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¿La fiesta en paz?

Dos partidarios de que haya mayoría de diestros extranjeros en carteles en México

S

e veía venir desde los alegres días en que el operador de la anterior empresa de la maltratada Plaza México, con relación a la misión del inmueble declaraba orondo, con una seguridad sólo proporcional a su imprevisión: yo no hago toreros, yo contrato figuras.

Luego de 23 años de terapia ocupacional autorregulada, la fiesta de toros del país quedó en estado crítico, con unas figuras importadas demasiado vistas, aburridas y ventajistas; una torería nacional desmotivada, con poco sello y escaso celo; bastantes diestros desaprovechados; comunicadores amables, unas autoridades amigas y, lo más grave, con un público que confunde la dócil repetitividad con la bravura que emociona. Tan pobre oferta de espectáculo tuvo su merecido: unos tendidos semivacíos. Lo peor fue que la nueva empresa continuó por el mismo camino.

“El término inglés compliance es un conjunto de procedimientos y buenas prácticas adoptados por organizaciones serias para identificar y clasificar los riesgos operativos y legales a los que se enfrentan y establecer mecanismos internos de prevención, gestión, control y reacción frente a los mismos. Es una actitud responsable y comprometida que autorregula el desempeño de las empresas al establecer procedimientos que aseguren un cumplimiento normativo interno y externo socialmente responsable”, advierte el crítico y cronista Luis Eduardo Maya Lora, y agrega:

“Más que de nacionalismos o extranjerismos soy partidario del arte del toreo, venga de donde venga. La participación de extranjeros en el siglo XIX y principios del XX propició el surgimiento de toreros como Gaona o Silveti, y en los últimos 30 años esa extranjerización propició el surgimiento de figuras como Rincón y Roca Rey. Antes, nuestros toreros tuvieron ambición, personalidad y categoría, lo que se tradujo en ingresos para las empresas y en atractivo para los públicos, aquí y allá.

“Que haya una competencia sin distingos de pasaporte pero con actuantes que den un espectáculo sin exagerar comodidades y acordándose de la vergüenza. Me parece positivo que se anuncie a dos extranjeros y un mexicano, siempre y cuando enfrenten ganado con edad, trapío y sus astas íntegras. Antes que la nacionalidad está el compromiso para recuperar, ya, el olvidado Compliance taurino”, concluye Maya.

“Por andar mal promoviendo la fiesta de los toros más de dos décadas –interviene El Bardo de la Taurina, escritor, analista y editor del portal Letras del Periodismo–, los dueños de la empresa Interjet descubrieron que ahora no tienen ni para turbosina, y eso que un litro de combustible para avión cuesta menos que uno de agua embotellada. Como en los toros, les faltó compliance y les sobró complacencia. Ahora, ¿quién clasifica y administra el arte sin fronteras? Pues los dueños del negocio, que según sus gustos y simpatías determinarán lo que es arte y quiénes sus exponentes en esta globalización invisible pero asimétrica de la tauromaquia.

Hay muchos vicios y desviaciones añejas, tanto en la fiesta de los toros como en el resto de los espectáculos; hoy se apuesta por la vulgaridad y la superficialidad. Por otra parte, son demasiados los buenos toreros nacionales y extranjeros que los criterios de las empresas no nos han dejado ver. A ello añádele las zancadillas que constantemente se ponen entre ellas. Para hablar de mayoría o totalidad de extranjeros en un cartel se requiere de empresarios que tengan más empatía con el público, no sólo con sus preferencias personales, y de jueces con más idea y sentido de autoridad, remata El Bardo.