onald Trump aseguró ayer que “México hace lo que le decimos que haga, y Canadá hace lo que le decimos que haga” en materia fronteriza, y que gracias a esa “obediencia” y a su política de criminalización de los migrantes “cero” personas han cruzado de manera irregular su límite sur en tres meses; en contraste con los millones de “prisioneros, drogadictos, pandilleros, vendedores de droga en miles y miles” y 11 mil 888 asesinos que ingresaron durante 2024. Además de hacer todas estas aseveraciones sin sustento alguno, el mandatario se jactó de que todo esto lo ha hecho sin aprobación del Congreso, es decir, ilegalmente.
Sin responder de manera directa, pero en evidente alusión a dichas declaraciones, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo difundió un video en el cual emite “un mensaje de México para el mundo: para cualquiera que tenga alguna duda, en México, el pueblo manda”.
Como tantas de las bravuconadas que el magnate lanza todos los días, la de ayer se produjo sin que viniera a cuento, durante una conferencia de prensa sin relación alguna con la seguridad fronteriza y sin que nadie le formulara una pregunta al respecto. En este sentido, podría tomarse como una muestra más de la puerilidad de quien padece una incontrolable dependencia del autoelogio y no puede vencer su necesidad de inventar éxitos que no ha cosechado y admiraciones que no recibe, incluso cuando la mentira es tan burda que no hace sino ponerlo en ridículo.
Asimismo, puede interpretarse que esta tendencia a fanfarronear se exacerba en momentos en que su gobierno hace agua, con un rechazo de 60 por ciento de los ciudadanos, de acuerdo a los últimos sondeos de opinión, una tasa de inflación que comienza a reflejar el impacto de su delirio arancelario, unas cifras de desempleo que desmienten de forma contundente la imaginaria creación de “millones y millones” de puestos de trabajo gracias a su guerra comercial unilateral, un déficit fiscal no visto en ocho décadas, y una pérdida de influencia global que se acelera conforme el republicano se empeña en humillar a aliados tan cercanos y fieles como la Unión Europea, Japón y Corea del Sur.
Sin embargo, sería erróneo minimizar la gravedad del exabrupto, por mucho que se trate de bravatas para consumo interno, proferidas de forma obviamente irreflexiva por un individuo incapaz de entender la responsabilidad verbal que conlleva su cargo. Por el contrario, debe rechazarse en los términos más enérgicos tanto por inscribirse en un patrón de agresiones constantes contra México por parte de funcionarios y políticos estadunidenses, quienes pretenden culpar a nuestro país por todos los problemas de la decadente superpotencia, como por representar lo peor de la actitud imperialista de Washington hacia América Latina, que en las últimas semanas se ha ensañado contra Brasil, Cuba y Venezuela.
Trump debe entender que no hace ningún favor al “engrandecimiento” de su país al atacar a su principal socio comercial, con el que comparte 3 mil kilómetros de frontera que, le guste o no, debe gestionarse de manera conjunta, mediante el diálogo, el respeto mutuo por la soberanía y en pie de igualdad. Para bien o para mal, México y Estados Unidos siempre tendrán un vínculo estrecho que los compromete a colaborar, pero dicha colaboración no puede operar si Washington despliega una hostilidad gratuita y permanente.