Ť Acompañado por sus colaboradores, mañana dará a conocer los pormenores del proyecto
Pese a obstáculos, el ex guerrillero Félix Serdán sigue empeñado en crear un instituto de cultura
Ť El objetivo, señala, es ayudar a los habitantes a formarse como ciudadanos libres
ARTURO GARCIA HERNADEZ ENVIADO
Tehuixtla, Morelos, 5 de febrero. Félix Serdán Nájera es hombre de armas tomar. Lo trae en la sangre. Su padre peleó bajo las órdenes de Emiliano Zapata, en el Ejército Libertador del Sur. Años después, Félix hizo lo propio al lado de Rubén Jaramillo. La causa de ambos fue siempre la misma: tierra y libertad.
Las armas -dice hoy Félix Serdán, desde la serenidad elocuente de sus 84 años- "son un medio, pero no es lo fundamental. Si en una lucha no hay conciencia, si no hay decisión y, sobre todo, si no hay preparación intelectual, las armas salen sobrando". Estas palabras resumen su interés por lo que considera dos factores fundamentales para todo individuo y sociedad que aspiran a una vida libre y plena: la educación y la cultura. A pesar de las carencias y los obstáculos, la mayor parte de su vida ha estado ligada a esas dos palabras. Esto explica el empeño que ha puesto en la fundación del Instituto Cultural Autónomo Rubén Jaramillo, en Tehuixtla, municipio de Jojutla.
Fue su padre, "que apenas aprendió a leer y escribir siendo ya hombre", quien instó a Félix a prepararse. "Me dijo un día, cuando yo tenía como 12 años: 'Hijo, Ƒte gustaría ir a la escuela a estudiar?' 'Sí, papá'. Me repitió la pregunta como tres o cuatro veces en el curso de dos años, hasta que un día me dice: 'Hijo, te vas a la escuela'. Acá, por Morelos, había yo terminado hasta el cuarto año, pero sentía que no tenía muchos conocimientos. Así, un día me compraron lo necesario, me arreglaron mi ropa y me fui a Querétaro, donde había un colegio militarizado que se llamó Benjamín N. Velázquez." Ahí conoció maestros que lo marcaron de manera decisiva.
Entre 1931 y 1932 terminó la primaria. "Quise estudiar la secundaria, pero se me interpusieron problemas y no terminé ni siquiera el primer grado. Se vinieron problemas de carácter social en mi pueblo y empecé a participar."
Félix -pide que no se le diga "don"- tenía alrededor de 10 años cuando conoció a Rubén Jaramillo. "Era ministro laico. Se hizo hombre de lucha desde los 15 años, se metió al Ejército Libertador del Sur. Antes de que mataran a Zapata, Rubén les propuso a sus hombres guardar las armas, no entregarlas, y dedicarse a la lucha social abierta. Vivió en carne propia la explotación que los dueños de los molinos de arroz hacían de los campesinos. En aquel tiempo pagaban cinco pesos por una carga de arroz de 161 kilos. Además, cuando el arroz iba húmedo o traía basura lo castigaban y pagaban menos. Era la forma en que se enriquecían a costa del trabajo del pueblo."
Prosigue Félix Serdán con sus recuerdos: "Durante una convención llevada a cabo en Querétaro para nombrar precandidato a la Presidencia de la República, Rubén pidió la palabra y planteó la necesidad de diversificar la producción en Morelos. Para ello propuso la creación de un ingenio azucarero. El precandidato era Lázaro Cárdenas. Cuando Rubén terminó de hablar, Cárdenas le mandó decir que los esperara. Platicaron y el precandidato le dijo que una de sus mayores preocupaciones sería esa. Y, efectivamente, se construyó el ingenio. El suegro de Cárdenas, don Antonio Solórzano, hizo el estudio y fue el gerente de la zafra de prueba".
En busca de trabajo
Al dejar sus estudios, Félix fue al ingenio a pedirle trabajo a Jaramillo. "El era 17 años mayor que yo, pero siempre le hablé de tú. Un día llegué y le dije: 'Rubén, quiero trabajar'". Entró como ayudante de jefe de grúa, pero permaneció poco tiempo en el empleo porque su padre lo solicitó para trabajar la parcela que tenía. Pasó el tiempo. Serdán se repartía entre el trabajo en el ingenio y el cultivo de la tierra. Llegó febrero de 1943. Jaramillo se levantó en armas por primera vez, aunque en ese momento Félix Serdán no se integró al movimiento. Participó activamente en diversas movilizaciones.
"Un día un militar enviado por Avila Camacho y Cárdenas llegó a preguntar el motivo por el cual andaba Rubén en armas y dijo que quería verlo. Se encontró con unos obreros que le dijeron que no era pertinente y que dejara el asunto en manos de ellos. Se formó una comisión de obreros y campesinos, entre los que iba un hermano mío al que le pedí que me permitiera acompañarlos. Conocí el medio en que Rubén actuaba como guerrillero y observé que la gente que andaba con él podía ser muy valiente pero carecía de condiciones intelectuales para poder ayudarlo. Me quedé con esa preocupación. Rubén se puso en paz, mientras que yo platiqué con mis padres y les dije que si Rubén volvía a levantarse yo quería incorporarme a él."
Félix recibió una felicitación de su padre y una lección que habría de dejar huella: rebelarse y andar armado no era un juego ni una aventura. Es una responsabilidad para la que hay que estar también preparado intelectualmente. Le advirtió: "No es cosa fácil ni sin peligro". Nunca olvidó esas palabras, y hoy Félix Serdán es categórico: "Si no hay conciencia, si no hay decisión y, sobre todo, si no hay preparación, las armas salen sobrando". Lo comprobó en carne propia cuando se unió a la guerrilla de Jaramillo, en julio de 1943, a los 26 años de edad.
