resolvía a través de la autogestión desde los ejidos.
Quinta, los mercados no depuraron a los agricultores menos eficientes y no mejoraron la pobreza rural, dado el mediocre crecimiento de la economía en su conjunto. En cambio, la migración internacional se convirtió en la mas importante válvula de escape de la población rural –hasta 2007, cuando comenzó a reducirse en términos relativos y luego absolutos. Paradójicamente, fueron los agricultores con recursos y capital humano la que migró –dado el monto de recursos necesarios como inversión inicial en una migración exitosa, aunque ilegal, a Estados Unidos. La política de ventajas comparativas en términos de alimentos se llevó un inmenso golpe cuando al calor de la crisis de alimentos entre 2007-2008, que elevó vertiginosamente los precios de granos, se prendieron luces rojas en todos los países señalando la importancia estratégica de contar con seguridad alimentaria. La autogestión de los ejidos resultó sólo en algunos ejidos y comunidades que contaban con suficiente capital social para desarrollarse o adaptarse en condiciones de una muy disminuida presencia de los instrumentos de desarrollo del Estado.
Enfrentar los retos en el campo mexicano requiere un nuevo diseño institucional del ejido y la comunidad que garanticen mayor inclusión de otros actores rurales cuya actividad principal no es la agricultura.
Se necesita restructurar el campo desde las comunidades rurales, independientemente de que sean ejido, comunidad indígena o pequeña propiedad. Se necesita un profundo cambio generacional en la conducción de las actividades productiva en el campo. Se requieren instrumentos que faciliten la cada vez mayor presencia de las mujeres. Se necesita un desarrollo sustentable pensando en los ecosistemas, más allá de la agricultura y la ganadería. Se requiere reconstruir la gobernanza local para recupera territorios y fronteras. Se necesitan políticas públicas que no fragmenten, sino articulen a los sujetos sociales rurales. Que no fracturen la política social de la política de fomento rural hacia los habitantes rurales pobres.
Se requieren comunidades para la paz y el bienestar.
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