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ARGENTINA: INGOBERNABILIDAD
Adolfo
Rodríguez Saá, el tercer presidente argentino en un mes,
acaba de renunciar, víctima del fuego cruzado de la rabia y exasperación
popular, del sabotaje del sector financiero (al cual sirven desde hace
rato la inmensa mayoría de los políticos peronistas... y
también de los radicales que defendían a Domingo Cavallo
hasta la reciente rebelión) y de la Fronda, o descontento sordo
pero activo, de los mandos militares, ante la decisión del renunciante
de conceder la extradición, a los países europeos que los
reclaman, de los criminales de guerra y torturadores de la Marina, el Ejército
y la Aeronáutica, Rodríguez Saá arrojó su renuncia
a la cara de sus rivales, en el seno del peronismo, que se oponen a la
realización de elecciones presidenciales en marzo, esperando arreglar
la preselección interna de candidatos de aquí a finales de
año y les quitó a sus colegas de partido y, en general, a
la llamada "clase política", los últimos restos de credibilidad
que tenían ante los ciudadanos.
Ahora se plantean tres incógnitas: la primera es
qué hará la gente que no cesa de movilizarse ante la amenaza
de que, con la renuncia de Rodríguez Saá, vuelvan los "corruptos"
y "vendidos" que todos vituperan; de que no se acate la decisión
de liberar a los presos sociales y de castigar a los asesinos y de que
no se acabe con el famoso "corralito", o sea la prohibición de sacar
del banco más de mil pesos mensuales de los propios haberes, que
siguen congelados. La segunda, ante la eventualidad de quemas de bancos
y de graves disturbios sociales, es qué harán las instituciones
bancarias que ganaron gran poder con la disposición forzada del
ahorro popular y con el congelamiento de los depósitos. Se debe
tener en cuenta que aún si quisiesen responder a la demanda de los
ahorradores probablemente no podrían hacerlo, porque los depósitos
son insuficientes frente a la gran corrida que se vendría. La tercera
es cómo se resolverá de inmediato, y sin agravar la ya terrible
situación argentina, el vacío de poder (ha renunciado también
el presidente del Senado) y el ballet de gobiernos que no gobiernan ni
duran más de dos días, como los del periodo de Kerensky en
la Revolución Rusa. Es evidente que los factores de poder --la "patria
financiera", ligada al gran capital financiero internacional, los diversos
sectores en que están divididas las fuerzas armadas, la Iglesia
católica, en sus diferentes "almas" contrapuestas-- ejercen presiones
fuertes y muchas veces en sentidos opuestos sobre un personal político
en fuga y en pánico.
La rebelión, por su parte, aún no tiene
ni una dirección ni un objetivo común y tiene un poder de
veto mucho mayor que el poder de propuesta. Elecciones presidenciales en
esta confusión darían como resultado un gobierno débil
e ilegítimo. Argentina, que después de derribado el gobierno
de Juan Domingo Perón, en 1955, tuvo que recurrir a convocar una
Convención Constituyente para rehacer el país, tal como habían
hecho anteriormente los liberales, en 1853, después de las guerras
civiles, tiene precedentes de situaciones en las que el desprestigio y
la ilegitimidad de los políticos fueron en gran parte superados,
apelando a la expresión ciudadana en una Constituyente, para decidir
todos los grandes problemas del país y qué tipo de país
se quiere, directa y democráticamente. Todo muestra la incapacidad
del peronismo de formar un gobierno estable y, por lo tanto, aún
menos de resolver los problemas económicos del país. En cuanto
a los radicales, comprometidos con Cavallo y De la Rúa, han sido
expulsados del gobierno por la furia popular.
Existe una situación de emergencia. El pueblo argentino
exige poder disponer libremente de sus haberes, recibir los salarios fijados
por la ley, acabar con la corrupción y los corruptos. La suspensión
del pago de la deuda es, además, irreversible, aunque Menem --que
es socio de Bush padre-- diga lo contrario, ya que Argentina no puede pagar,
en intereses, la mitad de su producto bruto interno. Entregar a la justicia
a ladrones, saqueadores, asesinos y dictadores es igualmente irrenunciable.
Sea quien fuere el que suceda a Rodríguez Saá
no podrá tergiversar ni seguir bailando el tango en la boca del
volcán social en erupción.
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