l Banco de México informó que entre enero y noviembre de 2019 el país captó 32 mil 965 millones de dólares por concepto de remesas, el monto más alto que se haya registrado. La mayor parte de ese dinero proviene de los mexicanos que se encuentran en Estados Unidos, quienes además han incrementado las cantidades que envían de manera mensual: éstas pasaron de 322 a 326 dólares en promedio entre noviembre de 2018 y el mismo mes del año recién terminado.
Por una parte, estas cifras reflejan el enorme esfuerzo de los mexicanos y sus descendientes en el exterior para apoyar a sus familiares que permanecen en México mediante el sostenido envío de recursos económicos. Por otra, dan cuenta de la dependencia que el conjunto de la economía nacional tiene hacia esta fuente de ingresos: de acuerdo con información oficial del Banco de México, en la primera mitad de 2019 las remesas superaron en 32 por ciento a la captación de divisas por exportación de petróleo, y en 29 por ciento a la que fue producto del turismo internacional.
También queda claro que estas transferencias constituyen una fuente de alivio para los millones de familias mexicanas que dependen de ellas para cubrir una parte o el total de sus gastos diarios, particularmente en Zacatecas, Michoacán, Nayarit, Oaxaca y Morelos, las entidades con mayor porcentaje de población beneficiada por estos recursos. Asimismo, impactan de manera positiva en las pequeñas, medianas y grandes empresas que colocan sus productos y servicios entre las personas que reciben remesas, todo lo cual cobra una relevancia especial en coyunturas de ralentización de la actividad económica interna, como la que atraviesa actualmente el país.
Sin embargo, todos estos beneficios obligan a reflexionar acerca de la fragilidad de una economía que depende en tan gran medida de la buena voluntad (y el esfuerzo) de quienes debieron salir de su propia tierra en busca de oportunidades de trabajo o huyendo de la inseguridad. Esta consideración cobra un carácter urgente en un entorno de creciente hostilidad del gobierno federal estadunidense contra la presencia de inmigrantes, escenario adverso que amenaza con extenderse por otro cuatrienio ante las posibilidades de relección de Donald Trump.
Por lo dicho, es evidente que esta dependencia no debería prolongarse, y que en consecuencia las autoridades de todos los niveles tienen el deber de buscar alternativas de diversificación y crecimiento de la economía. En este sentido, cabe recordar que la gran promesa del gobierno de la Cuarta Transformación hacia los mexicanos migrantes reside justamente en crear las condiciones a fin de que ninguna persona se vea forzada a buscar oportunidades fuera de México, así como para que quienes deseen regresar puedan hacerlo con garantías de que aquí podrán desarrollar una vida digna. Para que esta promesa se cumpla, será necesario no sólo terminar con el fenómeno de violencia delictiva que es hoy el principal motivo de preocupación de los ciudadanos, sino además dar con los mecanismos que permitan generar, en el interior del país y de manera sostenible, esos 32 mil millones de dólares que hoy envían los paisanos desde otras latitudes.