De apelar a la humildad
a quinta Antología Toxicológica 2020 reporta mil 108 artículos de denuncia
sobre los maleficios del glifosato, en tanto que la Federación Mexicana de Colegios de Biólogos aseveró que dicha sustancia es una amenaza grave para el patrimonio natural biocultural y la conservación de la riqueza genética y de las especies animales y vegetales del país
(La Jornada, 13/8/20). En la misma nota se citan las palabras de un especialista de la Comisión Intersecretarial de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados sobre “alternativas naturales para la fertilización… desde la densidad de la siembra y de población (de plantas Nda) que permita menor incidencia de malezas…”, tecnicismo que no sólo omite explicitar la palabra milpa, sino que reduce su tecnología ancestral a un control de incidencia de malezas
. Este reduccionismo, si fuere involuntario, revela más aun la resistencia inconsciente de nuestros investigadores a reconocer en el extraordinario policultivo la historia de nuestras culturas, su vigencia y superioridad ante la ciencia occidental. Pero parece que nuestros científicos, cuando descubren las riquezas materiales e inmateriales del pasado, se sienten capaces de explicárselas no sólo a los legos, sino a los propios herederos, detentores y conocedores por tradición oral de dichas riquezas. Y no sólo esto, sino que al hablar de la naturaleza obvian (¿ignoran?) a los pueblos de carne y hueso en su interacción con ésta, salvo que decidan enseñarles técnicas para manejarla…
Un ejemplo, cuando el tema del glifosato toma actualidad en 2020 (gracias a las nuevas autoridades gubernamentales), ya hacía 15 años que la televisión belga había difundido un reportaje estremecedor sobre los monocultivos de aguacate en Michoacán y sus consecuencias, no sólo en el crecimiento de las mafias delincuenciales asociadas a gobiernos locales y en la destrucción que causa el glifosato a la flora y fauna sino, y sobre todo, por sus efectos: enfermedad, muerte y malformación en los seres humanos. Sin embargo, nuestra economía se cuelga hasta la fecha los laureles de la exportación aguacatera y la sigue renovando... con glifosato… del que acaso se dice que posiblemente sea cancerígeno.
¿Qué dicen las autoridades a un campesino, afortunado por el programa gubernamental Sembrando Vida, cuando llama a un conocido programa radiofónico y, casi llorando, suplica que no le quiten el glifosato porque sus plantitas no van a prosperar y todo su trabajo se va a perder…? ¿Se le dará más veneno con los apoyos? ¿O se apoyarán la memoria y prácticas ancestrales campesinas? ¿Dejarán nuestros expertos, científicos, legisladores, académicos, autoridades, de omitir la palabra milpa? ¿Aprenderán a fondo esta técnica para dejar de considerarla una práctica del subdesarrollo e insistir en superarla mediante programas de monocultivos, por ejemplo, palmas cocoteras, cítricos, maderables
(AMLO dixit) como medio para obtener la autosuficiencia? ¿Por qué, señoras y señores legisladores, querer proteger al maíz y no a todo el entorno que históricamente lo hizo posible?
Los humanos podemos disentir, debatir, acordar, pero la naturaleza tiene contradicciones irreductibles e inconciliables ante las que debe rendirse la soberbia de la ciencia occidental. La 4T no puede sustentarse sólo en la voluntad de una civilización que niega la lógica de la naturaleza. Es necesaria la humildad para reconocer y reparar.