Lunes 29 de junio de 2020, p. 4
Antes de la cuarentena por la pandemia de Covid-19, Sebastián era un tornado. A sus siete años de edad, todas las semanas iba a nadar, al karate, a jugar con sus amigos de la escuela y a correr en el parque con su abuelo, pero desde hace casi tres meses tuvo que cambiar casi por completo su mundo de movimiento por la pantalla de un celular.
“Jugaba muchísimo con mis compañeros y ahora hago ejercicio una vez a la semana. Quiero andar con mis amiguitos corriendo y jugando a las trais, pero sólo los veo en videollamada, como te estoy viendo a ti. Si no existieran los celulares, sería muchísimo más difícil”, dice el pequeño.
Zaira, su mamá, se las ha ingeniado como ha podido para que su hijo canalice toda la energía que antes podía derrochar en espacios abiertos. El hecho de que en su edificio haya muerto un vecino por Covid-19 lo hizo restringir aún más sus pasos fuera de casa.
Ha sido difícil, porque él tenía mucho movimiento físico. Dos o tres veces a la semana tenía alguna actividad y en el recreo era como un chivo loco: corre y corre. A veces ponemos música y bailamos o jugamos a las escondidillas, pero ¿cuánto podemos correr en 75 metros cuadrados, chocando contra los muebles?
, dice.
De acuerdo con el Unicef, la pandemia de coronavirus ha implicado que unos mil 600 millones de infantes de todo el mundo (casi 40 millones de ellos en México) hayan tenido que recluirse por seguridad, lo cual tiene efectos diversos sobre su desarrollo físico, cognitivo y emocional, entre ellos el aumento de la ansiedad.
El experto en sicología infantil Álvaro Pallamares explica en entrevista con La Jornada que durante sus primeros años de vida, los niños tienen un desarrollo exponencial de complejidad mental. En el cerebro de un niño de un año, ocurren unas 700 sinapsis nuevas por segundo, y esto está mediado por el movimiento y la interacción con el otro
.
Aunque el juego tiene un aspecto claramente sicomotriz, afirma el director de Redes de la Fundación América por la Infancia, hay otra área que tiene que ver con la progresiva comprensión del mundo. Jugando, aprendemos a relacionarnos con sistemas complejos
.
Según un estudio reciente de la Universidad de Oxford, después de un periodo de encierro de apenas un mes, los niños y niñas de entre 4 y 10 años de edad ven aumentar sus dificultades emocionales, como sentirse infeliz, ansioso, preocupado y con demasiado apego
por sus padres o cuidadores.
Ante este escenario, las propuestas de solución de los especialistas son variadas, aunque todas ellas coinciden en la necesidad de no bajar la guardia ante la enfermedad por tener un rato de esparcimiento, ni darle un espacio excesivo a los videojuegos o la televisión.
La pediatra Paola Vidal Rojo, vicepresidente de la asociación civil Red Down México, advierte que aunque salir en época de pandemia no deja de implicar un riesgo para los niños y sus familias, hacerlo con moderación puede ser una alternativa, siempre y cuando se tengan los protocolos de seguridad adecuados.
Por su parte, Álvaro Pallamares coincide en que un poco de actividad en exteriores, debidamente regulada, puede ser de gran ayuda, aunque también enfatiza que los padres deben darle dosis adecuadas de ejercicio físico a sus hijos con rutinas y juegos dentro de casa, en vez de dejarlos todo el día con una pantalla en las manos, porque romper esa dinámica será muy difícil después.
Para consultar nota completa: https://bit.ly/2ZhuYbE