Un hecho significativo es que al integrarse al movimiento, Serdán se procurara una máquina de escribir. La palabra también es un arma: "Vi la necesidad de informarle al pueblo cuál era el motivo de nuestra presencia como guerrilla. Yo era una especie de secretario del grupo". En esa máquina se elaboró el primer Plan de Cerro Prieto, el mismo que Serdán llevaba cuando fue herido y aprisionado en un enfrentamiento con el Ejército federal.
Aquel día iba con Jaramillo y otro grupo de compañeros. Serdán se sentía inquieto. En la víspera habían tenido ya una escaramuza con el Ejército, durante la cual ha-bían perdido contacto con cinco de sus compañeros. Al amanecer se dispusieron a buscarlos. Montaron a caballo y emprendieron el camino.
Detenido por los militares
-ƑQué te pasa, Félix? Nunca te he visto así -le preguntó el líder guerrillero.
-No sé, Rubén, pero presiento que algo va a pasar.
"Dije las últimas palabras cuando desde algún lugar nos gritaron el 'quién vive' y sin esperar contestación empezaron a disparar, supongo que con fusil ametralladora. Rubén todavía alcanza a decir 'pie a tierra, muchachos', bajaron de los caballos y buscaron la manera de protegerse."
Félix no pudo seguirlos. Una bala lo alcanzó en un pie. Penetró por el empeine y le destrozó el tobillo. Su caballo también fue herido. Desmontó y como pudo empezó a caminar. Los huesos de su tobillo "hacían ruido como cuando uno camina sobre grava". Así recorrió cerca de 200 metros hasta una poza seca, al lado de una barranca. Ahí se sentó. Había perdido mucha sangre. Poco antes de desmayarse, por un camino cercano, vio pasar a tres compañeros de armas. "Les hablé, pero ninguno me hizo caso. El que iba hasta atrás había tirado su arma."
Todavía se encontraba en el mismo lugar cuando recuperó el sentido. "Llegaron los soldados, me obligaron a pararme y me quitaron las armas, los gemelos, los morrales y la documentación." A su detención siguió una serie de interrogatorios que tenían el propósito de obligarlo a denunciar a quienes lo apoyaban.
De un mando militar a otro, fue llevado ante el mismo presidente de la República, Manuel Avila Camacho: "Quise explicarle un poco la causa por la cual nos habíamos levantado en armas. 'No es necesario', me dijo, 'estoy enterado de todo. Son muy buenas las ideas de ustedes, pero no olviden que estamos en guerra y ahora más que nunca necesitamos estar unidos'. Era el tiempo de la Segunda Guerra Mundial".
Avila Camacho le otorgó la libertad a Félix Serdán y ofreció ayuda y soluciones a la problemática de los campesinos. No cumplió.
De toda esa experiencia, a Félix se le quedó grabada una imagen: la de sus compañeros que huían y la del combatiente que había tirado su arma. Ahí fue donde tomó plena conciencia de que la lucha armada requería preparación, conocimiento. A partir de entonces, diferentes circunstancias lo fueron llevando por el camino de la docencia. El, que apenas había terminado la primaria, llegó a ser profesor de una escuela y director de otra. Sin embargo, los abusos y la corrupción de autoridades, latifundistas y empresarios lo empujaban continuamente a la lucha, a tal grado que tuvo que renunciar a la docencia. No volvió a empuñar un arma, pero mantuvo intensa actividad en la lucha civil.
Pasaron los años, en los cuales Serdán sorteó presiones y amenazas. Llegó 1960. Jaramillo "ya se había puesto en paz", pero se originó una nueva disputa por tierras de labor que se quería transformar en granjas residenciales. Era inminente un nuevo alzamiento de Jaramillo. Fue asesinado. El peligro para Félix Serdán también era inminente. "Al saber que estaba yo en peligro, un grupo de compañeros vinieron a sacarme de Morelos. Como era perseguido político, me dieron una tarea: estudiar, estudiar, estudiar y estudiar. Me dotaron de literatura a manos llenas. Eso me sirvió mucho. Varias cosas que hasta entonces no entendía, por fin pude comprenderlas. Puedo decir que fui un rebelde nato, pero con muy poca visión de contra quién debía rebelarme. Finalmente entendí lo que es la lucha de clases, lo que es el sistema capitalista en el que unos cuantos se enriquecen con el trabajo de muchos. Leí tanto que me siento agradecido con esos compañeros por protegerme y darme la posibilidad de abrir mi conocimiento."
La idea de crear el Instituto Cultural Autónomo Rubén Jaramillo es poner el conocimiento y la cultura al alcance de la gente, capacitarla, darle las herramientas formativas e informativas para que los niños y jóvenes de la región desarrollen sus propias capacidades de análisis y crítica del entorno. "Para ayudarlos a formarse como ciudadanos libres."
(Este 7 de febrero se llevará a cabo una reunión informativa en la que el mayor Félix Serdán y sus colaboradores expondrán los pormenores del proyecto y las necesidades para concluir el Instituto Cultural Autónomo Rubén Jaramillo. El encuentro tendrá lugar en el Instituto Javier Barros Sierra, Casa Frissac, Plaza de la Constitución esquina Moneda, centro de Tlalpan, a las 17 horas.)