omo era de esperarse, este enero ha habido muchos artículos y cápsulas televisivas acerca del cumplimiento de 30 años del TLCAN. No es de extrañar que muchos exalten su éxito aludiendo meramente al crecimiento del comercio y la inversión, olvidándose de los mitos con que se le justificó.
Otto Granados, ex gobernador de Aguascalientes y funcionario del gobierno de Salinas, defiende el TLCAN en el diario español El País, diciendo que ganaron quienes se subieron a tiempo a ese tren que, por cierto, ha sostenido, hasta en estos años de desastre populista, el andamiaje industrial y la fuerza exportadora del país, así como su estabilidad macroeconómica
(https://tinyurl.com/).
En contraste, Gerardo Otero, de la Universidad Frasier, de Canadá, concluye en artículo en Nexos: ¿Quiénes son, entonces, los perdedores del TLCAN? Las clases trabajadoras, sin duda. Su empobrecimiento relativo ha llevado a un aumento de la violencia y a que muchas personas tengan que sucumbir ante las posibilidades de empleo que ofrece el crimen organizado como opción laboral atractiva. Por tanto, también hemos perdido todos quienes vivimos en América del Norte
(http://tinyurl.com/4rhsmrn3).
Ganaron las élites del poder, utilizando puertas giratorias por las que aprovechan un mundo de altos puestos gubernamentales, la academia tecnocrática, despachos de abogados, juntas directivas de corporaciones e instituciones financieras internacionales. Ya no se diga, personalmente, los ex presidentes Salinas y Zedillo.
No sólo las clases trabajadoras –del campo y la ciudad– han sido las perdedoras. También el grueso de la planta productiva nacional conformado por pequeñas y medianas empresas. Con base en una investigación que coordiné con el maestro Alberto Arroyo para los 20 años del TLCAN, presento algunas afirmaciones (http://tinyurl.com/m3jkt26s).
Pese a los mitos de que con el TLCAN en México habría más y mejores empleos y los estándares de vida se equipararían con los de los vecinos del norte, la pobreza en México aumentó desde su entrada en vigor, llegando a 43.9 por ciento en 2020, pero reduciéndose notablemente a 36.3 por ciento en 2023, y no precisamente por el renovado TLCAN –el T-MEC–, sino por medidas redistributivas de la 4T. Durante el TLCAN la ventaja comparativa
de México fue mantener salarios debajo de la inflación, y en consecuencia la brecha salarial entre trabajadores de México y Estados Unidos aumentó. Desde la entrada de la 4T se ha intentado, si bien no de manera suficiente, revertir esta situación.
Otro mito del TLCAN fue que las exportaciones y la llegada de inversión extranjera directa (IED) detonarían un crecimiento acelerado. Aumentaron las exportaciones y se atrajo IED, pero la economía interna ha crecido lentamente debido a que las exportaciones no generan suficiente empleo para subsanar todos los empleos destruidos por las importaciones, especialmente de alimentos. Ya que la inmensa mayoría de empresas mexicanas no están conectadas a las exportaciones, estas últimas van como el frente del tren que va a toda velocidad pero con el resto de los carros desenganchados
(México tiene 4.9 millones de establecimientos, de los cuales, 99.8 por ciento son micro, pequeños y medianos. Sin embargo, sólo 40 mil exportan; menos de 1 por ciento http://tinyurl.com/mr4x9jkb .)
La IED tampoco ha dinamizado el crecimiento económico de México, porque la mayor parte es compra de empresas ya existentes; no representan nuevos activos. ¿Ejemplos? BBVA compró a Bancomer, Walmart a Aurrerá, y Anheuser Busch InBev es dueña del Grupo Modelo, Pepsico de Gamesa, etcétera (http://tinyurl.com/3hfmteau). Las exportaciones de empresas trasnacionales desde México tienen muy poco de mexicanas y un reducido contenido nacional, que decreció de 86 por ciento antes del TLCAN a 40 por ciento en la actualidad, según el Inegi (http://tinyurl.com/57bvjvka). En el sector maquilador, que ahora es de moda llamarlo nearshoring, el contenido nacional es aún menor.
Una razón central por la que gobiernos mexicanos no pueden fomentar cadenas de valor que contengan mayor contenido nacional, es porque el mismo TLCAN, y hoy el T-MEC, lo prohíben con su cláusula de Requisitos de Desempeño: TLCAN, capítulo 11, artículo 1106: “Ninguna de las partes podrá imponer ni hacer cumplir cualquiera de los siguientes requisitos o hacer cumplir ningún compromiso o iniciativa, en relación con el establecimiento, adquisición, expansión, administración, conducción u operación de una inversión de un inversionista de una parte o de un país no parte en su territorio para: b) alcanzar determinado grado o porcentaje de contenido nacional (entre muchos otros requisitos prohibidos, ver TLCAN http://tinyurl.com/4ash7ams), lo mismo en T-MEC (http://tinyurl.com/yc6fd7b9).
Es muestra de lo que dice John Saxe-Fernández en la introducción del libro de Jeff Faux, La guerra global de clases (UACM, 2008): El libre comercio ha sido siempre el arma de las potencias para evitar que países como el nuestro apliquen su propia agenda para el desarrollo
y de como “nuestra oligarquía, incapaz históricamente de articular un proyecto nacional capitalista, se somete con gusto al blueprint colonial-imperialista de EU”. Faux concluye en su libro que para las clases gobernantes de América del Norte y de sus clientes trasnacionales la finalidad de su TLCAN, fue evadir las restricciones de la democracia, no recrearlas a escala regional. Para ellos la privatización, la desregulación y la libertad de buscar ganancias en cualquier lugar del mundo seguirán estando por encima de la construcción de una sociedad justa en casa
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Es clarísimo que el TLCAN y el neoliberalismo han fracasado para el pueblo de México. Su sucesor, el T-MEC, sólo podría tener éxito si se le reforma profundamente mediante exhaustivos análisis participativos e incluyentes de todos los sectores productivos y sociales. A tomarlo en cuenta ya, para su próxima revisión prevista en 2026.
*Investigador del Institute for Policy Studies www.ips-dc.org y Asociado del Transnational Institute www.tni.org