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Para entender el porfiriato
O

tra vez la derecha llora por Porfirio Díaz. Es extremadamente curioso que admirara a una dictadura sin cortapisas (la porfirista) y al mismo tiempo descalifique como dictadura –desde los análisis más irracionales y disparatados– a un gobierno democráticamente electo que está transformando al país por vías legales y pacíficas obedeciendo el mandato recibido de las urnas, pues las acciones que rechaza con rabia la oposición estaban claramente expuestas en los programas de gobierno de 2018 y 2024. Así que regresemos al porfiriato con algunas claves de lectura:

Friedrich Katz, La servidumbre agraria en la época porfiriana, sintetiza las formas de la propiedad y las relaciones laborales en el campo. Horacio Crespo, Modernización y conflicto social. La hacienda azucarera en el estado de Morelos, 1880-1913, muestra cómo se desarrolló el capitalismo agrario en Morelos y las razones del movimiento zapatista. Armando Bartra, El México bárbaro: monterías y plantaciones del sureste en el porfiriato, analiza la brutal explotación de la mano de obra en las áreas dedicadas al cultivo y expolio de productos agrícolas y silvícolas de exportación: nos enseña que el famoso reportaje de John Kenneth Turner se quedó muy corto y que La rebelión de los colgados, de B. Traven, es una novela testimonial, como dejó claro Jan de Vos en Oro verde.

Leticia Reyna escribió Las rebeliones campesinas en México (1819-1906), donde estudia la resistencia contra el avance de un sistema que los oprimía y las políticas orientadas a despojarlos de sus tierras, y cómo se van transformando de levantamientos espontáneos en luchas que ponían en cuestión la estructura del poder en conjunto de manera consciente y organizada. Para el intento de exterminio de los yaquis, Los irredentos parias, de Raquel Padilla, y Yaquis, de Paco Ignacio Taibo II. Para entender las campañas de exterminio del nómada, Carlos González y Ricardo León, Civilizar o exterminar: tarahumaras y apaches en Chihuahua, y Martha Rodríguez, Los indios en Coahuila durante el siglo XIX. Para acercarse a la guerra contra los mayas de Yucatán, El cristo indígena, el rey nativo, de Victoria Reiffler, y Ki: historia de una planta y un pueblo, de Fernando Benítez, que, además, pone énfasis en la brutalidad del enclave de plantación en torno al henequén.

Rodney Anderson, Parias en su propia tierra: los trabajadores industriales en México, 1906-1911, presenta el estudio más completo acerca de los obreros. La oposición política contra la dictadura y las formas en que fue silenciada y reprimida pueden leerse en James Cockroft, Precursores intelectuales de la Revolución Mexicana; Armando Bartra, Regeneración: la corriente más radical de la Revolución a través de su periódico de combate, o Claudio Lomnitz, El regreso del camarada Ricardo Flores Magón. Y hay un montón de monografías sobre rebeliones antiporfiristas y su violenta represión, por ejemplo: Jesús Vargas Valdés Tomóchic: la revolución adelantada; Emilio Kourí Un pueblo dividido; o Andrés Manuel López Obrador, Catarino Erasmo Garza Rodríguez

El carácter del porfiriato como agente del gran capital internacional (90 por ciento de nuestras exportaciones beneficiaban directamente a los grandes trusts petroleros y mineros británicos y estadunidenses, y a empresas como la International Rubber Co, de caucho, o la International Harvester Co, del entonces vital henequén) puede verse en el ya citado libro de Bartra, El México bárbaro…, y en la obra maestra de Friedrich Katz, La guerra secreta en México. También, en los libros de Priscila Connolly, John Mason Harth, Lorenzo Meyer, Fernando Benítez, Carlos Marichal y numerosos autores. Y saliéndonos de México, para entender globalmente el periodo, sugiero Eric Hobsbawn, La era del imperio.

Ese imperialismo tenía una ideología: el positivismo, el darwinismo social, la religión de la ciencia. Repitiendo en México el discurso racista, organicista y civilizador de los imperios, el porfiriato convirtió las guerras endémicas contra apaches, comanches, yaquis y mayas en guerras de exterminio fundadas en el mismo tipo de argumentos científicos con los que el imperialismo británico justificaba las atrocidades que perpetraba en África o Australia; el francés en Argelia y Vietnam, la corona belga en el Congo, EU en las grandes llanuras y Rusia en Asia central (similares argumentos del Holocausto o de las leyes de segregación vigentes en EU hasta mediados del siglo XX). En ese y otros aspectos, el porfirista fue un régimen entreguista, al servicio de los intereses económicos de las grandes potencias. En el porfiriato se hablaba de civilizar o exterminar y ese discurso científico fue absorbido por importantes sectores de las clases medias y populares y aún persiste. Para entenderlo, Arnaldo Córdova, La ideología de la Revolución Mexicana, y Leopoldo Zea, El positivismo en México.

Entre 1955 y 1972, bajo la coordinación de Daniel Cosío Villegas, se publicaron las más de 8 mil páginas de la Historia Moderna de México (con la colaboración de enormes historiadores, como Luis González y González, Moisés González Navarro y otros) en que intentaron comprender y explicar los procesos históricos de México de 1867 a 1911.

¿Les parecen demasiados libros, señores de la derecha? Me atrevo a sugerirles la síntesis que de sus descubrimientos hicimos Felipe Ávila y un servidor en el capítulo inicial de Breve historia de la Revolución Mexicana ( https://acortar.link/MiHZMa ).