a oleada de covid-19 en su variante ómicron que afecta a buena parte del planeta ha creado un severo caos en la industria del transporte aéreo, sólo comparable al que provocó el inicio de la pandemia a principios del año antepasado, que se expresa en miles de vuelos cancelados al día, despegues demorados e impresionantes aglomeraciones en los mayores aeropuertos del mundo.
Uno de los factores de esa crisis en el momento actual es la prohibición de vuelos decretada discrecionalmente por algunos países desde diversos puntos. Así, por ejemplo, Hong Kong cerró su espacio aéreo a los viajes procedentes de Australia, Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Francia, India, Pakistán y Filipinas.
Pero sin duda la razón principal de esta situación desastrosa es el rápido crecimiento de los contagios por la mutación ómicron entre pilotos, tripulaciones y personal de tierra de las líneas aéreas, así como entre personal aeroportuario en general: como ocurre con el conjunto de la población, en este sector las infecciones han aumentado en forma acelerada y expansiva, lo que ha obligado a muchos trabajadores de las aerolíneas a permanecer en tierra y fuera de sus labores. Por ese motivo, la ola en curso de la pandemia ha llevado a la cancelación de 23 mil vuelos en Estados Unidos.
La crisis coloca en una situación de grave vulnerabilidad a las empresas aéreas, las cuales vienen resintiendo el efecto acumulado de más de un año de emergencia sanitaria, que no sólo ha conllevado cierres temporales del espacio aéreo de muchos países, sino también una significativa contracción del mercado de viajes turísticos. Por supuesto, para muchos usuarios de transporte aéreo la situación ha resultado angustiosa y exasperante.
México no es, desde luego, la excepción en este panorama. En los últimos cinco días Aeroméxico ha debido suspender 310 vuelos –unos 60 diarios– porque 14 por ciento de sus pilotos y sobrecargos han dado positivo a covid-19. En el conjunto de las aerolíneas nacionales, 79 de los primeros se encuentran infectados y, por ende, incapacitados para volar. En consecuencia, miles de pasajeros se han visto afectados en sus tareas profesionales, negocios y viajes familiares o de placer, y en largas filas y agotadoras esperas en los aeropuertos, empezando por el de la Ciudad de México.
Las aerolíneas no pueden ser responsabilizadas por una circunstancia que las sobrepasa, pero sí es pertinente demandar que fortalezcan su atención a los usuarios, especialmente en lo relacionado con el alojamiento temporal para quienes se han visto imposibilitados de viajar y con la información oportuna de demoras y vuelos cancelados. Con estas simples medidas no sólo les evitarían episodios indeseables, sino que contribuirían a reducir la aglomeración aeroportuaria –que conlleva el riesgo de nuevos contagios– y a fortalecer la confianza en sus propias marcas entre los consumidores.