CIUDAD PERDIDA
Miguel Angel Velázquez
PUDIERON HABERNOS evitado la pena.
ERA TAN fácil cumplir con la ley, atender el Estatuto de Gobierno en su artículo 34, para evitar la comedia de enredos en que, a fin de cuentas, el pleito es entre dos que quieren llegar a la Presidencia de la República.
SI, PUDIERON, por un lado, hacer menos notoria la incapacidad del secretario de Gobernación para establecer un diálogo abierto con los funcionarios del gobierno en su conjunto y resolver problemas de fondo y, por el otro, la prepotencia de López Obrador, quien supone que todo el mundo debe acatar sus deseos.
LA COMEDIA cumplió ya 72 horas y no cesa, como si en este país lo más importante fueran las rencillas personales de dos funcionarios que se suponen, digan lo que digan, merecedores de la Presidencia de la República.
EL PLEITO que hoy observamos es nada más la continuación, el segundo acto de la competencia entre Creel y López Obrador, que no concluyó con la derrota del actual secretario de Gobernación, sino que se ha alargado hasta los límites, ahora, de lo ridículo.
SERAN VARIOS los encontronazos, los choques, entre estos dos personajes, que muy probablemente tengan que enfrentarse en las urnas en 2006.
MAS VALE, entonces, irnos acostumbrado a los dimes y diretes de los funcionarios, quienes además tendrán que subir el tono intelectual de sus discusiones, ir a lo profundo de las más grandes preocupaciones del país, para no quedar nada más en una cadena de anécdotas superficiales, donde seguramente, claro, por su perfil, ganará el secretario de Gobernación.
PERO SERA el empeño del jefe de Gobierno el que pueda llevar el debate a niveles de interés público, para sacar la discusión de hoy de los lavaderos políticos, donde nadie gana y a todos nos da pena saber que quienes tienen la posibilidad de convertirse en presidente de la República descarguen sus rencores entre declaraciones de mala fe y cartitas de odio.
Y NO es que quiera obviar el hecho de que López Obrador resolviera actuar por la libre, sin freno y sin hacer caso a las reglas del juego, ni de que Creel lo declare fuera de la ley, es decir, del Estatuto de Gobierno, que si bien da plena facultad al Presidente de la República para nombrar al jefe de la policía, también advierte que el nombramiento se hace a propuesta del mismo jefe de Gobierno.
ES DECIR, hay candados para los dos lados. Ni Fox puede nombrar sin el concurso de López Obrador ni éste puede designar sin la aprobación presidencial.
MAL HARIA el secretario de Gobernación en fijar su foco de atención en los problemas de seguridad que suceden en la ciudad de México, que son ciertos, sin pedir cuentas y alarmarse por las muertas en Ciudad Juárez, o por las huelgas universitarias que siguen reventando, o por el diálogo roto en Chiapas, o por sus amigos de la IP -renuentes a firmar un pacto con sus supuestos benefactores- o, en fin, por los niveles de credibilidad de este gobierno, que siguen a la baja.
DE CUALQUIER modo, de ésta López Obrador deberá aprender que sí hay jerarquías y leyes que por más jefe de Gobierno que sea, debe respetar, y tantán.
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