Carlos Fazio
El regreso de los boinas verdes
El doble discurso de la cancillería de Tlatelolco exhibe el alineamiento ideológico del foxismo con las directivas de Washington. El presidente Vicente Fox y su canciller Jorge Castañeda bailan al son que les toca el amo. Fiscalizan la situación de los derechos civiles en Cuba, pero se hacen de la vista gorda sobre el intervencionismo militar rampante del Pentágono en Colombia.
Más temprano que tarde, el actual espejo colombiano podría hacerse añicos en México. Pero en Los Pinos y Tlatelolco, los cultores de la política del avestruz prefieren esconder la cabeza debajo de la tierra.
Los hechos: George Bush, cuyo exacerbado terrorismo de Estado a escala planetaria comienza a arrancar reacciones negativas en la Europa comunitaria, acaba de dar un giro militarista a su política imperial en América Latina. Asesorado por su nuevo secretario de Estado asistente para el Hemisferio Occidental, Otto Reich, ha decidido convertir la ayuda antinarcóticos del Plan Colombia en una lucha contrainsurgente sin vueltas, con participación directa de los boinas verdes. La excusa: protección de un oleoducto asediado por las FARC y el ELN, así como la defensa de los "intereses" petroleros comunes. Como dijo Simón Trinidad, vocero de las FARC, Estados Unidos "se ha quitado la máscara".
El artífice del plan que abre camino a la intervención militar directa de Estados Unidos en Colombia es Otto Reich, anticastrista de línea dura, experto en operaciones encubiertas, guerras sucias y propaganda negra. Estuvo involucrado en el escándalo Irán-contras junto con el teniente-coronel Oliver North y el especialista en técnicas de manipulación pública Walter Raymond, de la CIA. Embajador de Estados Unidos en Caracas de 1986 a 1989, donde gestionó la liberación del terrorista Orlando Bosch -un sicótico brutal comparable a Osama Bin Laden que fue sentenciado por la voladura con explosivos del avión de Cubana de Aviación que estalló sobre Barbados y dejó un saldo de 76 muertos-, Reich, quien venía desempeñándose como lobbysta privado, recibió 600 mil dólares de la compañía Ron Bacardí de Miami para negociar en el Congreso a favor de la empresa en el litigio que mantiene con el gobierno de Cuba. Además ayudó en el borrador de la ley Helms-Burton (1996) y en la redacción del artículo 211 de la ley del Presupuesto de 1998, que quitó a Cuba la protección sobre sus propias marcas, beneficiando directamente a Bacardí, que produce Havana Club.
A propósito del plan, el demócrata Patrick Leahy, presidente del subcomité para Operaciones Internacionales del Senado, dijo que "es la primera vez que la línea que separa la contrainsurgencia de la lucha contra los narcóticos es cruzada por Estados Unidos". Pero la receta es vieja: amplificar a nivel de la propaganda el fantasma del narcoterrorismo y convertirlo en una verdad creíble.
El "honorable" Otto Reich, como le llamó Colin Powell, sabe cómo hacerlo; es un experto. Ha dicho que el límite que separa la ayuda antidrogas de la lucha antiguerrilla es muy "sutil". De hecho, a comienzos de febrero la administración Bush lanzó una agresiva campaña con eje en el binomio "terror-drogas", en el cual Colombia es el referente principal.
La campaña, que se extenderá seis semanas más a un costo de 10 millones de dólares, incluye comerciales en las principales cadenas de televisión, avisos de prensa pautados en más de 290 diarios, páginas informativas en la web que detallan, por ejemplo, cómo se financian y en qué emplean las ganancias las guerrillas en Colombia. Además de programas educativos para profesores, líderes comunitarios, padres de familia y miembros de Hollywood, y hasta la última película de Arnold Schwarzenegger, Daño colateral, en la que el ex libertador de Afganistán interpreta a un bombero patriota que va a Colombia a cobrar venganza a un "guerrillero narcotraficante" que hizo explotar una bomba en Los Angeles.
El 6 de febrero, Lorne Craner, secretario adjunto de Asuntos para la Democracia, los Derechos Humanos y el Trabajo, dijo en Bogotá al alto mando militar colombiano "que entre narcotráfico y subversión no hay diferencia". Y en el colmo del cinismo agregó: "los guerrilleros colombianos perdieron su ideología". Craner estaba acompañado del subcomandante del Comando Sur del Pentágono, general Gary Speer. Ambos, junto con Reich y otros altos funcionarios de Washington (Marc Grossman, John Maisto y Randy Beers), dieron los últimos retoques sobre el terreno.
"La pesada", como definió El Tiempo de Bogotá a la delegación, visitó el oleoducto Caño Limón-Coveñas, el más importante de Colombia, en la región de Arauca, dos días después de que Bush propusiera la entrega de 98 millones de dólares destinados a la defensa de la red petrolera y energética del país. El año pasado, Colombia exportó cerca de 2 por ciento del petróleo extranjero que se consume en Estados Unidos. Esto ha creado un "interés mutuo" por proteger el oleoducto que transporta crudo operado por la empresa estadunidense Occidental Petroleum. Un legislador estadunidense dijo: "queremos poner énfasis en proteger los intereses de algunos, los petroleros. Para defender la democracia en Colombia, tenemos que hacer contraterrorismo". šVaya sutileza!, dijera Reich.
El cómo a esa propuesta ya se está instrumentando. La ayuda será destinada a la Brigada 18 que opera en Arauca, compuesta por mil 800 hombres y dos batallones de contraguerrilla que adiestrarán boinas verdes pertenecientes al séptimo Grupo de Fuerzas Especiales con base en Fort Bragg, Carolina del Norte, utilizados en la guerra de Afganistán. La operación se denominaría Colombia, el camino por delante. Según el senador Paul Wellstone, la idea "se aleja completamente" del Plan Colombia y "amenaza con arrastrar a Estados Unidos a un conflicto tipo Vietnam". A una "intervención" directa.
El para qué de la nueva aventura injerencista ya lo dijo Reich: "los programas que tenemos no son sólo para contener la violencia (guerrillera), sino para eliminarla".