Las 80 aulas virtuales existentes duplican su población
Alumnos e instructores, ante el sueño de "aprender computación"
CLAUDIA HERRERA BELTRAN
Dolores Chávez no sabe leer ni escribir y pocas veces ha salido de su pequeño barrio de Iztapalapa, pero en unas cuantas horas ya viajó por el Metro de París, visitó el museo del Louvre y con la ayuda de su maestra intercambió mensajes electrónicos con sus nietos. Para ella, las letras son un código indescifrable; la computadora ya no.
Doña Dolores Chávez pertenece a la primera generación de 8 mil adultos que actualmente son alfabetizados, estudian la primaria o la secundaria en alguna de las 80 Plazas Comunitarias que desde hace tres meses funcionan en puntos tan distantes como Acteal o San Diego, California, donde lo mismo pueden aprender con papel y lápiz que mediante videos educativos o computadoras.
Relegada por décadas, la educación de adultos en este gobierno adoptó la computadora como gancho para atraer a las aulas a la población en rezago educativo (uno de cada tres mexicanos está en esa situación). En poco tiempo, estos centros que antes eran visitados diariamente por 30 o 40 estudiantes han duplicado su población como efecto del uso de la tecnología y del Modelo de Educación para la Vida (MEV), estrategia educativa especial para los adultos heredada de la administración anterior.
La incorporación de la informática y la Internet en la enseñanza de adultos ha sido un foco de atracción no sólo para alumnos, sino también para maestros, que son retenidos a pesar de sus raquíticas gratificaciones, 150 pesos por adulto con certificado de estudios tramitado. Educandos e instructores son atraídos por el sueño de "aprender computación".
Laboratorio de uno de los programas educativos más ambiciosos de este gobierno, la Plaza Comunitaria de la delegación Iztapalapa, donde estudia doña Dolores, fue la primera que abrió el Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA) siguiendo el concepto empresarial de ofrecer educación a partir de donaciones.
En un centro comunitario de la colonia San Lorenzo Tezonco, enclavada en la delegación más poblada y con los más altos índices de delincuencia de la ciudad de México, comenzó a funcionar este centro educativo el 19 de septiembre del año pasado. El INEA invirtió poco (compró un televisor, un regulador, unos cuantos mesabancos y un pizarrón), la delegación se encargó de rehabilitar el lugar, una empresa privada donó 30 computadoras y los propios adultos o responsables del centro llevan jabón y utensilios de limpieza.
La jornada comienza a las 10 de la mañana. Mientras en una reducida aula 30 adultos estudian en sus cuadernos, en la sala alterna una decena de estudiantes de secundaria abierta refuerzan sus clases de ciencias naturales investigando algunos temas por la Internet.
Fabiola Falcón, entusiasta joven que antes daba clases en reclusorios del Distrito Federal, repasa con sus alumnos el capítulo sobre el Sistema Solar. Luego de consultar una página escolar (http://www.kokone.com.mx), la señora Isabel, quien atiende un puesto de verduras en el mercado de San Lorenzo Tezonco, describe el planeta Mercurio como pequeño y rocoso. Luego toca a Ricardo Sánchez, policía de 28 años que quiere estudiar la preparatoria para llegar a ser sargento: no despega la vista de sus apuntes y en momentos tartamudea, pero al fin consigue definir las características de Marte.
Los más hábiles a veces llegan a tomar la Plaza Comunitaria como un cibercafé y consultan páginas de caricaturas o de Playboy. Por eso, desde hace un mes existe un reglamento -no pocas veces olvidado- que restringe la consulta de correo a 15 minutos como máximo y prohíbe "bajar páginas pornográficas y juegos", así como chatear.
Pánico informático
El lugar es estrecho, hay pocas sillas y, cuando los niños de una primaria vecina asisten al aula informática, es imposible caminar. Pero los instructores dicen estar mejor que antes. Rosa del Carmen González explica: "Esto es una bendición, porque en ocasiones hemos tenido que trabajar en escaleras, en jardines o en patios. Es algo con lo cual no soñábamos".
Además, los colores y las animaciones son una excelente herramienta para el aprendizaje de los adultos. Daniel, joven de 15 años, quedó muy impresionado cuando en una página web pudo observar los daños que ocasiona en el organismo el consumo de tabaco.
Pero la computadora no resuelve todo. César Mosón, responsable del centro, quien también da clases por la mañana a 30 alumnos, aclara que la tecnología atrae sobre todo a los jóvenes, pero los adultos la rechazan y en ocasiones se sienten derrotados, "intimidados" ante lo nuevo, y no regresan.
Ellos todavía no hacen suyos ciertos secretos de la computadora y -como describe el maestro César- se traban ante el aparato. "Creo que lo apagué", exclama Emilia, de 40 años de edad, desesperada porque no ha podido pasar de las instrucciones iniciales.
Por eso, la profesora Rosa del Carmen está convencida de que el éxito de este programa depende más de las personas que de las máquinas y de que se valore mejor su trabajo con mejores incentivos y sueldos. "El asesor juega un papel importante, porque el adulto no es autodidacto; necesita que le enseñen, que le digan 'tú puedes'."
Así ocurrió con doña Dolores. A sus 51 años, creía que poco le quedaba por descubrir. Cuando era pequeña, su padre decidió que no tenía necesidad de estudiar: "Mi papá me dijo para qué vas a ir, si ni te va a hacer falta, te van a mantener... Y ya nunca pisé la escuela".
Por eso, cuando sale de su casa en el barrio de San Antonio, su destino más seguro es una estación de Metro -Tasqueña es la única palabra que puede leer- y cuando estudia la Biblia lo hace con la ayuda de su esposo o se aprende de memoria los pasajes más importantes.
Así vivió hasta que en su curso de pastoral religiosa tuvo que pasar al pizarrón para escribir un evangelio y puso en evidencia que no podía. Antes no había tenido dificultades, porque cuando hacía las tareas, su esposo "leía las preguntas y luego me apuntaba las respuestas".
Doña Dolores llegó a la Plaza Comunitaria Iztapalapa a principios de enero y ahora es una alumna ejemplar. En su cuaderno garabatea sus primeras letras y en la computadora navega por Internet ayudada por el ratón y los iconos y por su profesora, que -dice- le abrió las puertas del Louvre.
En sus 32 años de vida, Micaela Gracia no se imaginó que iba a tener que cursar el sexto año de primaria y luego, "si se puede, la secundaria". Las tareas de su hija Damiana, quien estudia primero de secundaria, son cada vez más complicadas de resolver. "Me hace preguntas que no sé contestar o me habla de la computadora y no tengo ni idea", explica Micaela, quien por las tardes trabaja en un salón de belleza.
Su primera experiencia frente a la computadora fue "emocionante". Se dio cuenta de que puede obtener información muy rápido y que el teclado es idéntico al de una máquina de escribir. La diferencia, agrega, es "sólo que hay unos botones para obtener información o para acceder, como se dice".