El juicio al presidente
a Cámara de Representantes de Estados Unidos aprobó, en una votación dividida entre demócratas y republicanos, iniciar una investigación oficial sobre la insólita solicitud que el presidente Trump hiciera a su homólogo de Ucrania: condicionar la entrega de la ayuda militar autorizada por el Congreso que le permitiría defenderse de la sistemática agresión rusa a que se investigara al hijo de uno de sus rivales políticos, el ex vicepresidente Joe Biden, en su calidad de consejero de la principal compañía energética de aquella nación.
No existen antecedentes en las relaciones de Estados Unidos con otras naciones de que algún mandatario haya tenido tamaña ocurrencia. Anteponer el interés personal por encima del de la nación se considera como una grave falta a la ética que debe guardar el presidente. Así lo cree la mayoría de los legisladores demócratas en el Congreso. En cambio, 85 por ciento de los republicanos estima que el presidente no merece la menor crítica, ya no digamos la mínima sanción al respecto. La opinión pública está dividida por partes iguales en favor o en contra de investigar al jefe de la Casa Blanca con la finalidad última de retirarlo de su cargo. En este contexto vale poner el acento en las consecuencias políticas de la determinación tomada por la mayoría demócrata en la Cámara de Representantes. Al margen de las revelaciones que surjan de la investigación y de la posibilidad, por lo visto lejana, de que se revoque de su cargo al presidente, ¿hasta dónde el inicio formal de las investigaciones redundará en perjuicio de las aspiraciones demócratas de ganar las elecciones en 2020 en cada uno de los niveles en juego: presidente, Congreso, y legislaturas locales?
En el fondo, los demócratas no tenían otra salida. De no iniciar la investigación y el juicio consecuente al presidente, hubieran faltado a la obligación establecida en la Constitución que exige al Ejecutivo, Legislativo y Judicial vigilar y sancionar mutuamente su conducta. Esa obligación constitucional los llevó a una encrucijada que no pudieron evitar. En un país dividido entre quienes quieren evitar que Trump se relija, los que tratan de asegurar que lo logre y aquellos que no tienen claro lo que quieren, es una apuesta que en último término se decidirá hasta noviembre de 2020.
Del resultado del juicio que comienza, por justo o injusto que se considere, no parece que dependerá la suerte del presidente, por ahora.