El prestigioso recinto exhibe 60 piezas representativas del innovador artista venezolano
Miércoles 27 de noviembre de 2019, p. 4
Bilbao. Caminar al tiempo entre la espesura de los lienzos y la sutileza callada de un engranaje compacto y silente, con la geometría como punto de partida de una exploración estética que pretendía ir más allá del lenguaje artístico. Jesús Soto, el alquimista y artista venezolano que revolucionó el arte contemporáneo en la segunda mitad del siglo XX, es el gran protagonista de la amplia retrospectiva que le dedica el Museo Guggenheim de Bilbao, en la que no sólo se explora con visión renovada y sugerente su llamada cuarta dimensión
, sino también vuelve a su origen, al de la geometría cuadrada como alimento de su arte cinético, como el sostén de su levitación obsesiva del espacio.
Jesús Soto fue uno de los grandes innovadores del arte en el siglo XX. Nació en Ciudad Bolívar en 1923, y con sólo 22 años se trasladó a vivir a París, de donde ya nunca se iría, imbuido por las vanguardias, el bullicio estético y artístico en Europa y, sobre todo, la construcción de su imaginario.
De ese universo de lianas en armonía, que se erigen en monumentos a la improvisación de las emociones, en breves y fugaces albergues de las emociones de los espectadores que se sumergen en sus obras, siempre creadas y construidas con la pretensión de que sean tocadas, habitadas e incursionadas por quien las contempló. El que mira acaba formando parte de lo que mira. Y lo que se mira siempre acaba incorporándose en la memoria sensitiva e intelectual de quien la miró.
El prestigioso Museo Guggenheim de Bilbao se embarcó en un proyecto para disfrutar a fondo de la gran obra de Soto, pero también con el propósito de situar sus aportaciones artísticas y filosóficas en el discurrir del arte contemporáneo, que, según la propia exposición, tanto le debe al creador venezolano.
La exposición, titulada Soto. La cuarta dimensión, recorre las cinco décadas de la trayectoria artística del creador por medio de 60 obras, algunas de las más representativas de su bagaje. Es la primera gran retrospectiva de Soto en Europa, que además se lleva a cabo 45 años después de la que en su día le dedicó el Museo Guggenheim de Nueva York y de la antológica, aunque de menor tamaño, que se llevó a cabo en el Palacio Velázquez de Madrid en 1982.
Entre las piezas que se exhiben figuran obras de su emblemática serie Penetrables, las cuales requieren la participación del espectador, que las atraviesa, para cobrar vida y movimiento, así como las de Volúmenes virtuales, las Extensiones y las Progresiones.
El dinamismo de las obras de Soto (al contrario de las de otros creadores que exploraron la forma de dotar de movimiento a sus obras) lo provoca el espectador al moverse ante la pieza que permanece inmóvil en la pared o en el suelo de la sala donde se exhibe.
Para conseguir el efecto óptico de movimiento, Soto recurrió a formas geométricas como cubos, cuadrados, espirales y líneas verticales u horizontales, y a materiales como varillas (de plástico o metal), alambres e hilos de nailon o plexiglás, solos o combinados con maderas y planchas de metal pintadas. Las formas geométricas y los materiales empleados dan a la obra de Soto, según explicó el curador Manuel Cirauqui, una sensación de vibración, visual en unos casos y sonora en otros.
En entrevista con La Jornada, Cirauqui explicó que sin duda en la exposición está lo más representativo de la obra de Soto; es una visión panorámica que da una idea cercana de lo que fue su obra a pesar de que fue un creador muy prolífico
. El curador definió la muestra como una antología que está hecha para que el artista sea pensado y visto de nuevo, aprovechando un momento que nos parece importante recordarlo, pues Soto tiene su lugar en la historia del arte y es sin duda una de las figuras irreductibles
. La muestra podrá visitarse hasta el próximo 9 de febrero.