on la reciente presentación de Galia Borja, miembro de la Junta de Gobierno del Banco de México (BdeM), podemos entender la manera en que los banqueros centrales de la 4T explican el comportamiento de la economía mexicana y, sobre todo, buscan convencernos de la bondad de sus decisiones de política monetaria. Su presentación, dedicada a discutir las expectativas de crecimiento de la economía mexicana, permite estimar la variación del PIB mexicano de 2019 a 2023. Como sabemos, en 2019 hubo una caída de 0.1 por ciento, y luego en 2020, en medio de la pandemia, decrecimos 8.2 por ciento; para 2021, como era de esperarse, el producto se recuperó, pero muy lejos de las consideraciones optimistas que se expresaron, ya que crecimos 4.8 por ciento; este 2022, de nuevo el gobierno previó un crecimiento superior a 3 por ciento, pero estimaciones del BdeM, a mes y medio del cierre de año, indican que apenas lograremos un 2.1 por ciento de avance; finalmente, dadas las consideraciones sobre el panorama de la economía global, el banco central sostiene que en 2023 creceremos solamente 1.6 por ciento.
El dato para cinco años de gobierno de AMLO será, en consecuencia, de una ligera reducción del PIB de 0.3 por ciento, respecto a 2018. Lo que esto significa es que durante cinco años de gobierno de la 4T, nuestra economía será ligeramente menor que la que recibió en 2018. Por supuesto hay explicaciones claras de este pésimo desempeño. Está el impacto de la pandemia, pero no puede descartase también lo que planteó y puso en práctica el gobierno federal para amortiguar sus efectos negativos. Estas medidas pensadas para contener este impacto no fueron eficaces. La evolución del PIB lo demuestra claramente. Los actores económicos, trabajadores, empresarios de diverso tipo, agricultores y la población no asalariada tuvieron que defenderse con sus propias armas.
En la presentación de Galia Borja, ilustrativa de lo que piensa la 4T, se trata de refutar la idea de que el desempeño de nuestra economía ha sido decepcionante, señalando que respecto a otras crisis la economía se ha recuperado más rápidamente. Se ilustra este planteo con un indicador construido exprofeso: los meses que la economía tardó en recuperase respecto al punto en el que estaba el indicador coincidente en el mes inicial de la crisis. Según este indicador, en esta crisis pandémica requerimos 30 meses alcanzar al indicador coincidente; en tanto que en la crisis de deuda de febrero de 1982, la de López Portillo, el país tardó en recuperarse 34 meses; en la conocida como la crisis del tequila –la crisis de los bancos recién privatizados que se resolvió a través del Fobaproa, con una deuda que 28 años después aún se sigue pagando–, el tiempo de recuperación fue de 32 meses; en la ruptura de la burbuja punto.com, la crisis de las empresas tecnológicas globales, el tiempo de recuperación fue de 67 meses; y, finalmente, en la crisis financiera de 2007-08, la provocada por la expansión colosal del crédito derivada de la ultraliberalización del sistema financiero global, el tiempo necesario para recuperarse fue de 71 meses.
La conclusión es que en esta crisis la economía mexicana se recuperó rápidamente, lo que no es cierto. Reconociendo esta debilidad del indicador propuesto, se argumenta que las empresas agrupadas en los sectores de maquinaria y equipo de transporte, actividades primarias, industria alimenticia, educación y salud, comercio al mayoreo y menudeo, transporte en información en medios y financiamiento e inmobiliario hoy 69 por ciento se han recuperado respecto a su situación en diciembre de 2019 a febrero de 2020; en tanto 13 por ciento de las empresas está apenas 5 por ciento debajo de ese nivel (las actividades gubernamentales, extracción de petróleo y gas natural y otras) y solo 18 por ciento está más de 5 por ciento debajo de ese nivel de finales de 2019 y principios de 2020. De nuevo se busca probar que mayoritariamente las empresas se han recuperado, lo que no es cierto.
Lo cierto es que en cinco años no se habrá avanzado nada. Si 2024 fuera un año con un crecimiento de 3 por ciento, resultaría que en el sexenio de AMLO se alcanzaría un crecimiento promedio anual de 0.6 por ciento, lo que indicaría una fuerte caída del PIB por habitante. Insistimos: es necesario reconocer que el mundo se enfrentó al cierre económico de 2020-21, pero también es necesario insistir en que las decisiones del gobierno mexicano no ayudaron a amortiguar sus efectos recesivos.
Es indispensable agregar que las decisiones tomadas por el BdeM han contribuido a que la economía no se recupere. La Junta de Gobierno al decidir una postura monetaria restrictiva, procurando un ajuste ordenado de precios relativos,de los mercados financieros y de la economía en su conjunto
no han logrado esto, pero si han contribuido a reducir el tamaño de nuestra economía.