Banorte, agiotista// Robo descarado
e pronto –en el discurso, claro está– los buitres bancarios se transformaron en blancas y solidarias palomas, cuya única pretensión –según dijeron– es ayudar
a su clientela en los aciagos tiempos pandémicos. La banca en su conjunto la apoyará ante la emergencia del Covid-19 e incluirá todo tipo de créditos
(Luis Niño de Rivera, presidente de la Asociación de Bancos –en– de México).
El compromiso
público fue que los usuarios de crédito “podrán diferir los pagos de los próximos cuatro meses para fechas posteriores; esto es, que las condiciones del crédito permanecen como se contrataron originalmente, pero en los próximos cuatro a seis pagos se irán amortizando más adelante, ya sea añadiendo esos meses al final del crédito o incluyéndolos en pagos posteriores.
Las personas que tengan un crédito hipotecario, automotriz, de nómina, una tarjeta de crédito, personas físicas con actividad empresarial o con crédito para el campo serán apoyadas. Se trata de ayudar a salir del impacto económico por el Covid-19; lo que hacemos es dar liquidez hoy a la clientela y retomar los pagos cuando su situación económica sea solvente; se trata de actuar bien y rápido” (el mismo banquero dixit).
Pero, como siempre, la realidad es inversamente proporcional al cúmulo de compromisos
y apoyos
ofrecidos por los barones del dinero, todo ello aderezado con el intimidatorio cuan ilegal bombardeo de llamadas telefónicas (todos los días, a todas horas) de su ejército de call centers y gansteriles despachos de cobranza.
Sucede en todas las instituciones financieras, pero un ejemplo concreto es Banorte, el único banco mexicano sobreviviente de la extranjerización zedillista y foxista, tras la reprivatización salinista de 1991-1992 (el beneficiario fue Roberto González Barrera, Don Maseco, pero ahora todo lo controla su yerno, el inefable Carlos Hank Rhon, hijo de El Profesor, capisci), para el que los compromisos
, ayudas
y conexos sólo existen en el discurso.
A la redacción de México SA llega la queja de un cliente de Banorte, quien relata que por falta de movilidad (esta persona está en cuarentena), más que por razones financieras, logró pagar su tarjeta de crédito, pero con un retraso de 24 horas. Cubrió el monto exigido por esa institución financiera, pero se encontró con la salvaje novedad de que a su saldo ya le habían cargado intereses moratorios, independientes de los que se generaron en el mes. A eso se añade gastos de cobranza
, que bien podría entenderse como el pago a los perros rabiosos de los call center y a los gansteriles despachos de cobranza.
De por sí son brutales los intereses que cobra la banca por el uso de tarjeta de crédito, y en plena pandemia (sin olvidar que nuestra intención es ayudar a la clientela, y actuar bien y rápido
, según Niño de Rivera) cargan intereses moratorios y gastos de cobranza
. La denuncia del lector de La Jornada subraya que se comunicó con funcionarios de Banorte para detallar las razones de su retraso de 24 horas, pero fue como hablar con una piedra. ¿Dónde quedó el compromiso
y ayuda
de los banqueros? (en voz de su presidente Luis Niño de Rivera).
Banorte otorga diferentes tarjetas de crédito, con tasas de interés de entre 55 y 75 por ciento (la información es de la Condusef) en un país con una inflación anualizada de 3.7 por ciento (al cierre de marzo pasado); es decir, le carga a su clientela una tasa de interés entre 15 y 20 veces mayor a la inflación. Y eso, en buen castellano, se llama agiotismo puro.
Entonces, ¿qué parte de la emergencia sanitaria no ha entendido Banorte? ¿Qué parte de los apoyos
comprometidos por la Asociación de Bancos –en– de México convenientemente olvidó
esa institución financiera? El problema es que Banorte no es la excepción, sino la norma en el sistema bancario que opera en el país.
Las rebanadas del pastel
Va un fuerte, sentido y solidario abrazo para Paloma, Patricia y Ana por la irreparable pérdida de nuestra querida tía Pelancha, último familiar directo del exilio republicano en México.