La intensa carga de trabajo para las familias encerradas por la emergencia sanitaria ha hecho que los padres de familia, en especial las mamás, revaloren la labor de los docentes y el tiempo que sus hijos pasan en la escuela.

Varias mujeres entrevistadas por La Jornada coincidieron en que una de las cosas buenas de esta pandemia es que se han dado cuenta de la capacidad, compromiso y vocación de las maestras y maestros con la niñez y su desarrollo académico.

Daniela, comunicadora corporativa, tiene hijos de 7 y 3 años. Regularmente sus jornadas de trabajo son largas y para el cuidado de sus pequeños se apoya de su mamá y una nana. Sin embargo, la cuarentena ha intensificado sus labores: a la constante presión de sus jefes se suman las actividades escolares de los niños.

Aunque hagamos un gran esfuerzo, los padres nunca seremos los maestros, no tenemos la formación para transmitir el conocimiento. Tienen que preparar clases, lidiar con ellos gran parte del día y contar con materiales. Debemos valorar su labor.

Alma lo sintetiza en una sola frase: “Desde el primer día me dije ‘benditas sean las maestras’”.

Ella es trabajadora social en un hospital público y tiene un hijo de 9 años. Vivo en una angustia constante al laborar en el punto de mayor riesgo, cuando regresas a casa debes tomar todas las precauciones de sanitización. A mis actividades profesionales, familiares y personales hay que sumar la de maestra. Mi hijo tiene clases virtuales de 9 a 1 y después vienen las tareas. Es muy complicado.

Evelia tiene dos adolescentes de 14 y 12 años. Es empleada doméstica y, además del estrés por la falta de trabajo, enfrenta una complicada situación: no tienen computadora en casa y los niños van a un cibercafé cercano para tomar sus clases, pero no lo hacen todos los días por las limitaciones económicas.