Jueves 5 de marzo de 2020, p. a12
Dicen que los espacios urbanos cobran vida cuando se los apropian los ciudadanos. Algo parecido ocurre con los festivales musicales, en una época con predominio del concepto consumidor por encima de audiencia.
El Nrmal es una especie rara en ese panorama. Es un encuentro al que los organizadores apostaron desde su fundación, hace más de una década, para crear un espacio independiente en un Monterrey dolido por la violencia en 2010. Fue un tiempo de sucesos dolorosos que desataron miedo y paranoia en sus habitantes.
En ese contexto, un festival como el Nrmal apenas parecía un pinchazo de luz en medio de tanta negrura. Los jóvenes encontraron un oasis para comunicarse en comunidad, al abrigo de la música y de una serie de acontecimientos relacionados con las culturas emergentes.
La apuesta desde el inicio ha sido generar una suerte de comunidad. Quien asiste al Nrmal lo hace suyo desde el principio y no lo suelta, como pasa con las buenas amistades.
El talento ha sido parte de esa seña de identidad con músicos de prestigio que no aparecen en los circuitos de consumo masivo corporativos, pues tienen un pie en la tradición y otro en la ruptura.
Por ahí han desfilado leyendas como Silver Apples, Swans, Psychic TV, Gudrun Gut, Slowdive o Mazzy Star, sin dejar de lado sonidos en tendencia como Grimes, Blood Orange o Sky Ferreira.
El festival cambió de sede en 2014 y se asentó en la Ciudad de México. A pesar de la mudanza, los organizadores no han dejado de poner el acento en la diversidad sonora.
Este año la apuesta mantiene ese espíritu. The Sea and Cake, una propuesta deliciosa surgida de las entrañas de la escena de Chicago, con un pop de aromas jazzeados; Bush Tetras, como testimonio del post punk neoyorquino, y Flying Lotus con su caleidoscopio de fragmentos que anticipan un cierre inolvidable.
La cita es este sábado a partir de mediodía en el Deportivo Lomas Altas, en avenida Constituyentes, fecha ideal en la que caben edades, géneros, culturas en armonía.