ientras la esperanza es la bandera de la izquierda, el miedo es el combustible de la derecha. Sin credibilidad para enarbolar la causa de la desigualdad, cuando es tiempo de elecciones los conservadores recurren a un conocido libreto en el que alertan sobre una crisis de seguridad, claman que la izquierda es incapaz de resolverla y que sólo ellos, con sus pantalones bien puestos, pueden devolver la paz social, para lo cual piden el voto popular. Lo hizo Felipe Calderón, el mismo que triplicó entre 2007 y 2012 el número de homicidios en México. Lo hace ahora Xóchitl Gálvez, la misma que como jefa delegacional vio dispararse el robo, los secuestros y los homicidios en la Miguel Hidalgo. Lo hace también Santiago Taboada, el que saluda con sombrero ajeno, al querer hacer pasar como propia la reducción del delito en su demarcación, cuando es mérito de Claudia Sheinbaum y del mando único policial en CDMX la disminución de los delitos de alto impacto y la mejora de la percepción de seguridad en las 16 alcaldías capitalinas.
A la negación y el lenguaje envalentonado de la derecha, se contraponen los hechos y resultados de la izquierda. Es bien conocido que el presidente López Obrador logró revertir la tendencia al alza en la comisión de homicidios y otros delitos de alto impacto en el país. Menos discutida ha sido la comparación de la evolución del delito entre Guanajuato y la CDMX, las dos entidades que han sido gobernadas por el mayor lapso por los conservadores y nuestro movimiento, respectivamente. Guanajuato ha tenido mandatarios emanados del PAN desde 1991, mientras la CDMX ha estado gobernada por mandatarios postulados por la izquierda desde 1997, aunque entre 2012 y 2018, Miguel Ángel Mancera se alejó del ideal progresista para alinearse con el bloque conservador (PRI, PAN, PRD), del cual ahora es candidato a diputado federal por el distrito 7 de la alcaldía Gustavo A Madero.
En la CDMX, el modelo de seguridad con justicia de la izquierda ha privilegiado la inversión social, el uso de la inteligencia y la tecnología y la profesionalización policiaca y de la fiscalía. AMLO introdujo los programas sociales y comenzó con la instalación de videocámaras en el Centro Histórico. Como jefe de Gobierno, yo expandí el uso de videocámaras e impulsé la organización por cuadrantes para promover la proximidad de los policías con la población. La doctora Sheinbaum, entre otras acciones, promovió la recuperación de espacios públicos, mejoró las condiciones de los policías y ponderó la coordinación y la inteligencia sobre la fuerza.
En Guanajuato, por el contrario, se privilegió el enfoque punitivo tradicional de la derecha y se permitió el deterioro del tejido social. Su actual gobernador se resistió durante un tiempo a atender las reuniones de coordinación sobre seguridad con las autoridades federales y el fiscal estatal ha sido acusado de corrupción y de ineficacia.
Los resultados son contrastantes. Tomemos como punto de partida 1997, el primer año en que derecha e izquierda comenzaron a gobernar simultáneamente las referidas entidades, y 2023. Entre uno y otro año, en la CDMX se redujeron los homicidios (de 977 a 838); en Guanajuato crecieron más de cuatro veces y media (de 567 a 2 mil 607). Los robos de casa con violencia se redujeron 62 por ciento en la capital (de 763 a 287) y en la entidad ubicada en el Bajío crecieron 15 mil 800 por ciento (de 2 a 318). En CDMX el robo de vehículos con violencia se redujo en 94 por ciento (de 21 mil 241 a mil 170); allá se expandió en más de 5 mil 634 por ciento (de 32 a mil 835). Según el Inegi, en 2020 la CDMX tenía 9.2 millones de habitantes y Guanajuato 6.1 millones. Guanajuato y los guanajuatenses no se merecen el desastre al que lo han llevado sus gobernantes estatales.
Prueba del fracaso del modelo panista de seguridad es que ahora estos reniegan de su pasado. Gálvez dice que no repetirá la guerra de Calderón, mientras Taboada presenta como originales ciertas iniciativas que yo impulsé como jefe de Gobierno, a saber, la organización por cuadrantes y la instalación de videocámaras. Me recuerda la súbita conversión del bando conservador a la causa de los programas sociales a los que siempre se opusieron.
Si el Prian fracasó a nivel nacional con su guerra contra las drogas, si los panistas incendiaron su más preciado bastión, ¿por qué habríamos de creerles ahora y confiarles la seguridad de México y la capital? Por sus trayectorias y visión, y porque han probado ser destacadas exponentes del modelo de seguridad con inteligencia y justicia social, para cuidarnos, mejor Claudia Sheinbaum y mejor Clara Brugada.
*El autor fue secretario de Seguridad Pública capitalina y jefe de Gobierno de la Ciudad de México