DISPUTA PELIGROSA E INNECESARIA
El
rechazo que hiciera el presidente Vicente Fox de Francisco Garduño,
candidato propuesto por el jefe del Gobierno del Distrito Federal (GDF),
Andrés Manuel López Obrador, para ocupar la Secretaría
de Seguridad Pública capitalina --vacante por la renuncia de Leonel
Godoy--, representa una nueva cota en una confrontación lamentable
e indeseable en la que ambos bandos --el Ejecutivo federal y el GDF-- se
han conducido con una torpeza política inadmisible en la actual
circunstancia de transición y construcción de una vida republicana
y democrática.
Expresiones de esta impericia son el error de formas y
de procedimiento cometido por López Obrador, quien presentó
ante la opinión pública a Garduño como sucesor de
Godoy en la SSP antes de turnar la propuesta al Ejecutivo federal, así
como la intervención de la Secretaría de Gobernación
con una andanada verbal contra el gobernante capitalino.
Es pertinente recordar que el caldo de cultivo para esta
disputa --tras la cual se percibe un claro rejuego político-- es
la inconclusa reforma política para el Distrito Federal, en cuyo
estatuto legal persisten ambigüedades, inconsistencias y contrasentidos
como que sea el titular del Poder Ejecutivo de la Federación el
responsable de nombrar funcionarios locales, particularmente el procurador
y el encargado de la seguridad pública de la capital.
Más allá de cuál de los bandos pueda
tener razón en la presente coyuntura, e independientemente de la
falta de moderación exhibida por ambos en el manejo de la actual
circunstancia, el diferendo pone en evidencia la imperiosa necesidad de
llevar hasta sus últimas consecuencias las modificaciones legales
que conviertan al Distrito Federal en un estado soberano, cuyas instituciones
se integren con base en el mandato popular y no --como sigue ocurriendo
con la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal y la
Secretaría de Seguridad Pública-- por remanentes anacrónicos
de la vieja y agraviante práctica del dedazo presidencial.
En lo inmediato, los defectos de la ley, aunados a la
inflexibilidad de las dos instancias de gobierno, han colocado a los capitalinos,
y a los ciudadanos mexicanos en general, ante un panorama doblemente preocupante:
por un lado, la confrontación en curso contribuye a incrementar
el clima de inseguridad en el Distrito Federal; por el otro, la incapacidad
del mandatario federal y del capitalino para negociar, ponerse de acuerdo
y actuar conjuntamente ante un tema tan crítico y exasperante como
la ofensiva de la delincuencia, envía a la sociedad un mensaje desalentador
acerca de las limitaciones y debilidades de la clase política en
su conjunto y de los obstáculos para edificar una vida institucional
tolerante, respetuosa y cívica.
Cabe esperar que los contendientes actúen con mayor
responsabilidad y se comporten a la altura de sus respectivas responsabilidades,
así sea porque los dimes y diretes generados por el proceso de sucesión
en la SSP capitalina no son de utilidad política para el gobierno
federal ni para el gobierno capitalino y constituyen, por el contrario,
un motivo adicional de desgaste y descrédito para ambos, así
como un factor de desaliento.