a última vez que lo vi en foto fue en abril del año pasado, me la enviaron muchachos del Centro de Estudiantes de Derecho de la UNAM. En la entrada de la Facultad de Derecho aparecían, Ana Ignacia Rodríguez, la legendaria Nacha del movimiento del 68 y Victoria Moreno, viuda de Miguel Parra Simpson, estudiante del Comité de Lucha de Derecho, asesinado por los porros en el estacionamiento de la facultad en 1969. Ambas junto a un grupo de estudiantes y entre ellas y ellos, Pedro Castillo Salgado, con una figura que excedía en peso a la imagen con la que lo recordaba de joven, pero los contornos de su rostro habían ganado una expresión serena. Realizaban un mitin de protesta porque algún malvado había arrancado la placa que se había colocado meses atrás, en conmemoración a Miguel Parra y de Roberta Avendaño, la querida Tita, ex estudiante de la misma facultad, que participó activamente en el movimiento, y por tal motivo purgó varios años de cárcel. Esa vez hubo suerte, Ana Ignacia captó la atención de algunos medios, de tal manera que la misma directora de la facultad se vio obligada a recibir a los estudiantes que además de la placa plantearon otras demandas. Colocada por primera vez en 1970, durante 55 años la placa fue arrancada de las paredes una y otra vez, y debió reinstalarse por distintas generaciones de estudiantes que la consideraron herencia y símbolo de universitarios luchando por una sociedad mejor. Años antes, Pedro Castillo pasó el movimiento del 68, preso en una crujía del Palacio de Lecumberri, como tantos otros compañeros. En la noche del 26 de julio, casi a la misma hora de los enfrentamientos de preparatorianos contra granaderos, la entonces Dirección Federal de Seguridad y del Servicio Secreto realizó un operativo contra el Partido Comunista, PCM, con la finalidad de descabezarlo. Esa noche, la policía arrestó a Rubén Valdespino, Arturo Zama y Pedro Castillo Salgado dirigentes estudiantiles de la Facultad de Derecho e integrantes de la Juventud Comunista, hecho consignado en La izquierda estudiantil en la UNAM, de José René Rivas, p. 514. Como a la mayoría de los jóvenes y viejos presos políticos a Pedro le sentó bien la cárcel para el aprendizaje teórico, pudo acceder a lecturas básicas y afianzó algunas ideas importantes sobre el poder, la lucha de clases y el desarrollo del México de entonces. La convivencia y discusión en círculos de estudio carcelarios, entre viejos y jóvenes activistas de izquierda en ocasiones se transformaba en ríspida, pero todos estuvieron en la sintonía del aprendizaje. Desde entonces también se percibía que las posiciones de las izquierdas tendían a radicalizarse, igual que sucedía en la UNAM en huelga. Pedro fue un líder natural, con la impronta sinaloense característica de los de esa región, pero con habilidad social que le facilitaba hacer amigos. Padecía un prognatismo no grave, que tampoco le impedía llevarse bien con la gente; al contrario, a las mujeres les agradaba su carácter alegre, positivo, siempre con una broma que hacía reír. Durante su estancia en la crujía recibió con regularidad a una hermosa sinaloense que sin duda lo ayudó a superar las depresiones de lo que entonces se conocía como el carcelazo entre los presos. Fue liberado en marzo de 1971, a tres meses de inaugurado el régimen de Luis Echeverría. Atrás quedaron la masacre del 2 de octubre y el levantamiento de la huelga. En junio de ese año vino el planteamiento de salir a la calle nuevamente. La discusión entre el dilema de salir o no se dio en medio de feroces discusiones en el Comité Coordinador en las que Pedro participaba como representante de la facultad. Durante la marcha del 10 de junio, el grupo paramilitar de los halcones atacó primero con varas de bambú, pero al verse rebasados empezaron a utilizar rifles de alto poder y metralletas. En la refriega, con una vieja pistola escuadra 32, Pedro los enfrentó, haciéndoles bajas, logrando escapar en medio de la balacera. Fue de los pocos que instintivamente se habían preparado para la autodefensa ante una posible agresión. Con motivo de su fallecimiento, el Centro de Estudiantes de Derecho le ofrendó un homenaje el 2 de octubre en la facultad, y los primeros dos días de octubre, el Observatorio de Derechos Humanos de los Pueblos, y el Colectivo El Zenzontle, de la Casa de los Pueblos México, publicaron en Correo Ilustrado de La Jornada, sendas cartas enalteciéndolo como dirigente y activista de los movimientos sociales. Es decir, su actividad política a ras de tierra, continuó más allá de su vida estudiantil, como esos hombres y mujeres verticales que logran acompasar el ritmo de su propia existencia con el ritmo de las masas en los movimientos populares. Esos hombres y esas mujeres que se vuelven imprescindibles.
*Profesor de El Colegio de Sonora