ntrevista con Emiliano Ruiz Parra, director de la nueva escuela de periodismo Corriente Alterna:
–¿Por qué como periodista te has inclinado por lo más dramático que le sucede al ser humano y has actuado como corresponsal de guerra?
–Creo que el periodismo no es sólo la gran historia de lo que hacen los grandes hombres, sino el de los de a pie, el periodismo que refleja sentimientos, emociones, dolores de personas normales, mujeres que han estado invisibilizadas durante siglos.
–¿Harías una gran diferencia entre periodismo y literatura?
–El periodismo es una forma de literatura en la que no hay ficción. Es un vehículo que expresa la complejidad de la vida. La novela, el cuento, la poesía, el teatro, son búsquedas del alma, reflejo de grandes conflictos, pero el periodismo se puede hacer de muchas maneras. Hay periodismo muy duro enfocado en datos, en detectar corrupción, en seguir el rastro del dinero; lo hay para dar noticias inmediatas, lo hay para la reflexión. A mí me gusta hacer periodismo de investigación y contar los sentimientos profundos de mujeres y hombres; relacionarlos con los grandes temas, problemas y conflictos de la sociedad de una nación.
–En tu libro Ovejas negras, que editó el gran periodista Guillermo Osorno, te interesas en Sergio Méndez Arceo, Samuel Ruiz García, Alejandro Solalinde, Pedro Pantoja, Javier Sicilia, Raúl Vera, Raúl Rodríguez, José Barba y sacerdotes casados y mujeres en el púlpito. ¿De dónde te nació ese interés por la religión católica y a qué se debe?
–Por la rebeldía. Encontré un sector de clérigos, de laicos, de sacerdotes y de obispos en la Iglesia misma. Me llamó la atención un sentido de rebeldía que, por otro lado, recupera la rebeldía misma del evangelio de Marcos, quien nos habla de un Jesús muy contestatario, muy en conflicto con el orden establecido de su sociedad y muy preocupado por la gente que sufre. Las que más sufrieron en esa época fueron las mujeres totalmente invisibilizadas, los niños, las trabajadoras sexuales, los migrantes, los que no eran ciudadanos, digamos, ya fueran de la nación judía o de la nación romana.
–En concreto, tus héroes son quienes protegen a los olvidados de siempre.
–Sí, militaban y militan por los migrantes, las víctimas de la guerra contra el narco, la gente más pobre…
–¿Te contagiaron?
–Sí, retomo un verbo que ahora está de moda. Los llamados las ovejas negras
de la Iglesia católica se contagian de ese dolor y lo convierten en una resistencia que, por supuesto, implica un desafío a la autoridad de su propia Iglesia.
–El clero…
–Con el papa Francisco hay más libertad, pero seguimos teniendo obispos y arzobispos alineados con el conservadurismo, con los grandes millonarios a quienes les molesta que la Iglesia adopte una posición social y política, y denuncie: Esto está mal
.
Me fascinó la capacidad de rebeldía de Méndez Arceo, Samuel Ruiz García, Raúl Vera, Alejandro Solalinde, Pedro Pantoja, José Barba y del padre obrero Carlos Rodríguez, que convirtieron su sacerdocio en acciones concretas: poner un albergue para migrantes, asumir la defensa de madres con hijos desaparecidos, denunciar a sacerdotes pederastas. Esa rebeldía fue lo que me hizo buscarlos y descubrir que, afortunadamente, hay muchos más dentro de la Iglesia católica y dentro de otras que nos dan un ejemplo de entereza y de inteligencia.
Figuras de gran talla en AL
–¿Consideras que a partir de Helder Cámara, en Brasil, América Latina ha dado al catolicismo figuras de gran talla?
–Sí, ese giro lo dio un sector de la Iglesia mexicana. Mencionas a Helder Cámara, pero nosotros tuvimos a Méndez Arceo, a Samuel Ruiz con la Teología de la Liberación, que se hizo indigenista, y ahora, para ser más incluyente, se llama Teología India.
–¿Crees que la Iglesia mexicana se abrió a otras maneras de hacer teología, no sólo la liberacionista con su visión marxista de la realidad?
–Sí, gracias a esas figuras centrales.
–Emiliano, ¿por qué escogiste para Los hijos de la ira a guerrilleros, petroleros, migrantes, mineros, invasores, periodistas y finalmente un personaje llamado El Poeta?
–Porque son víctimas de la violencia. Busco siempre la historia que no ve la gran historia, tampoco el gran periodismo, pero que necesitamos ver para entender nuestra realidad. Ahora, como director de Corriente Alterna, portal y taller permanente que forma a estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), 21 becarios, muchachos y muchachas: 11 mujeres y 10 hombres, la mayoría en sus 20 años.”
Periodismo analítico y riguroso
“Es un proyecto que encabezo para estudiantes de la UNAM en el que seis periodistas profesionales enseñan. Queremos hacer un periodismo riguroso, muy confiable, que analice fenómenos sociales y sea capaz de contar historias.
“Mi prioridad es formar a jóvenes en Corriente Alterna en nuestra redacción, en Tlatelolco, en la torre de la cancillería. Mi búsqueda es transmitir y fomentar la práctica del periodismo fuera de caminos trillados, boletines, convencionalismos, flojera, el ‘ahí se va’. Toda mi atención está puesta en que 21 jóvenes de la UNAM adquieran herramientas para contar historias, desarrollen su olfato, pregunten como decía Cervantes y sean ‘curiosos impertinentes’, como debe ser todo reportero.
–¿Y tú?
–Claro que pienso seguir escribiendo, porque esa es mi pasión, y espero escribir hasta el día que muera.
Estoy terminando una crónica sobre un pequeño barrio en Ecatepec que se llama Golondrinas.
–¿Van a ir tus estudiantes más allá de las mañaneras
y las declaraciones de secretarías de Estado?
–Las conferencias de prensa ya están cubiertas; tenemos que mirar hacia otro lugar, alumbrar los barrios populares, el campo, los sectores indígenas, las personas con discapacidad, los migrantes; contar la historia de la escasez de agua en México, por qué la alimentación ha estado tan mal distribuida, decir que el México pobre es un punto de muerte por la epidemia; por qué México tiene problemas de obesidad y diabetes, analizar cómo se ha desmantelado el sistema de salud, cómo los médicos residentes ahora mismo corren peligro porque no tienen insumos.
Queremos contar nuestra experiencia y transmitir esa pasión, no sólo la gran noticia del día, sino historias de los que nunca son noticia y merecen serlo.
–Ahora mismo podríamos denunciar la total indiferencia de la Iglesia católica ante el nuevo coronavirus…
–Esto que dices es totalmente cierto y muy triste. Refleja a un episcopado de muy bajo nivel que creció encerrado en las paredes de su seminario, con una formación intelectual tomista, de Tomás de Aquino, literalmente medieval, basada en un paradigma incapaz de dar respuestas mínimas a problemas sociales, incapaz de acompañar de manera empática, fraterna a los millones de personas que esperan que les levanten la moral.
–¿Revela el bajo nivel de compromiso de nuestra jerarquía?
–Es una reacción fría, distante. Como no hay misas ni bautizos, los sacerdotes no reciben ingresos en sus parroquias. No todos son indiferentes, insisto, siempre hay excepciones valiosas. Los albergues, Elena, siguen recibiendo migrantes, algunos que regresan de Estados Unidos a su país en Centroamérica, así como sacerdotes laicos que se mantienen en la primera línea de atención en medio de la pandemia del Covid-19, comprometidos y heroicos a pesar de que la respuesta institucional es muy decepcionante.