Jueves 1º de octubre de 2020, p. 5
Buenos Aires. La noticia la mañana de este miércoles del fallecimiento de Joaquín Salvador Lavado Quino, en la capital de la provincia de Mendoza, donde nació, desplazó toda otra información, y recorrió el país y el mundo después de que el pasado martes Mafalda, su creación más entrañable, cumpliera 56 años de existencia y se le rindieron homenajes y velitas apagadas por algunos millones de admiradores.
Solía decir Quino que esa hija salida de su imaginación, que había tomado vuelo y recorrido el mundo, lo había condenado a revivirla
eternamente, robándole su propio lenguaje, sus decires silenciosos.
¿No sería hermoso el mundo si las bibliotecas fuesen más importantes que los bancos?
, opinaba Mafalda. Era lo que yo pensaba cada vez que entraba una biblioteca, pero ella lo decía mejor que yo
, admitía una mañana cuando esperaba en una sala para entrar a recibir un premio en el Congreso de la Nación.
Quino tenía 88 años y su apodo se lo había puesto la familia para diferenciarlo de un tío suyo que se llamaba como él, Joaquín. Dibujante, humorista gráfico, historietista, el 29 de septiembre de 1964 publicó por primera vez su tira sobre Mafalda en la revista Primera Plana.
Ya era reconocido como humorista gráfico, pero el éxito fue casi inmediato y sorprendente. Él nunca sospechó la enorme repercusión que su personaje de Mafalda, su familia y sus amigos tendría en Argentina y en el mundo. Nunca se lo pudo explicar, como lo expresó cuando en el salón del Libro de París, durante una entrevista pública en marzo de 2014 presentó la traducción francesa del libro que reúne todas las tiras de su gran personaje. A veces sentía que esa niña lo había atrapado influyendo en sus otros trabajos, muy importantes todos. “Mafalda no está mal, pero me hubiera gustado más ser Picasso”, decía siempre sorprendido de que el personaje creado por él hubiera nacido de una campaña de publicidad que no le aceptaron y que estuvo encajonada, hasta que la revista Panorama le pidió un tira distinta.
Desde ese día, toda su vida giró alrededor de esa niña de corta edad y grandes ideas, que se metió en las casas, en las escuelas, en los suburbios y en las mansiones. Por eso a veces se rebelaba y uno puede comprenderlo si conoce sus memorables trabajos en la revista Rico Tipo entre 1963 y 1964 y otras similares. Era un dibujante extraordinario y consideraba que su querida creación lo había echado a perder
.
“Es el personaje que me hizo famoso. Antes me pasé 12 años trabajando en otra cosa, en lo que más me gusta, sin que pasara nada. (…) Pero, repito, esa pequeña me frustró como dibujante. Sin embargo, a veces le tengo cariño, otras veces le tengo rabia”. Pero en realidad estaba profundamente enamorado de su personaje, singularmente querible.
El genio detrás del lápiz
Podríamos escribir muchas páginas sobre Quino, en este miércoles en que numerosas personalidades lo recuerdan aquí con admiración, por su humor mordaz, la suavidad de su tono, su inteligencia y su también capacidad de análisis sobre importantísimos temas, que el podía resumir y sintetizar admirablemente.
Su eterno editor, Daniel Divinsky, recordó que Joaquín Salvador Lavado era mucho más que un autor de la casa, como se suele decir. Más que un amigo de esos con el que uno se cuenta intimidades, era un compañero de vida
. También se dieron cita otros humoristas argentinos, algunos que ya no están, mediante sus personajes como Inodoro Pereyra y El Perro Mendieta, del gran dibujante Roberto El Negro Fontanarrosa, que aparecen ante Mafalda para solidarizarse con ella en el duelo.
Inodoro le dice: sabemos lo que se siente, y por eso venimos a acompañarla
. Quizá ese es el mejor homenaje que circula en las redes sociales para despedir a Quino. Mafalda, su hija amada, que a veces se le rebelaba, se lo llevó a la eternidad.