La Fiesta del Libro y la Rosa, organizada por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) para celebrar el Día Mundial del Libro (23 de abril), comenzó ayer su 16 edición con una postal que ya es cotidiana de su jornada inaugural: una asistencia reducida que se fue incrementando conforme avanzó el día.

A partir del mediodía, el Centro Cultural Universitario fue adquiriendo poco a poco vida y se tornó bullicioso, para después de varias horas dar a este encuentro su carácter festivo.

Se observó, sobre todo, a estudiantes que, en pareja, grupos y uno que otro en solitario, recorrieron los foros, pasillos y módulos de las editoriales, muchos en busca de un título específico o dispuestos a un grato descubrimiento.

Lo mismo ocurrió con los adultos, varios de ellos académicos o trabajadores de esa casa de estudios, pero también los había del público en general, algunos en familia con hijos pequeños.

No fueron pocos los que adquirieron al menos un ejemplar y que recibieron en retribución una rosa, práctica que desde el origen de esta feria, en 2009, se ha convertido en una de sus características.

Con un presupuesto de 3 millones de pesos, según cifras oficiales, durante los tres días de su duración se ofrecerán cerca de 500 actividades, la mayoría gratuitas, entre mesas de diálogo, talleres, conferencias, presentaciones de libros, homenajes y lecturas en voz alta.

Asimismo, se cuenta con una oferta editorial de 150 mil ejemplares de alrededor de 100 sellos, los cuales tuvieron que desembolsar al menos 8 mil pesos por un módulo básico de tres por dos metros.

En la apertura, la titular de la Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM, Rosa Beltrán, remarcó que el tema de este año es Los susurros de la lenguas: lenguajes y escrituras, a partir de la importancia que tienen para la vida humana.

Hoy, mientras discutimos y pensamos sobre los lenguajes, a millones de personas en el mundo no se les permite expresarse en su lengua, porque es tan poderosa que ofrece identidad, cohesión social pertenencia; porque el lenguaje nos hace disentir, pero también nos conecta con una cultura y con una historia. Por ello, el lenguaje se emplea como medio de control y posibilidad de ejercer violencias mayúsculas.

La escritora invitó a pensar en esas cosas extrañas que pueden pasar al emplear una lengua, como la propuesta de un gobernador texano según la cual una persona que hable español en las calles de ese estado puede ser arrestada y encarcelada bajo sospecha de ingreso ilegal al país.

La conferencia inaugural estuvo a cargo del escritor y periodista Juan Villoro, quien argumentó cómo la conquista de México representó, entre otras cosas, una batalla por el idioma.