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La disputa por el maíz/II

Unos afirman que son carcinógenos y otros lo niegan

Toxicidad y ventajas de glifosato y transgénicos, debate que persiste

Hay agricultores dispuestos a proveer grano no modificado

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▲ Cada año en EU, más de 125 millones de kilos del herbicida se usan en más de 120 millones de hectáreas.Foto Ap
Especial para La Jornada y Corresponsal
Periódico La Jornada
Martes 27 de diciembre de 2022, p. 3

Washington y Nueva York., Para muchos granjeros en Estados Unidos, el glifosato es esencial para su vida económica y la mejor opción para preservar el medio ambiente, pero varias disputas ante tribunales han concluido que ese pesticida puede ser nocivo para los granjeros y sus trabajadores que son expuestos y está generando una preocupación por la salud pública más generalizada, ya que algunos suponen que todo estadunidense ya tiene glifosato en sus cuerpos.

La decisión de México de impulsar una prohibición a la importación de maíz transgénico ha provocado protestas de organizaciones agroindustriales y de cultivadores en Estados Unidos, pero también ha nutrido el debate sobre el uso de cultivos genéticamente modificados.

Los cultivos más comunes en Estados Unidos son los genéticamente modificados para tolerar el glifosato, el ingrediente principal del producto Roundup. Cultivar estos granos –maíz, avena, trigo y soya– genéticamente modificados permite que los granjeros usen Roundup para aniquilar todo menos la planta que están cultivando. Los promotores de este tipo de agricultura argumentan que esta técnica reduce la necesidad del uso repetido de pesticidas y, con ello y otras modificaciones, no sólo se ha elevado la producción, sino que hasta se ha reducido el uso de agua.

Cerca de 90 por ciento del maíz cultivado en Estados Unidos es genéticamente modificado. Según la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA), más de 125 millones de kilos de glifosato se aplican a más de 120 millones de hectáreas cada año.

Yo veo lo que está haciendo México como algo positivo, comentó Ken Roseboro, director de la publicación especializada Non-GMO Report. En entrevista con La Jornada, Roseboro, quien es un feroz promotor de alimentos no modificados genéticamente, señala investigaciones recientes de laboratorio en donde, por ejemplo, ratas alimentadas con maíz transgénico desarrollaron problemas de salud en hígados y riñones o alteraron la química de su sangre (bit.ly/3GevbmA) o puercos alimentados con lo mismo desarrollaron síntomas preocupantes (bit.ly/3hTuOEu), entre otros.

Aún más alarmante, Dale Wiehoff, un granjero jubilado en Wisconsin y experto en políticas agrarias, comentó que el monto de químicos que contaminan las aguas es tan increíble que casi toda persona en este país tiene Roundup en sus cuerpos.

La empresa trasnacional Bayer, que compró Monsanto, productor de Roundup y otros insumos agrarios, rechaza las conclusiones de estas investigaciones. Sin embargo, después de que Monsanto enfrentó múltiples demandas exitosas en su contra ante tribunales por individuos que acusaron que el producto es peligroso y hasta fatal para la salud de granjeros y trabajadores agrarios, Bayer ha anunciado que descontinuará el uso de Roundup para jardinería residencial en 2023 a fin de evadir posibles demandas legales.

Mientras tanto, el glisofato es tan prevaleciente en Estados Unidos que ahora hay malezas resistentes a ese químico, lo cual obliga a cultivadores a usar aún más el glifosato u otros herbicidas incluso más tóxicos. De hecho, la EPA reconoce que dado su amplio uso, cantidades ínfimas de residuos de glifosato se pueden encontrar en varias frutas frescas, verduras, cereales y otros alimentos y bebidas. Sin embargo, la agencia insiste en que el glifosato no es un carcinógeno y que las porciones tan pequeñas no son peligrosas.

Pero Bill Freese, director científico del Center for Food Safety, señala que las conclusiones de las investigaciones de la EPA a lo largo de la última década no son creíbles y su organización junto con otros presentaron una demanda legal acusando que la agencia federal no siguió sus propios protocolos para sus investigaciones y por lo tanto los resultados son erróneos. En junio de 2022, un tribunal federal de apelaciones del 9o Circuito falló a su favor, afirmando que la EPA no consideró de manera adecuada si el glifosato causa cáncer y no cumplió con sus deberes. Aun así, la agencia sigue insistiendo en que no hay relación entre el glifosato y el cáncer

Freese acusó que el EPA ha descontado el impacto del glifosato durante décadas e indicó que en 1983 el nivel aceptable de residuo de ese químico en productos agrarios, como el maíz, era de 0.1 partes por millón, pero que para 2008 la agencia determinó que el nivel aceptable era 50 veces más, o sea, 5 partes por millón.

Ese nivel de residuo de glisofato es lo que llega a consumidores, tanto en Estados Unidos como el maíz y sus productos exportados a México.

A escala internacional, persiste la disputa sobre la toxicidad de productos genéticamente modificados y en particular sobre el glifosato. Por un lado, agencias de la FAO y la Organización Mundial de Salud han determinado que es poco probable que el glifosato sea un carcinógeno, mientras la Agencia Internacional de Investigación sobre Cáncer concluyó lo opuesto (bit.ly/3VhSUGD).

Angus Kelly, director de políticas públicas de la Asociación Nacional de Productores de Maíz, dice que la pregunta real es que si no se usa glifosato, ¿cuál es la alternativa? Señaló que Monsanto desarrolló maíz modificado para usar Roundup en los 80 y 90, y ahora la producción gira en torno de esa técnica. Subraya que es la mejor opción ecológica y económica entre todas, y él, entre otros representantes de productores grandes de maíz, argumenta que esta actividad agraria –ya de por sí precaria– no es viable sin transgénicos.

Pero Rosenboro y otros están en desacuerdo. “He entrevistado a granjeros, compradores de grano y empresas de semillas en Estados Unidos, todos los cuales afirman que si México desea comprar maíz no transgénico, lo podríamos surtir… Es una oportunidad de mercado para granjeros estadunidenses”, y nombró como ejemplos a Ken Dalmier, ejecutivo en jefe de Clarkson Grain, un proveedor de granos orgánicos en Illinois, y Graham Christensen, un granjero de quinta generación en Lyons, Nebraska, quienes están dispuestos a proveer maíz no genéticamente modificado a México.

Aun si eso fuese posible, no sería fácil, ya que 90 por ciento del maíz cultivado en Estados Unidos es genéticamente modificado.

Al mismo tiempo, todo este debate forma parte de una discusión más amplia y que gira en torno a la sustentabilidad del modelo actual y los cambios que podrán ser necesarios en la relación entre el alimento que consumimos y la manera en que es cultivado y procesado.

Kelly insiste en que a menos que uno viva en un país rico y pequeño como Holanda, no se puede alimentar a la población sin la agricultura de transgénicos. Pero otros, como Freese, afirman que el gobierno de México podría estar ofreciendo un favor al mundo al intentar imponer límites sobre el maíz transgénico.