l sustantivo inteligencia, aquí se refiere al conjunto de disciplinas destinadas a generar capacidades creativas, anticipatorias y ejecutivas en la gestión de deberes políticos. Es conocimiento, acción y responsabilidad ética y legal.
En los pasados 35 años en México la Inteligencia política basculó de una concepción universalmente aceptada a un cuerpo difícil de presumir en el concierto de sus congéneres internacionales. Hasta 2000 sus intenciones eran servir a la nación en el examen trascendental de condiciones estructurales y situacionales que implicaran riesgos nacionales, proponer ante ellos opciones de acción y calcular las consecuencias de cada decisión.
El lapso 2000 a 2018 fue de desviación y desorientación, por más que en ese plazo se hayan expedido leyes, reglamentos y manuales, aunque igualmente confundidos, como es la Ley de Seguridad Nacional. Esa mutación fue imprecisa en sus intenciones, inercial.
Se intentaba obtener resultados inmediatos, que alimentaran el triunfalismo presidencial a costa de postergar temas trascendentes. Nada importó más que saber dónde se ocultaba La Tuta o el Z-40, interesó más que prevenir los efectos del deterioro político, más que la justicia torcida, la pérdida de prestigio internacional, la injusticia social, el deterioro del campo productivo o de la educación, operando todos contra la estabilidad, contra la seguridad nacional.
Esa conversión afectó vitalmente a todo recurso, el humano, el técnico, la infraestructura y el presupuesto de las instituciones involucradas. Todo ello sin claridad formal de qué se deseaba y cómo alcanzarlo. Se malograron grandes tareas privilegiando desacertadamente cometidos que aun por ley correspondían a otras responsabilidades.
Ernesto Zedillo, irreflexivamente, desapareció instituciones probadas desde años atrás que eran de justas expectativas. Instituciones que hubieran ayudado eficazmente en el cometido colectivo contra la violencia, como hoy se puede ver en la cojera del Estado. El pervertir el trabajo de tantos años lo está pagando el bien del país con altos réditos.
Lo peor, se perdió el concepto de lo que es el alto interés nacional, se perdió a cambio de nada. Véase Culiacán en manos de Ovidio. Cómo explicar por parte de numerosos responsables el ignorar hechos cotidianos que advertían sobre un caos venidero. Tantas presuntuosas agencias de Inteligencia, dónde estaban. Toda una lección para la disfunción que se impuso por déficit de Inteligencia y convirtió un trámite muy delicado en su naturaleza en todo un drama nacional.
Como generosa explicación de aquellos desatinos de más de 20 años, debe destacarse que mundialmente el delito se ha expandido, fortalecido e internacionalizado. Un efecto es que reconociendo un cambio radical en las amenazas a la seguridad nacional, las agencias de Inteligencia de países desarrollados (España) o en conflicto permanente (Colombia) han diversificado sus funciones.
Lo han hecho de manera sistémica, profesional, acogiéndose a las nuevas exigencias, adaptándose a lo que impone el terrorismo, la guerra moderna y el crimen pesado, sin desatender con ello sus funciones estratégicas. En México se emprendió sin claridad de necesidades, propósito, método ni compromiso con el país, perdiendo el rumbo que un día fue claro.
A partir de 2000 se disipó el sistema. Privaron indefiniciones, simulaciones, enfrentamientos entre altos funcionarios y debilidad presidencial, llevándose en arrastre un largo esfuerzo. En presumida sustitución la 4T creó el Centro Nacional de Inteligencia sin que se sepa nada de su nuevo perfil ni de nuevos frutos, si no pregúntese a Culiacán. Nos seguimos moviendo entre la ambigüedad y la eventualidad ante el diluvio que viene.
La metamorfosis es una condición hasta biológica, inevitable. Nada es estático, todo se transforma. En materia de Inteligencia de interés para el Estado mexicano, la gran duda es hacia dónde se está dando. ¿Está en una especie de coagulación o es un humilde proceso de más deterioro? La verdad indiscutible es que ahí está su afonía en Culiacán.
Cuando termine el chubasco de hoy se verá que las cosas no están funcionando. La próxima trampa está esperando la ocasión. Repetiremos el guion del mismo drama, por más que sepamos su triste final.
¿Sería mucho pedir que, remirando nuestras convicciones, se diera a la Inteligencia tres enfoques? Estos podrían ser: “custodiar la paz social, el prestigio internacional y el control de la violencia“. Todo ello presidido por el respeto a la ley.
De seguirse la pauta actual de insuficiencia y desorden, será la nación la que como ya se vio, pagará las consecuencias. Hay Ovidios esculpidos en mil formas, maquinando mil fullerías aguardando la ocasión que seguro llegará.