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TOROS
Ť Débil y terciado pero interesante encierro
de San José en la décima corrida
Exitosa reaparición de Antonio Urrutia; cortó
oreja a cada uno de sus enemigos
Ť Otro cartel diseñado por ecologistas Ť
Chilolo y Mari Paz Vega, sólo empeñosos
LEONARDO PAEZ
Los ejemplares mexiquenses de Arturo Jiménez Mangas,
que tan excepcionales astados enviara este mismo año a las plazas
de La Florecita, en Ciudad Satélite y Nuevo Progreso, de Guadalajara,
fueron indiscutiblemente interesantes, en el sentido de que no obstante
su mansedumbre presentaron problemas de toros de lidia, no de boyancones
carentes de emoción, como ha sido la mayoría de los "prestigiados"
hierros aprobados, gracias a la descarada connivencia de la delegación
Benito Juárez con la empresa, en las primeras diez corridas de la
temporada grande 2001-2002.
Ninguno de los sanjoseños se mató
en el caballo, rasgo más bien común en plena modernidad taurina,
pero todos transmitieron una evidente sensación de peligro para
sus lidiadores, lo que se traduce, siempre, en una emoción diferente
para el público. Diferente por lo menos al gol más espectacular
o al home run más sorpresivo.
Urrutia, qué desperdicio de torero
Con
42 años de edad y 19 de alternativa, el matador aguascalentense
Antonio Urrutia es un buen ejemplo de la antipromoción taurina que
prevalece en este país.
Torero largo, en el sentido de cubrir con solvencia los
tres tercios, y poseedor de una sólida tauromaquia, Urrutia ha tenido
que batallar en su país y en el extranjero como si fuera todo lo
contrario, no obstante haber cortado orejas en México, España
y Sudamérica, y haber realizado en el coso de Insurgentes, en 1997,
una faena con Pavito, de Manolo Martínez, que mereció
el indulto.
Ayer, Antonio volvió a demostrar porqué
la mayoría de las empresas mexicanas lo relegan: es un torero por
demás incómodo para los que figuran.
Con el abreplaza Hierbabuena, de 535 kilos, bien
presentado y cómodo de cabeza, como sus hermanos, Urrutia instrumentó
buenos lances y una media muy torera. Tras una vara apenas cumplidora,
quitó al astado por gaoneras y una caleserina -¡tradición
torera, no te apagues! Ni siquiera intentó poner banderillas, habida
cuenta de la medida fuerza del burel, y ejecutó una de las faenas
más toreras de lo que va de la triunfalista temporada, en lo que
a mando auténtico se refiere.
Aguante sin adjetivos, preciso sentido de la colocación
y temple evidente fueron los rasgos de su faena por ambos lados a un toro
con genio, es decir, manso pero con peligro, lo que, ojo, aumentó
la atención del público, predispuesto ya a los toritos de
entra y sal. Luego de sanjuaneras y manoletinas dejó una estocada
entera, en corto, que bastó, por lo que el juez Lanfranchi concedió
una de las orejas más cabales de todo el serial.
Con su segundo, Distinguido, de 490, fino y bien
armado ejemplar, pero débil de manos, Antonio volvió a instrumentar
series por ambos lados, sobre todo por el izquierdo, sufrió una
aparatosa cogida sin consecuencias, toreó bellamente por lasernistas
-el toreo por alto sí gusta, pero frente a toros que algo transmitan-
y dejó un espadazo casi entero luego de ahondar habilidosamente
el estoque. Otra oreja pidió el agradecido público y usía,
complaciente con los importados que traen cien corridas toreadas, mal hubiera
hecho en negarla. Ojalá próximamente Urrutia hiciera el paseíllo
con toreros de más fuste. El deslavado espectáculo ganaría
en rivalidad y en torerismo, ahora que un atajo de burócratas sin
quehacer quieren prohibir la entrada a las plazas de los menores de edad,
mientras la violencia televisiva deja su dosis diaria de mierda en los
hogares.
Lo demás
Hay toreros que nomás no pueden con la Plaza México,
uno de ellos es Chilolo, que no obstante ocupar el primer lugar
en el escalafón desde hace varios años, nomás no puede
corroborarlo al llegar a la plazota. Empeñoso, incluso valiente,
con cierto oficio, el hombre nomás no tiene idea de que el toreo
debe ser expresión interior, es decir, especie de grito personal
delante de las astas. Todavía regaló un toro, al que lo más
sobresaliente que pudo hacerle, como a los anteriores, fue colgarle un
certero par al violín.
Y la malagueña Mari Paz Vega, que tan buen sabor
de boca dejara la tarde de su presentación, hace dos temporadas,
bien merecía otro cartel, pues entre lo poco toreada y lo deslucido
de su lote, nada pudo hacer.
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