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Investigador revalora a integrantes de la Sociedad Mexicana de Grabadores

Eduardo Espinosa Campos registra en un título editado por el Inbal el trabajo gráfico de 49 artistas

 
Periódico La Jornada
Lunes 22 de septiembre de 2025, p. 5

La Sociedad Mexicana de Grabadores (SMG), fundada en 1947 por figuras como Carlos Alvarado Lang, Angelina Belof, Erasto Cortés Juárez, Lola Cueto, Amador Lugo y Ángel Zamarripa, se mantuvo activa hasta 1971, revela una investigación realizada por Eduardo Espinosa Campos.

Luego de casi un cuarto de siglo de actividades, muchos de los nombres de sus integrantes quedaron sepultados en el tiempo a pesar de ofrecer propuestas artísticas llamativas, tal vez porque se dedicaron más a impulsar el grabado a través de la docencia que a la producción personal y a exponer, propone el investigador.

La idea principal de la Sociedad Mexicana de Grabadores (1947-1961), libro editado por el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal), es traer a la actualidad los nombres de los artistas que en algún momento pasaron por esta agrupación, 49 en total, según los registros de su autor, así como su obra, al considerar que “han sido olvidados de manera injusta”.

Ante la falta de un archivo que, si existe, nunca se encontró, el punto de partida de la investigación consistió en averiguar cuántos artistas fueron miembros de la sociedad.

Como integrante del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas (Cenidiap), desde su ingreso al Inbal, en 1983, el “primer encargo oficial” de Espinosa Campos fue revisar el archivo personal del guerrerense Amador Lugo (1921-2002) con fines de una exposición. Fue su primer encuentro con catálogos de muestras que hacían referencia a la SMG.

1951, el año de partida

El libro El grabado contemporáneo (1922-1950), de 1951, de Cortés Juárez, le dio la primera pauta. Aunque el artista e historiador habla de 10 fundadores de la SMG, al revisar las semblanzas de los grabadores, Espinosa Campos halló dos más. Al confrontar los datos encontrados, el investigador concluyó que fueron 49, aunque no descarta que “haya podido omitir el nombre de alguno”.

Mediante el boletín Estampa, órgano oficial de la SMG, en diferentes años se hablaba de quienes conformaban en ese momento la agrupación. Así se pudo saber que la membresía fluctuaba. “Sólo Lugo y Zamarripa permanecieron de principio a fin, el resto en años específicos”, apunta. La investigación se centró en los archivos personales de los artistas.

En 2016, Espinosa Campos fue curador de la exposición La Sociedad Mexicana de Grabadores (1947-1971): Una plataforma para la promoción y difusión de la estampa, en el Museo Nacional de la Estampa, que fue como una “convocatoria”, ya que a partir de ella contactó a familiares de artistas, lo cual le permitió ampliar la muestra.

La agrupación de grabadores de “mayor repercusión” en el siglo XX fue el Taller de Gráfica Popular (TGP), y de alguna manera “opacó” la presencia de la SMG. A Espinosa Campos, no obstante, le pareció necesario recuperar el trabajo realizado por los integrantes de la SMG, “una intensa actividad de exposiciones, conferencias y la promoción del grabado a través de la docencia”.

¿Qué ofrecía la SMG a los artistas que no hacía el TGP? “La SMG fue una plataforma para que los artistas pudieran exhibir sus obras de manera libre. Es decir, que pudieran mostrar sus trabajos, técnica y temáticamente, sin que estuvieran restringidas, por ejemplo, a un tema político, como fue el caso del TGP, ya que en un principio muchos de sus miembros habían pertenecido al Partido Comunista. La SMG dejó claro en sus estatutos que no tenían, ni buscarían, ningún vínculo con partidos políticos”.

Para el especialista, esto tuvo que ver con que en 1947 ya empezaba a haber cambios relevantes en el campo artístico en México. Empezaron a manifestarse otras expresiones. Por ejemplo, los artistas que conformaban la Ruptura, en los años 50, ya abogaban por una expresión más vanguardista. En sus inicios, la SMG defendía las técnicas tradicionales del grabado. Al final, incluyeron artistas de las nuevas generaciones, mientras los veteranos intentaron hacer obras vinculadas con el arte del momento, sobre todo el abstracto e incluso con el surrealismo.

Espinosa Campos señala: “El grabado, a diferencia de la pintura, exige mucho rigor y conocimiento de técnicas. En un dibujo o una pintura el artista puede corregir, quitar o agregar elementos. En la gráfica no, ya que lo que se hace permanece”.

El investigador recuerda que la SMG “fue la principal impulsora de los salones de grabado del Inbal en los años 50, ya desaparecidos. En gran medida el grabado se mantuvo gracias al trabajo que ellos hicieron como gestores ante la institución y a través de la organización de exposiciones”.