sta pregunta parece trivial; incluso ingenua. Sin embargo, como veremos, encierra un dilema que tiene repercusiones sustanciales en muchos campos de la vida individual y colectiva. A diferencia de una nación, el primer rasgo de una civilización es su muy largo torrente histórico que suele abarcar miles de años (primera evidencia). Durante ese lapso se llevan a cabo sendos procesos de domesticación (segunda evidencia). La domesticación es un proceso coevolutivo en el que las sociedades domestican a la naturaleza, al mismo tiempo que la naturaleza domestica a las sociedades. Las sociedades a su vez domestican por igual especies y espacios (tercera evidencia). En el primer caso se trata de la manipulación genética de plantas, animales y hongos, mediante la cual se van privilegiando rasgos o caracteres favorables a los seres humanos. En el segundo se modifican paisajes, vegetaciones o ecosistemas a través del manejo de las especies, la modificación del terreno y la conducción del agua. Por todo lo anterior los actores sociales de una civilización poseen una memoria que puede ser individual o colectiva, que les dota de una fortaleza frente al presente y el futuro (cuarta evidencia).
A diferencia de una civilización, una nación no presenta procesos como los arriba señalados o bien los presenta de manera marginal. Todo lo hasta aquí narrado se encuentra documentado por investigaciones procedentes de la arqueología, paleontología, etnohistoria, historia, etnobiología, etnoecología y otros campos de estudio. Consideramos que mapear estas diferencias en los países actuales del planeta revelan una cartografía novedosa y tajante. La línea traza una diferencia tácita con múltiples repercusiones. Veamos el caso de América, donde se pueden identificar dos civilizaciones: Mesoamérica y los Andes. Mientras la primera comprende a México y buena parte de los países centroamericanos, hasta el norte de Costa Rica, la segunda incluye a Perú y Bolivia y parte de Ecuador. Estados Unidos, Canadá, Brasil y Argentina, son meras extensiones colonialistas de Europa, que existen como países tras el exterminio o reducción de los pueblos originarios, similarmente a lo que hoy hace Israel con Palestina, Siria, Líbano e Irán.
Las naciones son por lo común entidades dominadoras e imperialistas, las civilizaciones no, pues se nutren de su propia larga y rica historia cultural.
Para el caso de América destaca la obra clásica de Darcy Ribeiro, Las Américas y la civilización, publicada en 1969 donde traza de manera magistral lo que arriba señalamos. Lectura obligada. Por el resto del mundo otros focos civilizatorios han tenido que enfrentar y resistir agresiones similares.
Este es el caso de las tres principales civilizaciones africanas que surgieron en torno al río Nilo: Egipto, Kush y Aksum. En India destacan al menos cuatro principales civilizaciones la Harappa, la védica, la Maurya y la Gupta. En tanto, en China, históricamente aislada, una sola civilización ligada a los ríos dio lugar a toda una secuencia de dinastías. Termino señalando el cuestionamiento que hizo Enrique Dussel de la supuesta centralidad civilizatoria de Europa como un foco universal del mundo moderno (https://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/sur-sur/20100708040738/4_dussel.pdf). Su argumentación es clara y contundente. Por todo lo aquí escrito, considero que estamos ante la posibilidad de una nueva mirada descolonizadora.