ranscurrida la primera parte del periodo de gobierno demócrata en Estados Unidos y a punto de iniciarse las movilizaciones y consultas de cara a las elecciones primarias presidenciales de ese país, es preciso tener presente que la regularización del estatus migratorio de millones de connacionales y de otros países en la todavía principal economía mundial, sigue siendo una grave asignatura pendiente.
Si bien se ha observado un trato menos hostil a la comunidad inmigrante respecto de la pasada administración y ha perdido impacto mediático la narrativa de la derecha que imputaba a los trabajadores provenientes del exterior el desplazamiento de la mano de obra local, cuando en realidad lo ha sido la robótica y la innovación tecnológica, no debe desatenderse el hecho crudo de que no se ha podido concretar y ni siquiera avanzar en las cámaras legislativas, la reforma legal que legalizaría la estancia de cuando menos 10 millones de inmigrantes.
La regularización migratoria sería no sólo un acto de justicia para quienes no han hecho más que aportar por años su fuerza de trabajo, esmerada y productiva, sino que beneficiaría a la propia economía huésped, pues daría mayor certeza a la permanencia de los trabajadores, lo que impactaría en la producción, el consumo y la recaudación fiscal, para una mayor fortaleza y competitividad de Estados Unidos frente a otros mercados en expansión como el de China y los llamados tigres asiáticos.
Lo que quiero decir con esta reflexión es que se trata de un esquema ganar-ganar, que tiene que promoverse desde ambos países, haciendo equipo para vencer las resistencias de los sectores de la ultraderecha de Estados Unidos, sectores no mayoritarios pero sí muy estridentes e influyentes, al grado de tener frenada la iniciativa de una administración que tenía a la reforma migratoria como agenda prioritaria.
En mi primera colaboración del año, en este mismo espacio de reflexión, ya señalaba que uno de los grandes pendientes de 2022 era justamente impulsar la agenda migratoria, como acto de justicia para millones de mexicanos. Hoy agrego que es imperativo también, incluso antes que construir un programa trilateral para la sustitución de importaciones de otros mercados, acierto que comparto, darle mayor competitividad al bloque de América del Norte por la vía de la legalización y certidumbre a la fuerza de trabajo en Estados Unidos y Canadá, los receptores de los flujos migratorios del sur.
Este año de activismo político en nuestro principal socio comercial es tiempo propicio para un relanzamiento de esa gran asignatura pendiente. Nunca como en esta administración estadunidense estuvo tan perfilado lo que se llamó, a principios del 2021, el programa más ambicioso de reforma migratoria en décadas. Así se anunció, y no hay razones para poner en entredicho la autenticidad del espíritu que la animaba, espíritu compatible con la declaración universal de los derechos humanos, que pone el acento en los derechos inmanentes, atemporales y extrafronteras de todas las mujeres y hombres de los cinco continentes.
Ese espíritu es el que debe prevalecer y concretarse en una legislación migratoria de avanzada, y no el discurso de la derecha, como el contenido en la advertencia del ex presidente inmediato y ahora precandidato: pondremos fin a la política de detener y soltar, vamos a terminar la migración en cadena, la lotería de visas y vamos a tomar medidas drásticas contra la migración ilegal, justo como lo hicimos hace dos años y medio cuando tuvimos la frontera más segura de la historia de nuestro país
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No quiero dejar de mencionar en esta reflexión la enorme solidaridad de nuestros hermanos migrantes con sus familias, sus comunidades de origen y con la propia economía nacional, sobre todo a partir del desafío de la pandemia sanitaria.
Analistas de BBVA Research estiman que para el cierre de 2022 las remesas a México habrían alcanzado un nuevo máximo histórico, por más de 58 mil 400 millones de dólares, lo que representa un incremento de 13.3 por ciento respecto de lo recibido en 2021, año en que esas transferencias se ubicaron en 51 mil 586 millones. Las remesas acumularon una racha de 31 meses consecutivos con crecimiento, desde mayo de 2020.
El fuerte crecimiento de las remesas a México durante los tres primeros años de la pandemia ubica al país en la segunda posición a escala mundial en la recepción de estos recursos extraordinarios, desplazando a China desde 2021 y ampliando el margen desde entonces, hoy ya por más de 7 mil millones de dólares.
En el análisis global, América Latina y el Caribe fue la región con el mayor dinamismo en la recepción de remesas durante 2022, crecimiento de 4.7 por ciento.
En suma, es tiempo propicio para impulsar las agendas progresistas en el mundo entero, y no hay mayor asignatura pendiente que regularizar los flujos migratorios, dar certeza a la permanencia de quienes sólo aportan su fuerza de trabajo generadora de riqueza y crecimiento, hacerlo como ejercicio de justicia para los beneficiarios inmediatos y, en un circuito virtuoso de la economía, como medida para elevar la productividad y la competitividad de los propios países receptores.
* Presidente de la Fundación Colosio