Concurrencia entre el Homo prospectus de Seligman et al. y el trabajo mediado como esencia humana en Marx-Márkus
n la entrega de Economía Moral del 25/10/19, señalé que la tesis central del libro Homo Prospectus, de Seligman, Railton, Baumeister y Sripada, coincide con el fundamento de mi enfoque de florecimiento humano basado en Marx-Márkus, pero no tuve espacio para explicar este señalamiento. La tesis central de dicho libro es que “la habilidad humana para guiarse imaginando alternativas que se extienden al futuro” es la que hace única a nuestra especie. Por su parte, el enfoque de Márkus basado en Marx sostiene que:
“La naturaleza y la causa de la diferencia entre el hombre y el animal radican en la diversidad de sus respectivas actividades vitales. La actividad de los demás animales se orienta exclusivamente a aferrar y consumir los objetos de su necesidad: coincide inmediatamente con la satisfacción activa de la necesidad dada. Es una actividad vital limitada. Sólo puede convertir en objetos de su actividad y de su vida aquellos objetos cuyas propiedades físicas, químicas, etcétera, satisfagan sus necesidades constantes. (György Márkus, Antropología y marxismo [MyA], Grijalbo, 1985, p. 4). Lo que ante todo distingue al hombre del animal es una específica actividad vital, la cual constituye su más propia esencia. La actividad vital del hombre es el trabajo. El trabajo es una actividad que se orienta a la satisfacción de las necesidades no directamente, sino sólo a través de mediaciones. Esa mediación se presenta: 1) como actividad mediadora, esto es, como el trabajo vivo mismo que precede al uso del objeto y lo posibilita; 2) como medio de trabajo o herramienta que el hombre sitúa entre sí mismo y el objeto de su necesidad y que hace actuar como criterio de su actividad… Mientras que la formación de los medios de producción de los demás animales –sus órganos– recorre el camino de la evolución biológica, el cual cubre millones y millones de años, el hombre construye él mismo sus instrumentos de producción, cada vez más complicados, en forma de objetos separados, independientes. En este contexto repite Marx en El capital la definición del hombre de Benjamín Franklin: tool-making animal (animal que fabrica herramientas; MyA, p.19).”
Si bien entre hacer una laja de piedra delgada y filosa, y cortar la piel y la carne de los animales con ella, pueden transcurrir sólo unas horas o días y, por tanto, el futuro para el que se trabaja y que el ser humano construye, es muy cercano, a medida que se desarrollan y sofistican las herramientas, entre su diseño y construcción, y el momento en que se puede empezar a producir con ellas pueden transcurrir varios años (piense el lector en una presa hidroeléctrica). Aura Ponce de León aborda la fabricación de herramientas como parte del atributo más amplio del ser humano de modificador consciente del mundo. Señala que la manufactura de herramientas es evidencia de un nivel cognitivo superior al de otras especies y que la “transformación del mundo de manera consciente y sistemática y con un propósito orientado a otro tiempo y lugar, más allá de la ocupación inmediata, es una conducta que está lejos de ser compartida ampliamente con otras especies…” (Arqueología cognitiva: atisbos de la mente del homínido
, Ludus Vitalis, vol. X, núm. 18, México, 2002). Las palabras en cursivas y lo que dice la autora en el siguiente pasaje, concurren con la tesis central de Homo Prospectus:
“La aparición del Homo habilis, el autor de las primeras herramientas de piedra, configura así uno de los mayores eventos que el mundo ha atestiguado: el surgimiento de una especie que… usó sus manos para transformar el mundo de acuerdo con sus planes y proyectos”. [Ponce de León cita a Phillip Tobias]: “Dobzhansky reconoció dos grandes pasos hacia adelante en el desarrollo de la vida. La Primera Trascendencia fue el origen de la vida en sí misma, la Segunda Trascendencia, el arribo del Hombre con su paquete de sobrevivencia futurista. Homo habilis, el endeble homínido, anunció la Segunda Trascendencia al mundo, y ni los homínidos ni el mundo pudieron ser los mismos nuevamente. A partir de entonces, la conducta del hombre, sus modificaciones, su sobrevivencia, vinieron a ser determinadas más y más por lo que él podía hacer con sus manos, bajo sus vigilantes ojos y el control de su ágil, anticipador, previsor y planificador cerebro”.
Es muy clara la coincidencia entre la sicología positiva (y ahora futurista), lo mejor de la paleoantropología y la antropología filosófica de Marx-Márkus. Volvamos a estos autores. El carácter mediado de la actividad vital humana, el trabajo, señala Márkus, tiene dos consecuencias (parafraseo sin citar textualmente):
En primer lugar, amplía constantemente el ámbito de las cosas que pueden servir de objetos de su trabajo, convirtiendo así al hombre en un ser natural universal, potencialmente capaz de transformar en objeto de sus necesidades y de su actividad todos los fenómenos de la naturaleza. Mientras más amplía los objetos de su actividad, más desarrolla sus capacidades y necesidades humanas. La característica primordial del hombre es la auto-actuación que forma su propio sujeto ( ser histórico-universal). En segundo lugar, ese carácter mediado del trabajo produce y supone necesariamente una ruptura de la fusión animal de necesidades y objeto, de sujeto y objeto. En contraste con la actividad del animal, en la que coinciden el motivo (el estímulo) y el objeto (al que se orienta la actividad), en el trabajo humano dejan de coincidir motivo y objeto. Por eso, no existe para el animal ningún mundo como objeto independiente y tampoco existe el animal mismo como sujeto independiente de su objeto. Es decir, el animal no es consciente del mundo ni autoconsciente. En cambio, el mundo objetual aparece al hombre con independencia de la relación del individuo con él, como realidad objetiva frente a la cual llegan a la conciencia como subjetivos los deseos humanos, los fines y las necesidades, el mundo interior emocional e intelectual del hombre. El trabajo engendra el ser consciente y el ser-autoconsciente del hombre. El lenguaje fija los rasgos estructurales de la conciencia social general… Como consecuencia de la multilateralidad práctico-material del hombre se produce la universalidad de su conciencia.
Mi enfoque de florecimiento humano tiene dos pilares, uno metodológico y otro sustantivo. Éste consiste en la definición del elemento constitutivo de lo bueno, para lo cual partí de la postura de Marx: la riqueza humana como el desarrollo de las necesidades y capacidades humanas (fuerzas humanas esenciales), que forman una unidad dialéctica. Una lectura detallada confirmó que los mejores análisis de las necesidades humanas terminan vinculándolas con las capacidades humanas (aunque casi siempre de forma implícita y no consciente). La postulación del desarrollo de la unidad de necesidades y capacidades, es decir, de las fuerzas esenciales humanas, como el elemento constitutivo de lo bueno es una consecuencia de un hallazgo repetido: esta unidad se encuentra en el fondo de los conceptos y argumentos de estos análisis.