
Sábado 11 de octubre de 2025, p. a12
¿Cómo llegó la música a nuestras vidas? ¿Cómo pasamos de la condición de niños a la de melómanos, o bien a la de escuchas ocasionales, pero concentrados? ¿En qué momento la música se convirtió en referente en nuestras vidas?
Estas preguntas, entre otras, surgen con la interrogante inicial de: ¿cuál es el primer disco en tu vida, el primero que decidiste comprar, con tu dinero y en qué momento?
En la entrega anterior transcribí los testimonios que han aportado en Facebook quienes así respondieron a la convocatoria que lancé con la pregunta ¿cuál fue el primer disco que compraste en tu vida? Y dado que me fue autorizado hacerlo, reproduzco a continuación las historias de vida que han seguido compartiendo.
Juan Pablo Biztec: “Vitalogy, de Pearl Jam. Era kct”.
Jorge R. Soto: The Monkees.
Pepe Del Valle: “Fueron dos: el que traía la música de la película Nacidos para perder y la de Los Beatles, Submarino amarillo”.
Eva Lepiz: “Casete de esos que se enrollaban con pluma Bic”.
Jair Ávalos López: “Con mis ahorros, en la primaria, Cuentos de Cri Cri y todavía me tocó casete”.
Juan Solís: “Pecado de juventud: Lluvia, de Luis Ángel. Era un acetato de 45 RPM, que encargué en el puesto de discos del mercado de la Gabriel Hernández. Era 1984 y tenía 10 años.
Patricia Camacho: “El elepé de un concierto en vivo de Deep Purple, con la Filarmónica de Londres. Lo compré en una pequeña tienda del ISSSTE, que estaba en la calle Delicias, en el centro de la capirucha”.
El Wray: “El mío, así de mi dinero que en realidad fueron dos n el Aurrerá de Nativitas en Chilangolandia, que fueron el Hysteria de Def Leppard y el Joshua Tree de U2”.
Edgardo Bermejo: “1979. Led Zeppelin”.
Javier Hernández Chelico: “En vacaciones trabajé con mi papá ¿1965?, Y con la lana que junté me compré el disco Teen Tops (ese donde están en un jeep del aeropuerto). Me aprendí las 12 canciones”.
Jorge García Ledesma: “Wes Montgomery y Fleetwood Mac en Chicago”.
José Luis Cabada Ramos: “Sargento Pimienta de Los Beatles, comprado en Casa Molina de Córdoba, Veracruz, en 1967, con 50 pesos que me regaló una tía”.
Andrés Tapia: “Cuando nací mis padres compraron algunos discos como 4, de Foreigner o Escape de Journey o la Novena de Beethoven, Wiener; K. Böhm y fueron más elepés, hasta el primer cedé que considero el inicio de mi colección: Oxygene, de Jean-Michel Jarre, edición Polydor, bastante sencilla que aún conservo. El segundo: un highlights del Don Giovanni, de Karajan, que sustituí con la ópera completa”.
Ampariushka Hernández: “Mi primer disco, comprado con mi sueldo de adolescente trabajando medio tiempo en vacaciones, fue Ray of Light, de Madonna, que destaca por la incorporación de música electrónica, dance y otros géneros, así como la influencia del hinduismo. Yo sólo quería un disco de Madonna y adquirí el álbum de su reinvención musical, je”.
Paola Flores: “Mi primer disco fue el concierto navideño de Andrea Bocelli. Suena cada diciembre en casa. ¡Adeste fidelis es mi favorita!”
Alejandro Toledo: “Recuerdo que compramos el disco de Genaro Moreno que traía La balada del vagabundo, pero lo dejamos en la parte de atrás del coche, fuimos ese día a Xochimilco, creo, y cuando regresamos de comer, el disco estaba todo curveado”.
Rodrigo de Oyarzábal: “1965: You Really Got Me, de The Kinks, en una discoteca que estaba en Insurgentes en el edificio de los zapatos Canadá”.
