omo tantas perplejidades que depara este futuro demandante y continuo al que nos hemos volcado, la humanidad viene estableciendo en décadas recientes una relación inusitada, sin antecedente en la historia, con los animales domésticos, en particular perros y gatos. Sí, para los antiguos egipcios, el gato era un dios, y a los perros de Jack London sólo les falta hablar, algo que sí pueden los de Mijail Bulgákov, Franz Kafka, John Berger y Paul Auster, o los gatos maravillosos de la narrativa japonesa. Pero lo de hoy es otra cosa. De alguna manera, las mascotas
(ya se debate el término) devinieron dependientes de nosotros en casi todo.
Buena parte de mi vida he convivido con algún animal (sin ofender a mis roomies). Sobre todo, perros y gatos, aunque también los hubo no necesariamente domésticos. Aunque ahora vivo con gatos y muy a gusto aunque se pelean, conozco más perros en persona, por tratarse de una especie más sociable y encimosa, y los amos cuentan todo de ellos.
Cuando escucho al perro de Pink Floyd entonar su sentido blues, me acuerdo de Pancha, un loro macho de nombre femenino con el que viví el siglo pasado. Le gustaba cantar blues. De origen sotaventino, también disfrutaba los sones jarochos y cierto jazz. Pero cuando la música no era de su agrado se ponía a graznar como gozne oxidado y tenía que encerrar al loro en el baño, tras la cortina de la regadera para que escarmentara. Nunca lo hizo. Para colmo, me gritaba: ¡güero puto!
No sé quién le enseñó. (Primera lección: los animales aprenden lo que quieren.)
Cuántas veces lo más hogareño que tenemos es la mascota, dios lar que cuida y nos espera. Para cientos de millones de humanos en las modernas ciudades, determinan el ánimo, la conversación, los sentimientos, los ritmos circadianos. Aunque como sucede con los fenómenos del celular, la nube, y pronto ocurrirá con la inteligencia artificial, a nadie le interesa reflexionar o cuestionarlo, las perplejidades resultan incomprensibles: qué tiene de raro
.
Pasear al perro con correa se ha vuelto un ritual diario y masivo en México. Y el mundo. Con ello, la costumbre conmovedora y ciudadana de recoger su caca conforme la va repartiendo por fachadas, postes, camellones y árboles. De la orina nadie se hace responsable, lamentablemente. Agacharse en público para levantar el churro es un acto de humildad. (Segunda lección: los animales educan.)
Compañía del solitario, júbilo de la familia, perros y gatos dejaron de ser mascotas para fungir como hijos sustitutos, todo lo adoptivos que se quiera, pero bien metidos en nuestros corazones en la zona reservada a la ternura. En términos sentimentales, la dependencia es mutua.
En otro renglón se impone mencionar los enigmáticos gatos que dominan las calles de Cairo y Estambul. ¿Ferales? ¿Sin dueño? ¿De todos? ¿O los amos son ellos?
Como todo en este mundo capitalista, con su expansión el fenómeno ha generado un mercado de miles de millones de dólares. Un reporte reciente de Financial Times analizaba “el auge de los perrijos” en China, con un mercado al alza de 12 mil millones de dólares. Según Goldman Sachs, en un lustro las mascotas superarán a los humanos menores de cuatro años.
Eso no es nada. En Estados Unidos, el mercado de mascotas más grande del mundo
, viven más mascotas que niños de cualquier edad
. En 2020 hubo cerca de 90 millones de perros y más de 60 millones de gatos, contra un total de 73 millones de niños. Por lo demás, en Japón existen 20 millones de mascotas (allá manda el gato), cuatro veces más que personas menores de cuatro años. La reclusión durante la pandemia aceleró esta tendencia en todo el mundo.
Los alimentos y aditamentos para perros y gatos antes no ocupaban pasillos y secciones enteras en los supermercados. Operan depósitos de alimento seco en toda clase de colonias. No hay comercio de conveniencia ni tiendita de la esquina sin su costal, sus latas y sobres. Imaginen los miles de millones de pesos que vale un mercado así, compite con cervezas, refrescos y pan industrializado.
Redes sociales y noticieros informan de gatos atorados en la copa de los árboles, denuncian perros heridos, asesinados o maltratados, y las redes funan a los malvados. Se han instaurado leyes y reglamentos en favor de las bestias caseras, y de sanidad para las callejeras. Se calculan en casi 20 millones los perros en situación de calle, de acuerdo con la Asociación de Médicos Veterinarios Especialistas en Pequeñas Especies. El organismo estima en 28 millones los perros radicados en territorio nacional. (Tercera lección: perros y gatos son noticia y representan un negocio fenomenal para las trasnacionales de comida chatarra de clientela animal.)
Defensores del consumidor y veterinarios advierten del riesgo para la salud de los animales de compañía
(otra de sus designaciones) que representan croquetas, galletas y alimentos húmedos de presunto origen cárnico (se trata de especies eminentemente carnívoras) como dieta única. En realidad son una mezcla de harinas, azúcares, derivados químicos y saborizantes que a la larga dañan los riñones y la sangre de nuestras queridas bestias peludas.