onald Trump se convirtió ayer en el primer presidente, activo o retirado, en la historia de Estados Unidos, que deberá sentarse ante un tribunal para enfrentar una acusación penal. El magnate alcanzó este nuevo hito en su carrera cuando un gran jurado de Nueva York decidió imputarlo por el presunto pago de un soborno a Stephanie Clifford, conocida por su nombre artístico de Stormy Daniels, a cambio de que la actriz de películas pornográficas guardara silencio sobre un encuentro sexual que, según afirma ella, sostuvieron en 2006. Este affaire es objeto de una investigación judicial porque el pago de 130 mil dólares, efectuado en 2016 a través de su entonces abogado Michael Cohen, violó las normas de financiamiento de la campaña que llevó a Trump a la presidencia.
Resulta bochornoso para la institucionalidad estadunidense que el político republicano termine sentándose en el banquillo por sucesos originados en un escándalo de alcoba y no por alguno de los grandes procesos que se le siguen. Trump tiene expedientes abiertos por instigar el mortal asalto al Capitolio en enero de 2021, por sustraer y ocultar documentos confidenciales cuando tuvo que dejar la Casa Blanca, por presionar al gobierno de Georgia para alterar los resultados electorales de aquel año, así como por fraude fiscal, cargo del que ya fue declarada culpable The Trump Organization, su emporio familiar.
Todavía están por conocerse los cargos específicos por los que se enjuiciará al ex mandatario, pero por el momento deben considerarse los posibles impactos políticos del asunto. Un escenario pobrable es que su inminente arresto y juicio se traduzca en la pérdida de ímpetu de un electorado conservador, que hasta ahora ha estado dispuesto a perdonarle e incluso celebrarle cualquiera de sus excesos y burlas a la ley; pero el proceso penal podría también impulsar un cierre de filas en torno a su figura, bajo la percepción de que se le hace víctima de una persecución injusta, fundada en el deseo de apartarle de la contienda electoral de 2024.
Si bien hasta ahora la popularidad del magnate ha salido indemne de todos los cargos y evidencias de conducta ilícita presentados en el Congreso o en tribunales, el actual caso podría ser distinto. Será la primera vez que Trump aparezca ante los medios esposado y fichado. Además, se ventilará de manera amplia una relación extramarital que ocurrió cuando su esposa Melania acababa de dar a luz a su hijo más joven, un tema que hiere la sensibilidad puritana de las bases de apoyo del ex mandatario.
Sea como fuere, parece inevitable que esta trama judicial exacerbe la ya notoria polarización política en la sociedad estadunidense, un fenómeno que Trump usó hábilmente para llegar al poder hace ya seis años. Pero, sin importar las consecuencias político-electorales, es imperativo esclarecer el posible desvío de recursos de campaña y sancionar los delitos que lleguen a comprobarse, pues la justicia debe estar por encima de cualquier cálculo interesado.