Graciela Ramírez Romero: “El primer disco que me compró mi mamá era un epé de los Beatles. Junto con una tornamesa pequeña en forma de maletita, como las que vuelven a ponerse a la venta hoy. Pero el primero que compré en el de Doors en vivo desde el Hollywood Bowl de Los Ángeles. Un alucine de sonidos nuevos y profundos y mi entrada al rock pesado”.
Rogelio Cuéllar: “You Really Got Me, de The Kinks, de 45 RPM y en elepé el de Iron Butterfly, In-A-Gadda-Da-Vida. Tenía 14, 15 años y los tocaba a escondidas en un tocadiscos finísimo que era de mi hermano Rigoberto”.
Rosie Martínez: “Mi primer disco en la vida fue uno de Pink Floyd, a los 10 años, y por supuesto que no sabía nada de rock. Fueron mis primos, que me llevaban 10 años, quienes me instaron a comprarlo con mis domingos ahorrados. Ellos me enseñaron todo sobre el rock y sus variantes. A uno le gustaba más el rock pesado o metal. El otro era más alternativo o progresivo. Yo me inclinaba más por este subgénero. Y este último primo me llevó a comprar el disco que más quería él, sin duda. Recién acababa de llegar importado a una famosa casa de discos cuyo nombre no recuerdo. Era el hoy clásico The Dark Side of the Moon. Lo amo hasta hoy.
“Seguramente fui una de las más jóvenes floydianas y fanáticas del rock , especialmente del progresivo. Cuando llegué a la secundaria, nadie entendía mis gustos roqueros, era época de la música disco y mientras mis amigas adoraban a John Travolta, a mí me encantaba Mick Jagger y el ya fallecido Rey Lagarto.
“Breathe, breathe in the air, don’t be afraid to care.”
Úrsula Alida Vázquez Tovar: “El primer elepé que compré fue Ummagumma, de Pink Floyd, pues desde la primera vez que lo escuché, me gustó mucho, en especial la versión en vivo de A Saucerful of Secrets. Así que cuando gané mi primer sueldo fui a Discos Zorba y lo compré. La siguiente quincena fui por Wish you Were Here”.
Hasta aquí los testimonios.
Es claro que cada disco mencionado es un portal dimensional. Abre universos paralelos.
En respuesta a una de las interrogantes que plantée al principio, también es claro que la música nos llega en la vida en forma vertical y horizontal. La primera, por nuestros mayores. Es usual que padres melómanos formen hijos con una educación musical y el oído afinado, decidan escuchar la música que se les antoje, porque no necesariamente los hijos de unos papás que escuchen a Beethoven, deben seguir ese camino.
La llegada vertical de la música a nuestras vidas se completa con el advenimiento horizontal: la música que escuchan nuestros amigos, nuestros compañeros en la primaria, lo que suena en la radio.
La radio es un capítulo que merece un Disquero aparte. Por lo pronto, solamente mencionaré que crecí en una familia radioescucha y que en la XEW sucedió buena parte de la cultura popular en México, desde Agustín Lara y Toña La Negra hasta las radionovelas de calidad y luego, en la estación RCN, los capítulos imperdibles de Kalimán.
Pero nunca he comprado ningún disco de lo que escuchaba en la Dobleú, porque no hace falta: esa música es omnipresente y no hace falta tener los discos en casa para sabérsela de memoria.
Había la radio cultural: la primera época de Radio Universidad y una estación de radio fundamental en la vida de varias generaciones; la Equis E Ele A, “buena música desde la Ciudad de México”.
La XELA fue un referente cultural. Recuerdo con mucho cariño a mi querido amigo el compositor Daniel Catán, quien fue uno de los últimos directores de esa estación de radio y un buen día me invitó a conocer lo que había escuchado desde mi infancia: la inmensa colección de discos que poseía la XELA y transmitía desde sus instalaciones en la calle Río Tíber. Jamás había visto tal cantidad de discos juntos y ese es otro tema para otro Disquero: las discotecas particulares de cada quien, paso obligado después de responder la pregunta: ¿cuál fue el primer disco que compró usted, hermosa lectora, amable lector, con su dinero y por qué?
De manera que, necesariamente, esta historia continuará.