Martes 31 de marzo de 2020, p. 14
Desde enero pasado, proteger en todos los ámbitos a los adultos mayores –el grupo de población más vulnerable al coronavirus– es más que una cuestión de tradiciones, idiosincrasia o llamados de buena voluntad a las familias o los gobiernos. Es una obligación.
El 24 de ese mes, el Diario Oficial de la Federación (DOF) publicó reformas a la Ley de los Derechos de las Personas Adultas Mayores, cuyo artículo 6º establece que corresponde al Estado garantizarles condiciones óptimas de salud, educación, nutrición, vivienda, desarrollo integral y seguridad social
.
El tema es también de alto espectro económico.
En México viven alrededor de 12.9 millones personas mayores de 60 años y, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), el valor del trabajo no remunerado en labores domésticas y actividades de autoconsumo (donde se incluyen cuidados y apoyos
a los integrantes del hogar) tuvo en 2018 un equivalente a 5.5 billones de pesos y una participación de 23.5 por ciento respecto al producto interno bruto (PIB). Al subrenglón de atención no asalariada a las familias correspondió una participación de 7.5 por ciento del PIB.
Las modificaciones a la ley irían en concordancia con las aprobadas al artículo 4º de la Constitución para garantizar programas sociales y el sistema nacional de salud para el bienestar a los grupos de población vulnerables.
De ese modo, las familias deben cumplir su función social
y velar de manera constante y permanente
por los adultos mayores, además de ser responsables de mantener y preservar su calidad de vida
y otorgarles los satisfactores necesarios para su cuidado, atención y desarrollo integral.