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A 45 años del Carrillo Gil y las peculiares rampas que dan cohesión a su acervo

El Inbal ofreció un recorrido por la arquitectura del recinto, que aloja la colección del doctor Álvar Carrillo

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▲ El doctor Álvar Carrillo Gil comenzó su colección en 1938. En los años 50, instituciones y museos internacionales ya le solicitaban su acervo en préstamo. En esa época comenzó a considerar la idea de tener un sitio para alojar su acervo. Así nació el MACG.Foto Marco Peláez
 
Periódico La Jornada
Lunes 23 de septiembre de 2019, p. 9

Las rampas del Museo de Arte Carrillo Gil (MACG) lo caracterizan. Incluso, forman parte del logo del recinto, que celebra su 45 aniversario. Dentro de los festejos del pasado fin de semana, el arquitecto José María Bilbao encabezó un recorrido por el edificio construido en dos etapas para alojar la colección del doctor Álvar Carrillo Gil (1898-1974).

El subdirector general de Patrimonio Artístico Inmueble del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal) hizo especial énfasis en las rampas que unen los cuatro niveles del recinto. En una lectura personal, expresó que obedecen a un deseo del pediatra que cumplió el arquitecto Augusto H. Álvarez, de no fragmentar su colección y que su exhibición y disfrute fueran continuos. De allí que las rampas son parte fundamental del proyecto.

No fraccionar la colección donada en comodato al Estado mexicano fue una de las condiciones de Carrillo Gil. Bilbao trajo a colación al arquitecto estadunidense Louis Kahn, quien decía que la arquitectura no se lleva a cabo atendiendo necesidades, sino deseos.

Carrillo Gil empezó a coleccionar pintura de caballete, en particular de José Clemente Orozco, en 1938, en una época en que la expresión pictórica se enfocaba en la pintura mural. Para los años 50 del siglo pasado, las obras de su colección eran solicitadas en préstamo por museos e instituciones internacionales.

Tal vez debido a la cuantía de su colección, Carrillo Gil empezó a pensar en un sitio para exhibirla al público, explicó Bilbao. En 1958 convergieron dos personalidades yucatecas: el doctor encargó a su paisano Augusto H. Álvarez (1914-1995) el proyecto de un museo, cuyo socio en este momento era Enrique Carral.

Para esto, Carrillo Gil, quien vivía en San Ángel, eligió un predio en la esquina de avenida Revolución y Desierto de los Leones, aunque también otro del lado norte que compró el Inbal en 2008.

La obra arquitectónica se inició en 1960, y se interrumpió en 1961 debido a problemas financieros de Carrillo Gil, prosiguió el funcionario. El doctor preguntó a Álvarez si le podía dar otro uso al inmueble, pero éste le dijo que no. Apoyado en otro arquitecto, el edificio fue adaptado para ser rentado para consultorios y despachos, como paliativo a la situación económica del médico.

En 1973, el museógrafo Fernando Gamboa, quien nunca se olvidó del proyecto, comunicó a Carrillo Gil que había gestionado que se retomara. Álvarez se encargó de nuevo; sin embargo, había cambiado su lenguaje arquitectónico: había sustituido las grandes fachadas de cristal por el hormigón y el tabique. No obstante, no hubo recursos oficiales para las adaptaciones hasta 1986.

Entrevistado por La Jornada, Bilbao reconoció que el cuerpo de servicios del museo es muy reducido y que el MACG necesita actualizar gran cantidad de funciones. Mencionó un depósito de colecciones, un taller de museografía y las bodegas de tránsito. Recordó que con motivo de los 40 años del museo, Rafael Tovar y de Teresa, presidente del entonces Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, se comprometió a construir un edificio adicional en el predio de junto, algo que no se ha hecho hasta el momento.

No obstante, Bilbao afirmó en el caso del MACG la arquitectura es secundaria. La relevancia de este museo sin duda es su colección.