Domingo 26 de abril de 2020, p. 29
Los mariachis no se resignan a callar. La plaza Garibaldi –cuna de la música vernácula en la Ciudad de México– y su emblemático Salón Tenampa sufren por la pandemia que ahuyentó al turismo y encerró a los capitalinos en sus casas.
Decenas de músicos se resisten a sepultar este mítico lugar, permanecen día y noche en espera de alguien que se arriesgue a transgredir la sana distancia para escuchar una canción, llevarlos a la serenata, a tocar en un velorio o reunión familiar.
Ni el sismo de 1985 que enlutó el gremio, al caer el edificio San Camilo que albergaba a muchas familias de mariachis, les impidió continuar con el oficio, cuenta Manuel González Rodríguez, con más de 50 años de tocar su guitarra ahí, porque viven al día, una semana me puedo quedar guardado en mi casa, pero más no
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Pasan de las 9 de la noche y llega una camioneta con un grupo de personas a solicitar canciones, seis son los afortunados de entre más de 70 que se arremolinaron y frente al Museo del Tequila y el Mezcal comienzan con Esclavo y amo, que popularizó Javier Solís, muy querido en el gremio porque salió de aquí
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A decir de Cristóbal Rivera Villanueva, el censo de la Unión Mexicana de Mariachis tiene a más de mil 800 agremiados que en diferentes turnos y días hacen uso de la plaza para subsistir. Explica que como trabajadores no asalariados esperan apoyo del gobierno de la Ciudad, pero sólo la Secretaría del Trabajo tiene registrados nada más a unos 400, por lo que han buscado el apoyo de diversas fundaciones. Recordó que en días pasados Moca Sandoval, de la alcaldía Cuauhtémoc, les dio 15 despensas, pero habíamos más de 100
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El Salón Tenampa, que tuvo entre sus asiduos asistentes a los mejores exponentes de la música ranchera como José Alfredo Jiménez, Lola Beltrán, Jorge Negrete, Amalia Mendoza, Pedro Vargas y fue escenario de películas con Pedro Infante, Mario Moreno Cantinflas y Germán Valdés Tin Tan, tiene sus puertas cerradas, así como el famoso mercado San Camilito; sólo algunas fondas, como Antojitos Doña José, prepara comidas, para llevar frente al desierto paseo de las luminarias en la calle Honduras, ocupado nada más por las efigies de algunas personalidades.
Josefina Nieto, encargada del local, ve con tristeza la plaza vacía y la desesperación de los músicos que también ella comparte ante la falta de clientes. ¿Dónde están todos esos que se hicieron famosos con el mariachi: Luis Miguel, Thalía, Yuri, muchos. ¿Dónde están ahora que los mariachis los necesitan?
Es de noche en Garibaldi. Cae una ligera lluvia y medio centenar de músicos y cantantes se guarecen en la marquesina del museo; la escena es la misma: pasan de las 9 y sólo un auto se ha acercado con un trío de juerguistas a pedir canciones.
A pesar de la desolación, Leonel Lemus asegura que el virus no mata a Garibaldi: Es más fácil que nos mate el hambre. Se le tiene miedo a la enfermedad, pero hay que llevar de comer a la familia. Garibaldi sólo se va a morir si nos sacan a todos los músicos
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