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ENTREVISTA
Anabel Ochoa, sexóloga
''Nos hicieron mucho daño el ocultamiento y
el oscurantismo''
Llamar las cosas por su nombre es el principio de la
desacralización del sexo, afirma la autora de Mitos y realidades
del sexo joven (Aguilar)
YANIRETH ISRADE
El apetito informativo de la juventud mexicana, ávida
de indagar en su sexualidad, hablar de ella y ejercerla para mutuo regocijo,
constituye un fenómeno "histórico" que transformará
las relaciones de pareja, de familia y sociales, advierte la sexóloga
Anabel Ochoa, autora de Mitos y realidades del sexo joven, volumen
de reciente aparición publicado por Aguilar.
Lejos
del "atraganto" sexual que vivió España tras la caída
del dictador Francisco Franco en los años 70, México experimenta
ahora cambios no tan espectaculares pero paulatinos y capaces de socavar
los cimientos de la sociedad tradicional, prosigue Ochoa, mujer de origen
vasco que vivió aquel estallido en su país como un "reventón
cultural" bárbaro, un "destape loco" que no tardó demasiado
en disiparse.
Aquí las cosas son distintas. La actual es una
generación "bisagra" de chavas y chavos con el dilema de querer
cambiar las cosas pero con el peso aún de atavismos que obstaculizan.
Las mujeres que tienen 18 años, ejemplifica Anabel Ochoa, desean
modificar la convivencia con sus parejas, lo consideran necesario, luchan
para lograrlo pero "¡no fueron educadas así!, no nacieron
en el seno de una ONG feminista, crecieron con la abuela, la madre, la
tía o la cuñada; son 18 años de haber sido educadas
como ciudadanas de segunda, no obstante dicen: 'quiero que sea distinto',
y manifiestan sus inquietudes, preguntan, lo intentan; eso producirá
cambios históricos en la cultura mexicana, lo veo clarísimo,
es un fenómeno de una fuerza arrolladora, aunque ahora no sea tan
evidente".
Anabel Ochoa recibe en su programa radiofónico
Voces en la intimidad (antes Desnudo total) cientos de consultas
-más de dos millones desde que inició- no sólo de
mujeres, también y sobre todo de varones que prefieren despejar
sus dudas con esta especialista franca, contundente y desprejuiciada, que
llama a cada cosa por su nombre, sin tapujos ni rodeos.
"Es necesario nombrar; si no nombramos, esta labor es
estéril. Yo soy sicoanalista lacaniana y creo que el lenguaje es
pensamiento, el pensamiento es lenguaje. No puedes pensar nada que no nombres.
Esto implica legitimar las palabras, colocarlas en un lugar digno en el
que se pueda hablar sin aspavientos. En los medios de comunicación
no se podía hablar, era una grosería decir pene. Pero entonces
¿cómo le llamo? ¿Verga?, eso sí es una grosería.
¿O pajarito?, ¡no soy ornitóloga! El susto sería
que no tuviera nombre, lo terrible sin embargo es reconocer que para nuestro
cuerpo no hay un nombre autorizado, lo cual denuncia algo atroz.
-Con tu modo de hablar desacralizas la sexualidad. ¿Es
tu propósito?
-Obedece
a una intención explícita y a una vocación, porque
nos han hecho mucho daño el ocultamiento y el oscurantismo; no han
llenado de mitos, temores y desgracias. Desconfío de las sacralizaciones
a todos los niveles, no sólo en el sexo. Cuando algo comienza a
envolverse en velos, a solemnizarse hasta hacer las cosas no entendibles
es para manipular. Cuando hay fasto en vez de claridad siento que están
haciendo algo malo conmigo.
Cada vez más desconfiados de los fastos, los jóvenes
son considerados por Anabel Ochoa como un "invento" de reciente creación,
producto de la sociedad contemporánea.
Explica: "La juventud es un lujo de las sociedades modernas,
un regalo, porque es una etapa en la que no se está obligado a tener
hijos ni a trabajar, es un tiempo para estudiar, viajar o coger. Eso no
existía antes, pregúntaselo a la abuela, la primera menstruación
coincidía casi siempre con la boda, lo mismo que la primera erección".
-El feminismo, que mencionas de paso en tu libro...
-El feminismo forma parte de cada letra mía.
-Y las jóvenes ¿están familiarizadas
con él?
-Es una batalla que tengo todos los días. Mujeres
con un nivel cultural alto, incluso que trabajan con éxito en los
medios, dicen: "queridos amigos, no vayan a creer que soy feminista", o
"evitando el feminismo radical..."
"Tenemos una paranoia en la cabeza terrible, porque si
les pido que me definan el 'feminismo radical' no lo van a poder hacer,
como si fuera una amenaza, pero no sé de ninguna cultura del mundo
que corte penes; sí las conozco que cortan clítoris: más
de 50 países en Africa están cortando 600 diariamente. Tampoco
he oído de maquiladoras que paguen menos a los hombres ni que les
cierren a éstos el capullo con ninguna espina, ni que se queden
sin orgasmos en la cama y todos se los lleven ellas.
"Quizá el hecho de que feminismo y machismo tengan
ambos terminación en ismo provoca confusión, pero no tienen
nada que ver uno con otro. El machismo es un abuso de poder, el feminismo
en cambio una reivindicación de la mujer para que ejerza sus plenos
derechos.
"Sin embargo a veces pueden más los atavismos.
Veo otra generación bisagra dentro de la generación bisagra
formada por mujeres mexicanas que están dispuestas a ser igualitarias,
pero que no renuncian a las formas del machismo: quieren ser adoradas como
unas reinitas, e incluso percibo que les gustaría ser mantenidas
aunque ellas ganen su lana, y de hecho lo veo, ya están en la universidad
y el chavo tiene que pagar los chescos, y éstos parecen pequeños
detalles pero son mucho más importantes de lo que creemos. Eso habrá
que resolverlo de alguna manera, no se puede jugar a dos mundos, el periodo
de transformación tiene un precio."
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