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El ángel
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“A

sí es como se representa al Ángel de la Historia”. Tal es la visión que Walter Benjamin se formó del cuadro de Paul Klee, una célebre obra de 1920, que tituló Angelus Novus.

Este es un momento oportuno para recuperar la interpretación de Benjamin sobre el cuadro de Klee. Se cumplen 80 años del fin de la Segunda Guerra Mundial. Ocho décadas que comprenden una etapa histórica muy significativa. Hoy estamos, en efecto, en un entorno de cambios relevantes y tensiones políticas que desatan la incertidumbre. Un ambiente de ruptura que concentra un amplio conjunto de contradicciones que se han ido conformando durante este largo periodo, que tienden progresivamente hacia una transición que se aviva hoy de forma notoria y cuyo destino es desconocido. Si bien no es posible figurar tal futuro, el mero tránsito exige una reflexión intensa.

En la novena tesis sobre la filosofía de la historia, Benjamin planteó la cuestión de la siguiente manera: “Hay un cuadro de Klee que se llama Angelus Novus. Representa a un ángel que parece estar a punto de alejarse de algo en lo que está clavada su mirada. Sus ojos están desencajados, la boca abierta, las alas desplegadas. El ángel de la historia tiene que parecérsele. Tiene el rostro vuelto hacia el pasado. Lo que a nosotros se presenta como una cadena de acontecimientos, él lo ve como una catástrofe que acumula sin cesar ruinas sobre ruinas, arrojándolas a sus pies. Bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer los fragmentos. Pero desde el paraíso sopla un viento huracanado que se arremolina en sus alas, tan fuerte que el ángel no puede plegarlas. El huracán le impulsa irresistiblemente hacia el futuro, al que da la espalda, mientras el cúmulo de ruinas crece hasta el cielo. Eso que nosotros llamamos progreso es ese huracán”.

Klee sostenía que el arte no reproduce lo que vemos. Nos hace ver. El arte no reproduce lo visible; lo hace visible. Tal es el poder de esa imagen del Ángel. Tal, la aguda percepción de Benjamin.

En una derivación sobre el significado del Ángel Nuevo, el filósofo italiano Giorgio Agamben apunta que puede tomarse como una reflexión de la tensión que hay entre el poder soberano que busca instaurar un orden y lo que es inherente al acontecer histórico. Asocia la metáfora del Ángel con el hombre moderno que pierde contacto con el pasado y con ello su lugar en la historia.

Esta aproximación puede rematarse con lo dicho por el reputado escritor y periodista austriaco Karl Kraus (1874-1936), quien asentó que: La nuestra es esa época ruidosa en la cual retumba la espantosa sinfonía de los actos que producen noticias, y de las noticias culpables de actos. No es difícil hoy captar de modo comprensible el sentido de todas estas reflexiones.

Benjamin citó el Angelus Novus en un ensayo sobre Kraus en el que escribió que hace posible entender a una humanidad que se prueba a sí misma mediante la destrucción.

Con un desasosiego propio del mejor Fernando Pessoa y mientras reflexionaba sobre la obra de Klee, Walter Benjamin cita un poema de su cercano amigo Gershom Sholem que viene muy bien al caso:

Mi ala está lista para volar
Preferiría volverme
Pero tendría poca suerte
Permaneciendo en el tiempo mortal.

Este es, ciertamente, un acto de prudencia necesaria. Hay tantos en el curso de la historia que no han tenido la opción de volverse o no, pudiendo solamente permanecer en el tiempo mortal. Son tantos los muertos. Son tantos los humillados.

Terry Eagleton escribió: En una de sus más agudas expresiones, Benjamin observó que aquello que impulsa a los hombres y a las mujeres a la revuelta contra la injusticia no son los sueños por liberar a sus nietos, sino las memorias de sus ancestros esclavizados. Es volteando la mirada a los horrores del pasado, con la esperanza de que con ello no nos convirtamos en piedra, que somos impelidos a avanzar.

No podemos seguir la mirada del Ángel. No sabemos qué ve. Y, así, no logramos darnos cuenta de lo que es posible, aunque alcancemos a figurarlo, lo que es insuficiente. Si por alguna razón pudiésemos seguir la mirada del Ángel, aunque fuese la sola mirada, sin pretender seguir el curso, abriríamos los ojos tan grandemente como los del ángel pintado por Klee.