Aumenta la frecuencia de sus crisis
Lunes 29 de junio de 2020, p. 4
Abraham no concibe por qué, desde hace más de tres meses, no puede visitar uno de sus lugares favoritos: el Bosque de Aragón. Lo que más disfruta es correr y caminar por esos jardines, actividades que le ayudan sobremanera a mantenerse en calma.
Extraña perseguir mariposas o simplemente mirar el verde de los árboles. El encierro a causa del Covid-19 ha roto sus necesarias rutinas. Hoy, los episodios de crisis son cada vez mayores, pues vive con trastorno espectro autista (TEA). La cuarentena ha sido un complicado proceso tanto para este chico de 15 años como para su familia.
El encierro lo ha cambiado todo
Está muy alterado, pues como todo niño con diagnóstico TEA, sus rutinas son fundamentales para estar en equilibrio. El confinamiento lo ha cambiado todo: no hay terapias, no podemos ir a hacer ejercicio ni a sus habituales caminatas en el bosque o sus juegos. No poder salir lo tiene nervioso, irritable y grita por horas. Ha adoptado conductas desafiantes y hasta se pone agresivo. No ha sido sencillo
, señala su madre, Alma Delia Hernández.
Pese al riesgo que significa romper el confinamiento y salir a las calles, tiene que hacerlo. Estar constantemente encerrado lo lleva al extremo de las crisis. Y aquí, su madre enfrenta un nuevo dilema: convencerlo de ponerse un cubrebocas es todo un desafío. Además, estar en la calle los ha llevado a ser juzgados por otros que desconocen la condición del pequeño.
Judith Vaillard, directora de Domus Instituto de Autismo AC, refiere que debido al encierro, la calidad de vida para las familias con algún integrante con TEA es todavía más compleja.
Aunque no hay cifras oficiales certeras sobre este trastorno, se estima que uno de cada 115 niños presenta algún grado de autismo. En México se calcula que hay unos 5 mil pequeños con TEA, aunque los expertos apuntan que la cifra puede ser más alta.
Médicamente el autismo no se considera una enfermedad, sino una condición genética que afecta en mayor o menor medida la interacción social por medio de la comunicación, la conducta, el lenguaje y la integración sensorial de las personas. Quienes presentan esta condición, interpretan de manera distinta las palabras, los colores, las formas y los sonidos del mundo exterior, por lo que se les dificulta la integración a la sociedad y más aún a un entorno educativo y laboral.
Para Violeta e Israel, padres de Sabina y Santiago, dos pequeños de ocho y diez años de edad, con grado dos y uno de TEA, respectivamente, la cuarentena ha sido menos dura. Una ventaja ha sido la presencia de Israel en la casa.
La falta de contacto con otras personas no es nueva para ellos. Desde que los niños fueron diagnosticados sus allegados se fueron alejando. Si ves a Sabina no notas su autismo, pues pese a ser profundo, es casi invisible. Pero cuando está muy excitada o exaltada grita mucho y eso molesta a otros y por eso la misma gente te va haciendo a un lado
. En medio del encierro obligado, esto se volvió una ventaja.
La parte más complicada son las necesarias visitas al supermercado. No pueden dejarlos solos y las reglas del distanciamiento social les impiden el ingreso a toda la familia. Han tenido que explicar una y otra vez a consumidores, a vigilantes y a empleados la situación.