Leonardo García Tsao ENVIADO
La mirada fresca del cine danés y la veteranía
experta de Altman
Berlin,
10 de febrero. Bajita la mano, la cinematografía danesa consigue
casi siempre hacer aportaciones válidas a los principales festivales
internacionales. Y en esta ocasión han ofrecido lo que, hasta ahora,
ha sido la única muestra en la Berlinale de un nuevo talento a seguir.
Sma ulykker (Accidentes menores), ópera prima de Annette
K. Olsen, está filmada en video digital ?sin inscribirse en el dogma?
para contar los efectos que provoca la muerte accidental de una madre en
sus familiares inmediatos: su bonachón marido, una hija solterona,
otra dedicada al arte de manera improvisada y un hijo que ha descuidado
a su propia familia por hacer crecer su negocio de construcción.
Olsen ha construido el guión siguiendo el método
del inglés Mike Leigh: es decir, ir definiendo los personajes y
las situaciones a partir de extensos ensayos con los actores. El resultado
es sencillo pero entrañable. En estos tiempos, cuando los cineastas
se solazan en explotar las neurosis familiares en términos escandalosos,
es refrescante comprobar una mirada afectuosa sobre los personajes, a pesar
de sus fallas. Aunque la conclusión es quizá demasiado resolutoria,
la directora ha encontrado en el camino un raro balance entre los elementos
humorísticos y emotivos.
En cambio, el uso del video en Der felsen, del
alemán Dominik Graf, es lo que debe evitarse: imágenes en
foco suave permanente, iluminación deficiente, grano reventado y
una voluntad por pretender que ese aspecto de video casero tenga una resonancia
poética. Así, hay mucha imaginería gratuita, acompañada
por música new age. En medio de esa complacencia, la historia
errante de una rubia deslavada, abandonada por su amante/colega de oficina,
y resignada a la aventura con un joven delincuente en la isla de Córcega.
Si eso es el pujante cine alemán actual, esta industria enfrenta
aún muchos problemas por resolver.
Ante la innegable pobreza de la producción actual,
una reacción natural -y hasta comprensible?-de la crítica
es sobrestimar algo que es apenas correcto y elevarlo a la categoría
demasiado accesible de obra maestra. Eso ha pasado este año con
la crítica gringa a Gosford park, la más reciente
realización de Robert Altman. En ella, un grupo de aristócratas
ingleses se reúne en una mansión de campo, con sus respectivos
sirvientes, para participar en una cacería. La tensión entre
los diferentes personajes se manifestará sobre todo en el terreno
amoroso. Para cualquier cinéfilo ese argumento le parecerá
familiar, pues es prácticamente el mismo de Las reglas del juego,
de Jean Renoir.
La diferencia básica es enorme. La de Renoir ha
quedado como una de las obras primordiales en la historia del cine. En
cambio, dudaría mucho si la de Altman merece colocarse entre las
10 mejores de 2001. Sobre un guión de Julian Fellowes, Gosford
park pronto se convierte en una socarrona película de misterio
pues el patriarca Sir William es asesinado y prácticamente todos
los invitados guardarían una razón para matarlo. A diferencia
del humanismo de Renoir, que encontraba una razón para justificar
a cada uno de sus personajes, Altman es un misántropo y su mirada
desdeñosa es pareja.
Eso sí, su virtuosismo técnico se aprecia
en el dominio de la puesta en escena, el uso del espacio cinematográfico
y la resolución simultánea de varias subtramas. Si no fuera
porque Gosford park participa fuera de concurso, el premio a la
mejor dirección ya tendría a su candidato más fuerte.