ada día aparecen más nombres de precandidatos a la Presidencia 2024-30. Los equipara el que los más muestran no ser aptos para la función. Exhiben grandes ambiciones personales, ninguna autocrítica y, lo peor, se lanzan con siniestro sentido de triunfalismo.
Hay hombres y mujeres de oscuras ambiciones, así como de anhelos respetables. Algunos deben aceptar que ya se les pasó el tiempo y a otros no les ha llegado.
Algunos muy viejos, otros muy verdes, algún zorro o los determina el género. No debe pesar el ser hombre o mujer ni la acumulación de años, lo determinante es la demanda del puesto y el conjunto de virtudes, sí, de virtudes que las satisfagan. Debemos encontrar al idóneo.
¿Por qué Adolfo Ruiz Cortines?, pues porque fue el personaje que por décadas demostró ser progresista y poseer sobriedad, firmeza, sabiduría y respetabilidad. En promedio poseía las mejores notas sobre tantos requisitos que exigía el delicado momento.
Si las generaciones políticas actuales tuvieran la sensibilidad de intuir el bien que le haría adoptarlo como modelo, las cosas irían indudablemente mejor que seguir aireando personajes que por unas u otras son de temerse ya llegados al poder. Son muchos los que vienen de ningún lado, son poca cosa y no saben adónde van.
Don Adolfo, el nombre que anuncia al bien hacer político, nació en 1889 y llegó a palacio en 1952, después de haber sido capitán combatiente, diputado federal, gobernador de Veracruz y secretario de Gobernación. La aportación más trascendente de su mandato fue dar el derecho de voto a la mujer.
Este recordatorio importa porque ya sólo quedamos vivos muy pocos testigos de aquellos tiempos. Lamentablemente los actuales ansiosos de poder no tienen información pertinente ni el título de don Adolfo les dice nada, ni al final nada de eso les importa. Los líderes actuales, ¿sabrán algo del personaje?
Los años 1951, de campaña, y 1952, de elección presidencial, se diferencian de nuestros momentos en que en aquel tiempo los precandidatos exponían ideologías y propuestas interesantes. A su discurso hoy lo distingue la oquedad.
Eran candidatos y partidos llenos de sabiduría y energía: González Luna, por el PAN; Ruiz Cortines, por el PRI; Henríquez, de la Federación de Partidos, o Lombardo Toledano, por el Popular. Esa era la calidad política que ofrecían.
El presidente Alemán, resignado por no haber logrado su ambición de relegirse, sabía que tendría que jugar de modo distinto aceptando ciertos condicionantes. Ello hizo que el poder del dedo fuera terrible. Un desliz podría rencender los fuegos posrevolucionarios y a él costarle lo inimaginable.
Fallada su relección, el precandidato a favorecer debería garantizarle seguridad a él y a su grupo íntimo. Mr. Amigo –nombrado así en una feria de pueblo texano– buscó que el nuevo gobierno sostuviera protección a los empresarios nacionales y extranjeros que medraron radicados en su esfera. A él personalmente don Adolfo lo dejó calentando la banca seis años.
La elección fue violenta y con múltiples irregularidades claramente instigadas por el henriquismo. En ella Ruiz Cortines obtuvo 74 por ciento; Henríquez Guzmán de la Federación de Partidos del Pueblo 15.8; Acción Nacional, 7.82, y el Partido Popular, 1.8 por ciento.
El manejo político de su administración fue firme. Como ejemplo, recuérdese que hubo gobernadores que no estaban de acuerdo con su nominación ni gobierno. La solución aplicada fue decapitar a los de Yucatán, Guerrero, Tabasco, Chihuahua y Oaxaca. Al final del sexenio, como dice un historiador, el presidente tenía 28 gobernadores fieles de 29 posibles
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A 70 años de distancia, ¿qué pasaba en este marco de realidades que me llevara a identificar al Don Adolfo actual? Seguramente mucho, si se conceden las obvias salvedades.
1. Semejanzas: La primera y más significativa es la enorme fuerza con que los dedos presidenciales ejercerían su poder decisorio. En medio de una tormenta, como nunca el gran elector va solo; su partido y aliados dan más incertidumbres que certezas.
2. Diferencias: Personalidades y proyectos significativos absolutamente distintos entre un recio don Adolfo y el candidato opositor que vaya a resultar. La llamada disciplina de partido en aquel entonces era una garantía. La actual es sólo expectativa.
ARC, lejos de ser figura irreprochable, ya presidente hizo un gobierno severo; a la usanza de los tiempos, reprimió a sus enemigos y al sindicalismo. Propició la consolidación de un sistema político; dio el voto a la mujer; reforzó lo rescatable, y desechó los vicios centrales del alemanismo.
Dio gran dignidad al ejercicio público, lo hizo sobrio y eficaz. Fue honesto hasta el último día de su vida; entonces ganó el respeto popular, hoy pocos lo recuerdan.