MANUEL ALVAREZ BRAVO 100 AÑOS
Ť "Cada foto suya es un aniversario que demanda festejo",
expresó Carlos Monsiváis
El artista de la lente en Bellas Artes: cien velas
para cien años de luz
Ť El recinto, copado; ''todas las clases sociales'' se
volcaron para homenajear a la figura internacional
MERRY MAC MASTERS
La fotografía mexicana estuvo de plácemes.
Su decano, Manuel Alvarez Bravo, fue festejado con motivo de sus "100 años
de luz", que hoy se cumplen. Hubo de todo, como en los cumpleaños:
música, Las mañanitas, parabienes, velas y pastel.
Lo que varió fue la escala. No cualquiera hace su fiesta en el Palacio
de Bellas Artes. Tampoco cualquiera alcanza el siglo de vida convertido
en figura mundial. Como dijo en su momento Carlos Monsiváis, "cada
foto de don Manuel Alvarez Bravo es un aniversario que demanda un festejo".
Ayer la gente hizo larga fila para alcanzar un lugar en
el Teatro de Bellas Artes, cuyo aforo de mil 800 lugares se ocupó
en su totalidad. Para aquellos que no entraron, había una muestra
fotográfica de don Manuel frente al edificio marmóleo.
Cuando
faltaban unos minutos para que se iniciara el concierto que le ofrecería
la Orquesta Sinfónica Nacional, dirigida por Enrique Arturo Diemecke,
y con la participación de la soprano Conchita Julián, el
homenajeado fue llevado tras bambalinas, al camerino 111. Allí,
don Manuel escuchó sorprendido a Sara Bermúdez, presidenta
del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, quien le informaba que
el homenaje era internacional, por lo de la exposición de Rotterdam
y el pedido de Cuba de una muestra.
Ante la pregunta de rigor, ¿cuál es el secreto
para vivir 100 años?, el cumpleañero aconsejó: "ve
delante de ellas (las mujeres)".
Adentro del camerino también estaba Diemecke. El
fotógrafo se dijo preocupado por lo "largo" de la Cuarta sinfonía
de Mahler, cuya duración es de 54 minutos, que se tocaría
por ser de las preferidas del decano. El conductor habló de la posibilidad
de "aligerar" el segundo movimiento.
En punto de las 13 horas, el festejado, en silla de ruedas,
hizo su aparición a la mitad del foro de Bellas Artes; la ovación
fue inmediata. Al iniciarse la función, un niño pequeño
corrió espontáneo hacia el escenario llamando la atención
de las personas de las primeras filas. Era Nicolás, nieto de don
Manuel por su hija Genoveva.
Una vez terminado el concierto, y en lo que el festejado
fue llevado al escenario, la Sinfónica Nacional le tocó Las
mañanitas. Don Manuel apretó las manos en agradecimiento,
mientras su gremio, el fotográfico, estaba literalmente "a sus pies"
accionando el obturador.
Allí estaban sus colegas: Héctor García,
Paulina Lavista, Bordes Mangel, Graciela Iturbide, Pablo Ortiz Monasterio,
Pedro Meyer, Yolanda Andrade, incluso, el brasileño Sebastiao Salgado,
quien en comentarios con La Jornada se refirió a la participación
de "todas las clases sociales" en el homenaje. No es un reconocimiento
sólo de México, sino de toda América Latina, observó.
El tiempo de su lado
El escritor Carlos Monsiváis calificó el
libro-homenaje Cien años, cien días de ser "al mismo
tiempo que una celebración, una retrospectiva muy selecta de curaduría
a cargo del autor, la atención y el cuidado de Colette (su esposa),
y un centenar de oportunidades conmemorativas". Al fin y al cabo, siguió
Monsiváis, para usar la expresión de un filósofo inglés,
el tiempo está de su lado.
"En 1922 don Manuel inicia su obra del equilibrio clásico
entre la espontaneidad y la serenidad, entre la intención cumplida
y las imágenes que jamás agotan su significado. El ejercicio
libre y riguroso de los poderes visuales es el punto de partida de su revaloración
de lo que nos rodea y no sabíamos que nos pertenece, de su indagación
sobre lo que no está allí y aparece convocado por la voluntad
artística y la estrategia, ni deliberada ni involuntaria, surge
con las primeras fotos. Pensar desde las imágenes, convertir lo
común en lo desconocido, captar lo que por tan esencial sólo
en una segunda instancia es simbólico, profundizar en la capacidad
admirativa de lo real y lo surreal, hacernos concientes de nuestro desconocimiento
de lo evidente, poner de relieve que sin la decisión de asombro
todo es opresivo y a fin de cuentas invisible".
Don Manuel, afirmó Monsiváis, "impulsa la
vocación del descubrimiento, y por eso él que sigue sus lecciones
y el que escudriña sus fotos, se añade, lo sepa o no, a la
legión de fotógrafos mentales".
El homenajeado canceló una estampilla postal alusiva.
Luego, recibió la medalla conmemorativa del Palacio de Bellas Artes
de Saúl Juárez, titular del Instituto Nacional de Bellas
Artes.
En medio de la Sala Nacional se levantaba un pastel beige
de cinco pisos, rematado con la efigie de un fotógrafo con cámara
y tripié. Para allá se dirigió la concurrencia. Después
llegó don Manuel, quien fue colocado detrás del pastel para
una nueva sesión fotográfica. Por fin se prendieron las velas
para inmediatamente ser apagadas por un grupo de niños. El Coral
Mexicano del INBA entonó Las mañanitas. Llegó
un mesero y el festejado recibió una copa de vino blanco de manos
de su enfermera.
Era tal la cantidad de personas en la Sala Nacional
que el maestro fue llevado al extremo sur, para después quedar en
la Sala Diego Rivera. Allí, siguió saludando a todos aquellos
que logran llegar a su lado. Llamó "precioso" el Perfil de
La Jornada que se dedicó a él: "Nunca había
visto publicado tan grande La buena fama durmiendo".
Felicidades y muchos de estos, don Manuel.